—B-Bien, hablaré con el doctor Fernández, para conocer su opinión sobre tu estado de salud —pronunció sin poder salir del asombro.
—No, yo voy hoy —le dijo sentándose—. Estoy en todas facultades para decirlo. Quiero que den alta voluntaria, es derecho mío. No presento riesgo sanitario para demás, no padezco ningún tipo enfermedad que impida salir aquí.
Ella lo miró desconcertada. ¿Cómo él sabía todo aquello? Se suponía que era un hombre más de la isla ¿Cómo tenía conocimiento sobre su derecho a un alta voluntario?
—De acuerdos, iré a hablar con el doctor.
—Quiero ir contigo.
—Mai, lo mejor será que esperes aquí ¿De acuerdo? Regreso en un momento —pronunció preocupada.
Sólo esperaba que no la culparan por aquella decisión del muchacho. O creyeran que ella le había informado sobre aquello.
***
—¿Cómo que quiere el alta voluntaria? ¿Qué fue lo que le dijiste, Isabella? —pronunció molesto el médico, de alrededor de cincuenta años.
—Nada, no le dicho nada, él... Simplemente empezó a hablar nuestro idioma, y me dijo eso. Qué él no va a seguir un día más aquí, que se quiere ir hoy.
—Eso es imposible, él ni siquiera sabe pronunciar una palabra ¿Y ahora dices que habló contigo? Creo que hablaré con el director y le pediré que tú-
—¡Pero es la verdad! —Exclamó exasperada—. Quizás con ustedes no quiera hablar, pero él me pidió irse de aquí. Yo no he hecho nada malo.
—Conoces muy bien tu trabajo, y lo que puedes y no hacer.
—Jamás me involucraría con uno de mis pacientes, si eso insinúa, doctor Fernández —pronunció molesta—. E independientemente de lo que usted crea o quiera, él está en su derecho de irse de aquí.
Luego de aquella discusión, Isabella y el médico fueron hasta la habitación de Maizak, donde el muchacho estaba en una silla de ruedas, ya con ropa normal, y esperando a que le trajeran el alta para poder firmarla e irse.
—Maizak, la señorita Aranda me ha informado de tu pedido para irte ¿Es eso cierto? ¿Comprendes lo qué quieres?
—Sí, yo querer ir —pronunció con un acento un tanto peculiar, y una sobre pronunciación de las r.
El médico lo observó sorprendido, en verdad él podía hablar.
—De acuerdo ¿Pero entiendes que si te quedas un poco más, tú-)
—No, yo querer ir hoy, ahora. No quedar más aquí.
El médico suspiró, y asintió con la cabeza.
—De acuerdo, preparé tu informe, y además, deberás seguir concurriendo aquí, ya que debemos seguir tu progreso, y... Continuar con tu rehabilitación —explicó antes de salir de la habitación.
—Está bien.
Isabella observó al muchacho, y sonrió.
—Bien Mai, no sabía que podías hablar ¿Por qué no lo hiciste antes?
—No saber ni entender bien idioma —pronunció serio.
—Mai ¿Cómo lo aprendiste? ¿De dónde vienes tú?
—No poder decir.
—¿Por qué? —le inquirió curiosa.
—No poder —repitió.
—Mm, de acuerdo —sonrió—. Y me alegra mucho saber que ya te encuentras mejor, que quieras salir de aquí, y además, puedas hablar un poquito nuestro idioma. Eso facilitará muchos las cosas.
Él la observó en silencio. No había entendido todo lo que le había dicho, ya que la morena había hablado muy rápido. Pero sí había comprendido que estaba alegre por él.
