DESTINO.

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Tranquila estaba, superando mis últimas batallas, sin esperar nada, ni a nadie, durmiendo con la resignación en la misma cama.

Pero el bendito destino, que le gusta jugar con uno, llega y me zarandea, plantando frente a mi una hermosa sonrisa, unos ojos profundos y una boca color fresa.

Le digo:

-Destino, no puede esto ser realidad.

-Me responde:

–Escucha a tu corazón, no desea crédito a la razón.

Como una gota en la inmensidad del océano, me perdí, me deje llevar por la fuerza de la marea, esa sonrisa me decía que me amaba y yo le creí.

Pero una tormenta llegó, leve, pero con el suficientemente viento fuerte que dejo ver el fondo del mar, donde yacían resabios de amores pasados.

Amores que no se podían olvidar, causando heridas en el corazón de aquellos ojos transparentes, que lágrimas vertian por el.

En ese momento fui consciente de la fragilidad de los sentimientos, y de las ilusiones que nos creamos.

La boca color fresa, me expreso:

-Me gustas, pero no me puedo dar completa, porque aún le amo.

Ese fue el final de una breve historia.

Sonreí, una vez más el Destino se volvía a reír de mí.

Sonreí, una vez más el Destino se volvía a reír de mí

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