II

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Milo tardo bastante en volver a meter todas las patatas al saco y volver a cerrarlo, miró en todas direcciones pero no vio por ningún lado a la joven insolente que había osado hacerle semejante jugarreta, se echó el saco al hombro y retomó su camino a devuelta a su hogar, la herrería.

Casi a las afueras del pueblo, construida al lado de su casa, estaba la herrería de su padre, desde antes de llegar podía sentirse el olor tan peculiar del humo que salía por la chimenea y al pasar por delante de la puerta se sentía el calor del horno, su negocio servía a todo el pueblo, en especial al rey.

Pero la verdad era que a Milo no le interesaba mucho la herrería, no negaba haber aprendido mucho de su padre, pero su espíritu aventurero no estaba dentro de aquel lugar, si no en el bosque trepando árboles, cazando y teniendo aventuras.

Pudo escuchar firmes martillazos constantes y queriendo evitar entrar allí donde seguramente su padre, su hermano mayor e Isahia, el aprendiz de su padre estarían trabajando, optó por rodear la entrada para ir directamente a su cabaña que era el lugar donde vivía su familia, se sacudió las botas y entro directamente al comedor donde su madre tarareaba mientras bordaba.

-He traído las patatas madre, perdona la demora.

-No te preocupes hijo, te lo agradezco –ella dejó su trabajo sobre la mesa y miró el saco- sí que son bastantes, haré una buena cacerola de sopa y puré que tanto te gusta.

-Eres la mejor cocinera del mundo, madre –Milo tomó un cuchillo que había sobre la mesa- ¿quieres que comience a quitarles las cáscaras?

-Te lo agradecería... pero agradecería más que fueras a ayudar a tu padre –ella lo miró con los ojos entrecerrados.

-Mis hermanos e Isahia ya son de mucha ayuda, yo no hago falta –se sentó frente a ella y comenzó con su labor- ya estuve toda la mañana ayudando.

Su madre negó y retomó el bordado.

-Hijo, aunque no seas el primogénito, sabes que debes ayudar a tu padre...

-Lo hice ¿dime, quién fue el que trajo leña durante todo el día de ayer para mantener el fuego?

Su madre rió y se acercó a besarlo en la mejilla, después vio con asombro como su hijo hacia el trabajo de pelar patatas con tanta agilidad.

-El día que tú y tus hermanos consigan buenas mujeres, serán afortunadas de tener hombres que se manejen tan bien en los deberes del hogar.

-Eso díselo a Cohen madre, ya ha cumplido veintidós años y no está interesado en nadie.

-Ya lo estará cariño, pero encontrar a mujeres dignas de la realeza para unos chicos tan buenos toma su tiempo, incluso pasará contigo algún día.

Milo sonrió y siguió con su tarea mientras escuchaba los martillazos de la herrería mientras contenía una sonrisa irónica, tanto él como sus hermanos no tenían prisa por desposar a nadie y según parecía, iban a tomarse su tiempo para eso.




-¿Cómo que un insolente plebeyo te llamó rana? –casi gritó Isobel y se incorporó de su cómoda posición recostada en la hierba.

-Así como lo escuchan, era un joven grosero y sucio, llevaba con él un enorme saco de patatas así que fui más lista que él y quité el lazo que lo cerraba y tuvo que apresurarse a juntarlas todas.

-Si ese joven fue descortés, tu lo fuiste el doble hermanita –dijo Sylvana que estaba sentada detrás de ella trenzando su cabello y adornándolo con pequeñas flores blancas. -No son modales dignos de una princesa.

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⏰ Last updated: May 29, 2023 ⏰

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Más que un cuento de hadasWhere stories live. Discover now