Capitulo: Los ojos

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-¿Eh? No... yo... no creo -el guerrero negó con la cabeza visiblemente nervioso.

-Si se infecta será peor -y esta vez no esperó a que el rechazara su ayuda, dio dos pasos acercándose y su mano se dirigió a la piel que le cubría, tirando de ella, apartándola. El la miró con los ojos abiertos de par en par, pero no se movió. Kristal aparto la tela que cubría la herida y frunció el ceño. -Hay que lavarla y ponerte algo.

Todo quedó en silencio y el gruñido retumbo tras ella. Vio al guerrero tensarse, tragando saliva, se giró y miró al lobo. Parado a unos pasos de ellos, mirando al hombre, miró a su alrededor y vio a todos quietos, observando al lobo.

-No pasa nada -Kristal se giró, estirando la mano hacia él -Tranquilo. -el animal dejó de gruñir, pero permaneció mirando al guerrero, con las orejas levantadas. Se giró y se dirigió hacia otro guerrero que sostenía los cuencos y vasos. -¿Me das uno de esos? -señaló los cuencos y el hombre la miró sorprendido, miró los cuencos que sostenía y de nuevo a ella. Rápidamente le tendió uno. -Gracias -y se alejo en dirección al riachuelo. Llenó el cuenco con un poco de agua y después se dirigió al caballo de Aidan, donde en una de las alforjas, estaba guardada su bolsa. La tomó y regreso junto al guerreo que permanecía como una estatua, vigilado por el lobo. -Siéntate -le habló, sentándose ella en primer lugar sobre un grueso tronco que había cerca del fuego. Él dudó durante unos minutos mirando al lobo, finalmente se sentó a su lado. Apartó la tela y tras lavar la herida con un poco de agua, le puso un poco de su ungüento, para ayudarla a cicatrizar -Mañana la revisare de nuevo, si se infecta...

Pero el gruñido del lobo la sobresaltó. Se giró para verlo, con una pata alzada hacia delante, los colmillos mostrándose y su mirada furiosa, feroz. Frunció el ceño, observando los ojos del lobo, había algo en ellos, algo muy familiar. Entonces el lobo la miró, dejo de gruñir y se miraron durante unos segundos, hasta que él aparto la vista, mirando hacia el fondo.

Lo sintió. Sintió su mirada puesta en su espalda y se giró rápidamente, encontrándose con sus ojos. Aidan estaba allí, parado con varios conejos en una de sus manos y la mirada fija en ellos. Su mirada, sus ojos...

El guerrero se apartó rápidamente de ella, deslizándose por el tronco y cayendo hacia atrás, se levanto rápidamente y prácticamente huyó. Ella le observó sorprendida. Cuando volvió a mirar a Aidan, el caminaba hacia ella, entregando los animales cazados a otro guerrero, que con una daga en su mano, se alejo, claramente para despellejarlos. Se levantó y esperó, esperó a que él llegara a su lado.

Aidan se paró a solo un paso, mirandola.

-Necesita que le atienda la herida para que no se infecte -al hablar, vio como él miraba al guerrero, que estaba al otro lado, escondido entre el grupo de guerreros. El lobo se acercó a Aidan y pasó por su lado, dirigiéndose al bosque. Él volvió a mirarla, se quitó la piel que cubría sus hombros y la deposito sobre el tronco, para que ella se sentara. Kristal dio un paso hacia él, su mano se movió sola, alzándose hasta tocar la tela que cubría su pecho, apartándola un poco para ver el corte que había vislumbrado al quitarse las pieles. -Está infectada -alzó sus ojos, encontrándose con los de él, con la profundidad y la intensidad que la miraba. Volvió a mirar su pecho y sin saber porque, su cuerpo actuó solo. Tomó la mano de él y tiró de su cuerpo, sabiendo que no tendría fuerza suficiente para llevarle, pero consciente de que él se dejaba guiar. Se sentó en el tronco, tirando para que tomara asiento a su lado. Soltó su mano y dudó unos segundos, antes de volver a tomar la tela. Le miró y sin poder apartar la mirada de sus ojos, tiró, apartándola, para dejar expuesto parte de su pecho. Bajó la vista, sus dedos temblaron, recorriendo la piel alrededor de la herida, sintiendo su pecho inflarse, como si hubiera inspirado aire. Volvió a mirarle y el Frío tenía los ojos cerrados. El sonido de cuencos cayendo al suelo sobresalto a ambos. Kristal se giró para encontrarse con un guerrero, mirandola con la boca abierta y los cuencos en el suelo. El hombre miró a Aidan y recogió todo rápidamente y nervioso se alejó. Se movió para mirarle y de nuevo sus ojos estaban puestos en ella. Buscó en su bosa y tomo el pequeño tarro, lo abrió y vertió unas gotas en su herida. Sabía que no haría nada, ni un gesto, una queja. Había visto a guerreros gemir y gritar cuando vertía ese liquido para limpiar la infección de las heridas, pero sabía que él no se quejaría. Ni siquiera se movió. Fue consciente del ruido tras ella, mirando de reojo al hombre que acababa de poner la carne en el fuego y que evitaba mirarles. Se giró tomando el cuenco para ir en busca de más agua, pero entonces el guerrero que ella había atendido antes, se paro ante sus ojos, tendiéndole otro cuenco con agua. Le sonrió asintiendo -Gracias -y tomó el cuenco, volviendo a concentrarse en lavar la herida. -Mañana volveré a curarla -habló tirando de la tela para volver a tapar la herida -Deberías haberla curado antes de que se infectara. -tiró el agua y guardo sus cosas en la bolsa y entonces las manos de él estaban sobre las de ella. Sus fuertes manos, su piel áspera, pero cálida, estaba acunando sus manos, dándoles calor. Kristal miró sus manos unidas y después a él. Entonces un guerrero se paró ante ellos, con dos cuencos con comida. Aidan tomó un cuenco y lo colocó en las manos de ella, después tomó el suyo.

Los guerreros se acercaron a la hoguera, todos tomando sus cuencos, pero algo alejados de ellos.

Para Kristal no pasó desapercibida, como miraban cautelosos al Frío y también sorprendidos. Parecía que dudaran de estar tan cerca. Se removió en el tronco y sintió el muslo de él, tocando el suyo. Su mano quedó suspendida con el trozo de carne entre sus dedos, mientras giraba el rostro para mirarle. Aidan la estaba mirando de nuevo, pero esta vez miraba su boca, sus labios. Se preguntó si tendera algo de comida en ellos, y paso la lengua despacio, limpiándolos y el apartó la vista.

Cuando Kristal se incorporó, habiendo terminado, un guerrero se apresuró en tomar el cuenco de ella y pronto Aidan estuvo de pie a su lado. Sintió su mano de nuevo tomando la suya y la guió hasta debajo de uno de los arboles. Se pararon allí y ella observo como el extendía pieles en el suelo, y dejaba otras dos sobre estas, para que se cubriera.

-Yo -le miró, cohibida -Necesito algo de intimidad.

-El te cuidara -Aidan habló mirando tras ella.

Kristal se giró y vio al lobo a unos pasos, como si estuviera esperándola, giró el rostro para mirar a Aidan y tras unos segundos se alejo, caminando hacia el animal.

Se adentró en el bosque, siguiendo al lobo y se preguntó si parecería demasiado tonta, siguiendo a ese animal salvaje por un bosque. Cuando el lobo paró, ella lo miró unos segundos, finalmente dio un paso hacia los arbusto y frunció el ceño al ver que él la seguía.

-No -y dudo unos segundos, mirando al lobo -Tu espera aquí. -siguió mirandolo, preguntándose si la entendía. Dio un paso y él la siguió. Extendió el brazo y su mano tocó su cabeza acariciándolo -Necesito privacidad, no vas a venir conmigo. -se aparto y dio un paso, viendo que no la seguía, suspiró aliviada. -Espérame aquí -y se adentró tras unos arbustos.

Cuando Kristal regresó, el lobo la estaba mirando en el mismo lugar, parecía no haber movido ni un musculo. Caminó de regreso al campamento, con él a su lado y cuando llegó, se cruzo con uno de los guerreros que vigilaba. El asintió apartándose y mirando al lobo de reojo.

Se adentró en el claro, viendo al grupo de guerreros al otro lado, alrededor de la hoguera hablando. Caminó hacia las pieles que Aidan le había preparado y se sentó sobre ella, bostezó, sintiendo entonces el cansancio acumulado en su cuerpo.

Tomo las pieles para taparse y notó el calor en su costado, viendo al lobo acostarse junto a ella. Lo miró sorprendida, giró el rostro hacia el otro lado y vio al Frío, mirandola. Se preguntó si se acercaría, se preguntó donde dormiría el.

Pero entonces le vio girarse e internarse en el bosque.

Se tumbo junto al lobo, acurrucándose bajo las pieles y junto a su calor y pronto, el sueño la venció.



Todo estaba en silencio.

El silenció de la noche.

Solo roto por el crepitar de las llamas y el sonido de algunos búhos.

Cuando Aidan se adentró en el claro, el grupo de hombres que permanecía despierto le miró sorprendido, el los miró y todos asintieron.

El lobo alzo la cabeza, mirándole en la lejanía. Se deslizó bajo las manatos y tras mirarle una última vez, se internó en el bosque, mientras el caminaba hacia ella. 

Los Hijos de Las Highlands.Where stories live. Discover now