FRAGMENTO 9

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¿Cuán abatido puede estar un corazón?, ¿Cuán pueden ser interminables las noches de dolor?, ¿Cuán incalculables pueden ser las ganar de volverte a ver?, eran los pensamientos que pasaban por la cabeza de Candy mientras caminaba por la cubierta del barco que la llevaría hasta Londres. A pesar de ser invierno y de ir en medio del frío océano Atlántico ella había decidido dar un paseo a solas, en el salón principal del lujoso navío se llevaba acabó la celebración de Año Nuevo, gente sonriéndole hipócritamente solo por ser la hija adoptiva de William Albert Andley pero que en su ausencia se llenaban la boca con pésimos comentarios despreciando y desprestigiándola, en parte gracias a Elisa Legan que no dejaba de culparla por la muerte de Anthony. La noche de Año Nuevo estaba siendo más melancólica que de lo que había pensado, cada uno de los recuerdos con Anthony legaban a golear su lastimado corazón, sobre todo cuando escucho de las palabras de esa mujer decir la frase – si Anthony Brower no hubiera puesto los ojos en ti no estaría muerto – Candy quiso contestarle como se merecía esa refinada dama de sociedad – ¿Quién era ella para juzgar el que Anthony se haya fijado en mí? – pensaba Candy mientras sacaba el aire que había contenido en sus pulmones, una punzada ataco su pecho pero no supo si se debía al frío que había entrado a sus pulmones o los devastadores recuerdos de meses atrás cuando el joven que amaba había dado su último respiro entre sus brazos. Inconsciente apretó la falda de su elegante y fino vestido color azul zafiro - No fue mi culpa – musito entre dientes, casi de inmediato una lágrima resbalo por una de sus pestañas, en ese momento sintió la necesidad de ir a su camarote a soltarse a llorar por su pena, fue que reacciono y se dio cuenta de que se encontraba ya en uno de los pasillos exteriores del barco - ¿Cómo llegue hasta aquí? – Se cuestionó para sus adentros – que frío hace – rodeo su cuerpo con los brazos, exhalo dejando el cálido aliento de sus labios – parece un paisaje de ensueño – susurro al verse envuelta entre la neblina y la atmosfera nostálgica que habían creado sus pensamientos, por un instante le pareció escuchar una apenas perceptible respiración seguida de un sollozo lleno de lamentación - ¡Oh, Anthony!, tengo la impresión de que en cualquier momento aparecerás entre la densa bruma – Candy sentía que su corazón se estaba acelerando de manera abrupta – por favor dios mío déjame verlo una vez más – fueron los deseos que invadieron el alma de Candy, que seguía con la mirada fija en un punto entre la niebla - ¡Anthony! – susurro la rubia al darse cuenta de que por más que lo deseara su amado no vendría, en ese instante la neblina comenzó a disolverse con el soplar de la brisa del Atlántico, antes los ojos de Candy apareció una silueta masculina que estaba recargada en la baranda del barco, sus manos la apretaban con fuerza - ¡Dios mío, es Anthony! – Candy sintió que la sangre se le helaba al ver de espaldas la figura masculina de un chico, llevaba puesta una camisa blanca y un pantalón negro, en uno de sus antebrazos colgaba el saco del traje - ¡No, no es Anthony! – Candy sintió una gran decepción – es mucho más alto que él, su cabello es castaño y semilargo – pensaba ella, fue entonces que se percató de que los ojos de aquel muchacho estaba inundados de lágrimas y tristeza – ¿Por qué llorara? – Se cuestionó para sus adentros – creo que sido inoportuna – con suavidad dio la vuelta para marcharse, en ese instante la sirena del barco resonó en el inmenso lugar perdiéndose poco a poco en el horizonte, fue que el muchacho salió de sus pensamientos y reacciono al escuchar las pisadas en la duela de madera.

- ¿Quién está ahí? – pregunto una masculina y joven voz, Candy no pudo hacer otra cosa más que detenerse ante el cuestionamiento del chico.

- Lo siento no quería interrumpirlo – Candy siquiera lo volteo a ver ante la vergüenza de haber sido descubierta espiando una escena tan íntima pero no había sido culpa de ella ¿Cierto?, simplemente fue casualidad – pero ya me iba no quise interrumpirlo en un momento tan íntimo – dijo ella sin pensarlo, el joven se sorprendió del comentario de la joven, había sido descubierto en un modo que no deseaba que nadie lo viera, por un momento sintió rabia apretó los puños de sus manos para contener los sentimientos de enojo que lo estaban invadiendo, ella aun le daba la espalda – no quise verlo llorar – dijo Candy para terminar la frase, lo siento – se disculpó y al fin se animó a darle la cara, volteo con cierto temor y un poco de vergüenza, trato de sonreír para disimular su incomodidad, los ojos del joven se abrieron como plato al ver a la chica.

- ¡Ja, ja, ja, ja!, "yo" llorando – el joven comenzó a reírse de ella – no habrá sido al revés – dijo esbozando una gran sonrisa, él había notado los ojo enrojecidos de la joven era obvio que también había llorado – o tal vez me equivoco y lo estoy confundiendo con su bronceado – ja, ja, ja – se seguía burlando – parece un camarón tostado – a Candy se le había subido el color a las mejillas como era posible que le dijera semejantes cosas.

- Pues prefiero tener la piel tostada que transparente como un fantasma – le respondió ella frunciendo el gesto.

- ¿Qué son esas cosas que tiene sobre la cara? – el joven se acercó a ella – parece que le exploto una fresa y la salpico – la miro con altivez - ¡Oh son pecas! – expreso asombrado.

- Pues sí, son pecas y si por mí fuera tendría más – Candy en verdad se sentía irritada ante las burlas – me parece que usted está celoso de no tener ni una sola peca – Candy esperaba poder callar sus burlas.

- ¡Uy, uy! – el joven se acercó más a ella – y supongo que para tener esa nariz tan respingada te has de golpear con la puerta muchas veces – enarco una ceja altiva.

- Sí, lo hago todos los días para que no pierda esta forma – Candy toco la punta de su nariz con el dedo índice – y lo seguiré haciendo porque me gusta mucho mi nariz – puntualizo.

- ¿Y si choco mi nariz contra la suya? – el joven acerco su rostro para quedar frente al de ella – o qué tal que chocamos nuestros labios – se mordió el labio inferior.

- ¡Es usted un...! – Candy se hizo hacia atrás, su mano derecha ya estaba en pose de defensa para plantarle una bofetada si se atrevía a más.

- Señorita está usted ahí – dijo una conocida voz para Candy.

- CAdiós señorita pecosa – el joven dio la vuelta, levanto una mano para hacer una ademán de despedida.

- Estúpido – dijo Candy entre dientes como para que George no escuchara su vocabulario.

- ¿Sucede algo señorita Andley? – George al fin apareció frente a ella.

- No, nada – Candy trato de sonreír para disimular su enojo.

- Quiere que la acompañe a su camarote – dijo aquel hombre de apariencia pulcra.

- No gracias, me dieron ganas de regresar a la fiesta – dijo ella mientras daba la vuelta para marcharse.

- Tuvo usted algún contratiempo – George parecía adivinar que Candy había estado con alguien.

- Sí lo dice por ese joven – Candy apretó los labios de solo recordarlo.

- Tuvo algún contratiempo con el joven Grand... - George estaba por decir su nombre.

- No – Candy lo interrumpió – es alguien que al menos para mí no vale la pena ni recordar, no sé cómo pude confundirlo con él – volvió a recordar a Anthony, su semblante cambio de inmediato, George sabía bien a quien se refería con la palabra "él" – vamos al salón George – dijo ella con una amplia sonrisa intentado disimular la tristeza que llegaba a golpearle el corazón de nuevo. Ella camino con rumbo al salón del barco mientras que George se había quedado tratando de adivinar qué era lo que había pasado minutos atrás, volteó a donde se había dirigido el chico, al terminar el pasillo se podía dar vuelta para una de las entradas a los camarotes a pesar de la ligera neblina noto que alguien estaba escondido en esa esquina pues se podía apreciar la punta de los zapatos – que espera George – se alcanzó a escuchar la voz de ella, el hombre dio la vuelta y acelero el paso para llegar a donde Candy, caminaron uno del lado del otro mientras unos penetrantes ojos agua marina los miraban alejarse.

- Así que eres la misma señorita pecosa de Central Park – dijo aquel joven en un hilo de voz mientras en sus labios se dibujaba una traviesa sonrisa.

FRAGMENTOS... EAREWhere stories live. Discover now