El gol más pobre del mundo

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No era el sueño de su vida y lo que anhelaba desde chico, pero estaba viviendo un momento inolvidable. A causa de sus malas decisiones, llevo a su pareja y a sus dos pequeños hijos a la ruina, con el triste desenlace de vivir sin un techo y dormir en la calle. Los dos varoncitos tomaban este estilo de vida como un juego, porque no proyectaban un futuro. En cambio, la mujer que en un pasado había visto en él grandes cualidades de las cuales se había enamorado, ahora de su boca solo salían reproches e insultos, haciéndolo culpable de su situación actual. También lo acusaba de alejarla de sus familiares, que le han dado la espalda por continuar la relación a pesar de que todo iba peor con el paso de los días. Ante tantos malos resultados, se declaro en miseria y se consideraba un caso perdido para la sociedad. Esperaba una ayuda milagrosa para poder salvar a sus hijos de ese calvario. Quizás un alma generosa los adopte o les de un hogar, para no padecer las enfermedades que ya se veían desde la esquina por su falta de higiene y la pésima alimentación. Comer desde los cestos de la basura de los restaurantes no era de su gusto, pero ante tanta hambruna, eso era un manjar para su boca, sin importar el estado de lo que ingerían. Para él y quien fue el amor de su vida, creía que estaban inscriptos en la lista de la muerte prematura. Pensaba que, al morir ya lo esperarían en el infierno por aferrarse al fracaso y comodidad, sin buscar una salida. Además, ante la necesidad cometía el pecado de usar a sus hijos de carnada para ganar la compasión de las personas y a cambio recibir dinero para poder alimentarse mejor o dejarse ganar por el vicio del alcohol y cigarrillos de manera egoísta. No valía la pena creer que ellos podían esforzarse para mejorar su calidad de vida, ya que estaban condenados a la pobreza por la eternidad. En las noches que le costaba conciliar el sueño en la cama de cartón, que antes fue la caja que contenía una heladera con frezzer, analizaba la alternativa de quitarse la vida. Hacía años que no compartía una noche abrazados en la cama con su pareja, de manera de consuelo ante tanta desgracia acumulada. No aceptaba la idea de que su descendencia rogara por unas monedas en los trenes o colectivos con el modelo que les brindaba. Tampoco optaba la idea de robar, ya que juro desde adolescente nunca hacerlo. Y aunque nadie creía en su palabra, se auto-convencía que tenía honor y amor propio.

Esa noche, luego de la discusión diaria con ella, camino con prisa hasta la cuadra siguiente. No estaba consiente de donde se ubicaba y de las personas que lo rodeaban. Con la mente en blanco, miraba hacia las alturas y comenzó a llorar. Debido a la suciedad que contenían sus prendas y el mal olor que despedía su cuerpo por no bañarse por días, los caminantes lo esquivaban como en las carreras de obstáculos. La fría indiferencia lo abrazaba y la murmuración se hacía fuerte. No quería morir, tampoco vivir. Esta contradicción lo hacía transitar en una pesadilla que pedía a gritos en su interior que finalice. En el momento que pudo volver en sí, regreso hacía donde se encontraba su familia. Los niños con una sonrisa lo recibían con sus brazos abiertos corriendo de prisa hacía él, con el grito de papá. Por primera vez, desde que se encontraban en situación de calle, ella sonrió al verlos en un abrazo sincero. Este duro un minuto aproximadamente. El primogénito lo invito a jugar al fútbol con una lata de cerveza como pelota. Él accedió sin dudarlo. El enfrentamiento era los hijos contra el padre, para tener más paridad. Mientras se desarrollaba el juego, se escuchaban los gritos y risas de los menores, que se tomaban este compromiso como si jugaran la final de la copa del mundo, representando a su país. En un momento, él fingió estar distraído y dejo sus piernas abiertas. El pequeño aprovecho la oportunidad, paso el balón de aluminio entre ellas y corría en soledad para convertir el gol del triunfo. Del otro lado, su hermano se apresuraba para patear también y ser protagonista de la gloria. Ambos chocaron sus cuerpos al patear al mismo tiempo a la lata de 355 ml totalmente abollada por los puntapiés recibidos. Fue gol, hecho en un arco de poste de luz y cesto de basura, que abrazaba una red imaginaria. Ambos se levantaron con el pecho inflado de adrenalina, para desahogarse con el grito y finalizando el festejo con un abrazo. Allí se los veía, oído con oído, las palmas colocadas en la espalda del otro y con los ojos llenos de luz. Él los veía y se llenaba de orgullo por ellos. Soltó un llanto, pero en esta ocasión, de felicidad. Por unos minutos olvidó todo su pasado y decidió disfrutar de ese presente. Volvió a creer que tendría alguna oportunidad en la vida, ante tan hermoso regalo que le estaban dando sus hijos. 

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⏰ Last updated: Jun 29, 2019 ⏰

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