Encontramos nuestra estrella

262 40 83
                                    

He estado meditando sobre contar esto sobre ella, porque convertirla en algo más que alguien más pueda leer, es como dejarla ir del escondite donde la contengo con tristeza, porque ella nunca fue mía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

He estado meditando sobre contar esto sobre ella, porque convertirla en algo más que alguien más pueda leer, es como dejarla ir del escondite donde la contengo con tristeza, porque ella nunca fue mía.

He salido del trabajo algo tarde, así que me dirijo a la salida del tren que me conducirá a casa. No paro de subir la vista a ese cielo amarillo que se torna naranja poco a poco, no paro de pensar en ti, entonces trago toda la saliva que contengo con mis palabras y sumo mi atención a esperar ver el tren asomarse.

Es una tarde algo fría, así que cierro mi abrigo y meto mis manos a mis bolsillos, entonces y solo entonces encuentro por qué no usaba ese abrigo en tanto tiempo. Un pañuelo de los que usabas en el cabello me rosa la mano, el que usabas aquel día que dijimos adiós. Me congelo. No puedo renovarte más, debo... dejarte ir.

Lo tomo entre mis manos, lo miro y pienso en no pensar más. Escucho un tren acercase y me refresco la atención, mi verdadera ruta. Así que estiro el pañuelo frente a mí y las vías, y lo suelto, lo dejo ir por fin.

Lo veo recorrer la velocidad del tren al que no subí y fue el último por un largo tiempo. Así que, torpemente, mirando su partida, comienzo la mía a casa.

Suelto risas con mis compañeras de trabajo, me despido de ellas y me adentro en mi auto. Papá dice que es bueno que tenga responsabilidades y me ha comprado un nuevo auto para probarme sobre ellas, supongo. Así que pongo la llave para ponerlo en marcha y no arranca, es probable que la batería esté ahogada.

Frustrada le doy un golpe al volante y salgo del auto, camino a los lados viendo el estacionamiento vacío. Me he despedido de todos y he sido la última en su salida, que descuidada cortesía.

Tomo mis cosas y me pongo en marcha para caminar, mientras llamo al seguro el auto para reportarlo. Realmente no quería caminar porque el tiempo estaba helado, pero la tarde estaba tan hermosa que no pude evitarlo. Es de esas sensaciones y acciones que hacen y que, aunque son malas para ti, solo las haces porque se sienten bien. Te recuerdan lo genial que es solo estar bajo un cielo emocional, un camino solitario y pensar.

Ese fue mi error, creer que de todas las cosas que podría sacudir de mi cabeza no serían él. Así que me aprieto el abrigo con la mano suelta y miro a todos lados buscando consolarme.

La humedad la puedo sentir en el aire, huele a tierra mojada y se siente familiar. Solía amar días así, porque eran una excusa para tomar café caliente con leche y ver películas hasta que el ruido de la lluvia opacara el televisor, entonces y solo entonces era la señal correcta para fingir que no teníamos más que hacer que ir bajo la lluvia a comprar cualquier cosa que no necesitábamos o fingir que habíamos olvidado algo a la lejanía. Y era una mentira, siempre teníamos que creer que necesitábamos la oportunidad para irnos de aventura juntos, siempre esperando el momento ideal, siempre esperando... te.

— Eras un completo idiota. —suelto al aire, en susurro, como si eso pudiera viajar hacia él.

— No lo era, lo soy. —Respondo, pensando cuántas veces pude tomarle más las manos o robarle un beso, o siquiera decirle por primera vez cuanto la amo.

La Primera Estrella de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora