—¡Quiero uno de esos! —exclamó la voz chillona de la pequeña rubia, señalando un algodón de azúcar.

Maizak sonrió suavemente, y fue hasta el puesto, comprando dos. Uno rosa para la niña, y otro celeste para Ayrata. Le entregó el algodón a Shana, y ella lo tomó emocionada, corriendo hasta una hamaca para comerlo.

—Es para tí, pruébalo —le dijo con una suave sonrisa a Ayrata.

—Gracias —pronunció bajo, tomándolo, rozando sus dedos con los de él.

El rubio la miró curioso, y le luego sonrió, quitándole un poco de algodón, antes de ir hasta Shana, que lo estaba llamando para que la empujara.

Y Ayrata se sentía frustrada ¿Por qué no podía actuar rápido esa inyección?

***

Iban de camino a buscar algo para comer, cuando Maizak sintió la incomodidad de Ayrata. Al parecer, los demás machos ya podían oler el aroma de ella.

Miró molesto a un grupo de hombres que pasaban junto a ellos, y abrazó a la castaña con uno de sus brazos, y tomó a Shana con su mano libre.

La niña lo miró, y sonrió, tomando su mano.

—Mai, yo quiero comer hamburguesa.

—De acuerdo, iremos a comprar hamburguesas entonces —sonrió.

Sintió que Ayrata entrelazaba sus dedos con los suyos, y como su corazón comenzaba a latir con fuerza. Ese dulce aroma, no sabía ya cuánto más podría soportarlo.

Fueron hasta un local de comidas rápidas, y al sentarse, ella no lo soltó de la mano, continuó sujetándola, por lo que no le quedó más que sentarse a su lado.

Maizak le pidió al camarero las órdenes, y Shana se entretuvo coloreando un libro de dibujos infantiles, que le habían dejado junto a unos crayones, mientras esperaban sus órdenes.

Se aclaró la garganta, y miró a Ayrata, con una suave sonrisa.

—¿Cómo te sientes?

—M-Mal —susurró, para no preocupar a Shana—. Siento mi cuerpo quemar.

—Creí que esa inyección funcionaría.

Lo miró a los labios, y soltó la mano de él. Necesitaba alejarse.

—Ahora regreso, iré al baño. Cuida a Shana por favor.

—Claro —le dijo confundido.

La castaña se escabulló rápidamente, y Shana no le tomó mucha importancia. Estaba entretenida con sus crayones.

Unos minutos después, les trajeron sus hamburguesas.

—¡Sí! —exclamó ansiosa.

Maizak rio bajo, y la ayudó a tomar su hamburguesa, sin que se le cayera. Miró hacia los baños, y se sintió preocupado. Ya habían pasado unos diez minutos, y Ayrata no regresaba.

Tomó una papa, y se la llevó a la boca. Esperaría unos cinco minutos más, y si la castaña no volvía, iría a buscarla. Mientras tanto, continuó pintando con la niña.

—¿Y Ayra? —preguntó Shana, al ir por la mitad de su hamburguesa.

Él miró nuevamente hacia los baños, y luego le sonrió a la niña, para no preocuparla.

—Iré a buscarla, pero tú te quedas aquí ¿De acuerdo? No te muevas ni te vayas con nadie.

—Bien ¿Puedo comerme tus papas?

—Sí —sonrió, dándole una caricia en la cabeza—. No te muevas de aquí, Shana, ya regreso.

—De acuerdo —sonrió la niña.

Maizak se fue rápidamente hacia los baños, y entró al de mujeres.

—Ayra ¿Estás aquí?

Sintió unos delgados brazos rodeándolo desde atrás, y al girarse, ella se apoderó de sus labios, en un hambriento beso, que él correspondió.

Se abrazó a él, pasando sus brazos por encima de sus hombros, y Maizak la sujetó de las caderas, pegándola a su cuerpo, y la puerta detrás de ella.

La cerró, y Ayrata enredó sus piernas alrededor de su cintura, al sentir que él la tomaba por debajo de sus muslos. Produjo un sonido suave, y él gruñó, apretándola contra su entrepierna, sin dejar de besarla.

Ayrata lo sujetó por la nuca, de su cabello, y respiró pesado, al sentir que él bajaba hacia su cuello.

—Tuya —pronunció en un tono bajo, suave, acariciando su mejilla con la de él—. Quiero ser tuya.

—Ayra —gruñó.

Ella produjo un sonido leve, casi un llamado para él, que le pedía lo mismo.

—Tuya —susurró casi en una súplica, rozando sus labios con los de él.

Guió una de una manos hacia su trasero, y lo apretó suavemente. Sabía que no podía hacerlo, ella no estaba pensando con claridad.

...

MaizakWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu