Capítulo 2: La Prueba

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7 de Febrero de 2014

 Tantas prácticas y teoría le habían llevado a Sofía a la prueba final como el Arcángel que es. Desde ese día, aprendió a ver a las personas de manera distinta. Tantos los ángeles como los Arcángeles pueden ver encima de la cabeza de las personas, el tiempo restante de vida en horas, minutos y segundos. Llevándole a no tener amigos por saber cuándo los perderá.

Sobre una pequeña y deteriorada casa de madera, Bastien se mantenía con las alas extendidas, su larga cabellera blanca se enroscaba a nivel de sus piernas, dándole  la apariencia de una hermosa estatua antigua. Y sobre la punta del techo se encontraba Sofía, en cuclillas con la mirada puesta en el cielo. Con el pasar de los años había crecido tanto, que ya media un metro setenta y dos centímetros.

—Repíteme porque hago esto de nuevo— pidió la joven con ambas manos en su propio rostro.

—Para que sepas tu rol... Sofía, un Arcángel es el que juzga el alma de las personas y les permite entrar al reino de los cielos, o deja que perezcan en el infierno. Esta es tu prueba.

— ¡Lo sé! — gritó fastidiada al comenzar a escuchar gritos proveniente de la casa— Lo se...

—Aun así te lo recordaré— hizo una pausa al extraer una amarillenta página dentro de su hermosa túnica violácea— Elena Collins, de treinta y seis años, madre de dos hijas. Esposa de un empresario cuyo vicio principal es el alcohol. Morirá mañana a las nueve en punto, por un accidente automovilístico, tu deber ya lo sabes... 

Sofía puso los ojos en blanco, odiaba saber que su prueba era salvar o condenar el alma de una persona. Con ayuda de Bastien, descendió al áspero suelo de tierra y se asomó a la ventana, observando a una pareja discutir. Un hombre de aproximadamente treinta y nueve años, mantenía una botella de licor en sus manos, con intensión de golpearla.

—Eres una zorra, ¿Por qué no me has preparado mi cena? — preguntó el hombre, claramente ebrio. Elena, una mujer de estatura mediana, tez perlada y cabellos negros solo pudo empuñar sus manos ante las quejas de su marido— ¡Respóndeme mujer!

— ¿Soy tu empleada? — se defendió, observando al hombre de estatura alta, amenazarle nuevamente con la botella de licor— Mientras tú estás bebiendo, yo estudio para seguir salvando vidas... aparte de atender a nuestros hijos.

— ¡Eres la que debe cocinarme! 

— ¡Soy tu esposa, no tu empleada! — ante aquellas palabras, el hombre lanzo su botella al rostro de la mujer, dejándola caer de rodillas al suelo y con ambas manos cubriendo su rostro lastimado— Desgraciado...

— ¿Lo que quieres es amor? — preguntó entre risas cínicas— Te recuerdo, que yo te lo di, y tú eres una cualquiera que se acostaba con todos por placer mientras yo me desgastaba en el trabajo para darte la vida de una reina— con esas palabras la tomó de su polvoriento suéter para tener su rostro a nivel del suyo— Me das lástima... mendigando trato especial cuando fuiste tú la que destruyó esto...

Elena, afligida, solo pudo llorar con fuerza y alejarlo de un empujón, ganándose las risas y maldiciones por parte de su marido. Sofía con pasos sigilosos se acercó a la puerta principal, observando por otra ventana, ahora más amplia, como esa pobre mujer lloraba mientras se abrazaba con fuerza las rodillas.

—Bastien...— llamó Sofía, sintiendo como aquel hermoso ángel descendía detrás de ella— Acaso... ¿ya no existe salvación para este mundo?

—Sofía... Este mundo está totalmente perdido, tú eres la salvación y su única esperanza.

— ¿Cómo? — cuestionó entre lágrimas al desviar con fuerza la mirada del espejo. El hombre ebrio había llegado al recibidor y le profería golpes a su esposa, dejándose escuchar los gritos de dolor y agonía en todo el recinto.

El Último ArcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora