XII. EL CLUB DE LAS EMINENCIAS.

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Al día siguiente se subscribiría a El Profeta. O robaría un diario.

—¿Cómo se viven las cosas en su casa, señor Black? Luego de que su hermano se declarase traidor temo que la familia haya pasado tiempos dificiles—curioseó Slughorn mientras se servía una bebida que, por el fuerte olor, fue etiquetada como alcohol.

Sage fijó la mirada en Regulus Black. No se parecía demasiado a Sirius, pero sí lo suficientemente como para que los demás los reconocieran como hermanos. Tenían el mismo cabello azabache, pero Regulus lo tenía corto. Sus ojos también eran grises aunque lucían mucho más apagados que los de Sirius. Regulus, a pesar de ser dos años menor que Sirius, aparentaba de su misma edad.

—Oh, amaría escuchar lo que vas a decir, hermano.

Todas las cabezas giraron hacia la puerta de entrada al salón. Sirius Black se encontraba con su sonrísa del millón luciendo más rebelde que nunca. ¿No querías traidores en tú reunión, Slughorn? Bueno, se te ha olvidado avisarle a Sirius.

Sage y Sirius no hablaban desde que la joven le había espetado que no era una traidora. No, en realidad no había terminado ahí la conversación. Sirius había tratado de convencerla de que ella sí era una traidora, por lo que Sage lo había mandado a la mierda. Las últimas dos semanas se habían resumido en efímeras miradas. Ya nada de sonreírse. Sage no era una traidora. Sirius era un traidor. Ahí se explicaba todo.

Al contrario de lo que se esperaba Sage, el profesor se puso de pie y le dio una afable bienvenida al muchacho. Tal vez a Slughorn le gustaba el drama más que a ella. Él mayor guió al muchacho hacia el único asiento libre en toda la mesa redonda: entre Sage y Nott (¿era una sorpresa que quedara un asiento libre entre ellos?). Luego volvió a su lugar dando saltitos, probablemente pensando en la gran pelea que presenciaría.

—Han sido tiempos dificiles—admitió Regulus con la mirada clavada en su hermano—. Sirius nos ha abandonado en el momento más inoportuno, lo que ha terminado de romper a la familia. Pero, todo se rehace, ¿verdad? En estos momentos no hay tiempo para equilibrar a quien se ha caído. Las cosas se reemplazan y, por lo tanto, las personas también.

—Si me pregunta mi opinión, profesor, yo creo que los Black están sumamente más unidos luego de que el trai-Sirius se marchara—comentó Silas.

Sage agradeció tener al lado a Sirius, de otra manera volvería a enfrentarse con Nott por ser tan metido y esta vez ni si quiera lo intentaría con la varita. Un puñetazo duele más que un Crucio, ese sería su nuevo lema.

—¿Y usted, señor Black?—volvió a preguntar Slughorn, pero esta vez dirigíendose a Sirius—. ¿Cómo ha estado desde que se fue de su hogar?

—¿De mi hogar? Aquel lugar nunca fue mi hogar, profesor—se limitó a responder Sirius.

La mirada de Regulus ya no era indescifrable. Era una mirada rota. Una auténtica mirada rota. La mirada que ponía un chiquillo al escuchar a su hermano mayor decirle indirectamente que no lo extrañaba y mucho menos lo quería.

—Permiso—murmuró Regulus antes de ponerse de pie y marcharse.

Sage observó de reojo a Sirius, quien no se inmutó ante la huida de su hermano. Deseaba gritarle que lo siguiera, que tal vez se llevaba mal con sus padres pero ese no era motivo para alejar también a su hermano. Pero permaneció callada. Tanto ella como su familia estaban al borde de un precipicio por el que si caían, no había vuelta atrás. ¿Ella iba a arriesgar a su padre y a sus abuelos? No. Al menos, no por Sirius Black.

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En cuanto la hechicera concideró que era un horario prudente, puesto que no quería ser demasiado obvia, le presentó al profesor la primera excusa que había cruzado por su mente para retirarse. Naturalmente, Slughorn insistió que se quedara unos minutos más, pero Sage estaba decidida a marcharse. Entonces, luego de despedir con sonrísas y abrazos a gente que, en su mayoría, no le agradaba, se marchó.

𝐏𝐎𝐖𝐄𝐑 ϟ 𝐒. 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora