Dirigió sus delgadas manos hacia el cuello de la camisa del azabache y quitó la pequeña perla que sostenía el listón guinda que hacía de adorno. Desabotonó su camisa con calma, mientras se mordía los labios, se detuvo al llegar al último botón e intentó no mirar demasiado la piel lechosa de su pecho y abdomen, pero le fue imposible ignorar el abundante vello en la parte baja de su abdomen. Miró su rostro de nuevo y le regaló una pequeña sonrisa temblorosa, con las mejillas enrojecidas.

YoonGi lo tomó de las muñecas con sus manos enguantadas, y pasándose la lengua por los labios, las alejó de sí antes de ayudarle a sacarse el abrigo negro. Lo dejó caer al suelo también y deshizo con lentitud el nudo del cordón que anudaba el chaleco negro a su cintura. Desabotonó su camisa, con las mejillas teñidas de un ligero rosa, y no tuvo vergüenza al admirar con descaro la piel ligeramente bronceada del criado con los ojos brillantes.

Entonces acercó su mano lentamente, y acarició con lentitud la piel apiñonada. Hoseok se estremeció y dejó salir un jadeo al sentir la suave tela de los guantes antes de apretar los labios.

YoonGi se aclaró la garganta y le ayudó a sacar los brazos de la suave camisa.

—¿Realmente va a casarse con su tío? —soltó Hoseok, apretando sus manos temblorosas en sus costados.

El pelinegro le dio una mirada sorprendida antes de apartar la mirada, girando el rostro.

—Para eso me crió, sabiendo que necesitaría mi fortuna —respondió sin verle, mientras Hoseok le sacaba la camisa y comenzaba a desabotonar su pantalón—. Hay un coleccionista famoso en Francia. Estará subastando su biblioteca. Las ganancias de la mina de oro no cubrirán el costo.

Deshaciéndose de sus pantalones, el criado le miró a la cara, buscando sus ojos, pero YoonGi ni siquiera lo vio de reojo.

Hoseok tomó el borde de su ropa interior con las manos temblorosas, pero el azabache alejó sus manos antes de comenzar a desabotonarle el pantalón bruscamente, con su fino rostro ahora completamente rojo.

[🍑]

Por aquel momento, YoonGi no tenía que leerle al enfermo que quería casarse con el sobrino de su esposa. En cambio, la Condesa falsa iba a la biblioteca a hacer libros falsos. Mientras, YoonGi esperaba su clase de arte a las dos en punto. Espera, y espera...

Pobre chico, perdiendo su corazón por una falsificación.

YoonGi miró por la ventana, con la frente recargada en el cristal, mientras Hoseok limpiaba lentamente la vitrina de vidrio y le miraba, mordiéndose los labios.

El azabache dejó de mirar para girarse a encararlo, con una mancha rojiza en la frente. Se giró, acariciándose los antebrazos con las manos enguantadas y miró el reloj de madera con ansias. Acomodó los pinceles, las pinturas, limpió con sus guantes las mesas y se miró en el espejo, todo bajo la mirada inexpresiva del criado.

Cuando el reloj emitió el sonido de un golpe metálico, anunciando las dos en punto, YoonGi se relamió los labios y se acomodó el cuello de la camisa con preocupación.

Miró a Hoseok, quien señaló la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho, y asintió.

El criado abrió la puerta, asomándose, y se aclaró la garganta al ver a la Condesa sentada al final de las escaleras, torturando a una pobre criada que intentaba recoger la taza que Suran llevaba en mano y no paraba de mover de un lado a otro.

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