DAENERYS (1)

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La nieve se fundía con su cabello, cayendo en ondas sobre su espalda y estrecha cintura, rozando las caderas. Las hebras blancas trenzadas eran la tiara perfecta que adornaban la cabeza de Daenerys, y muchos de los norteños no comprendían cómo era que la autoproclamada heredera de los Siete Reinos no llevaba una corona. Sus Dothrakis, por otro lado, sabían que una Khaleesi no necesitaba un pedazo de metal dorado para reinar sobre los hombres que vivían más allá de Mar Angosto, pues sus decenas de trenzas, y su vasta cabellera plateada, jamás cortada, era el símbolo de su poderío y de sus continuas victorias.

—El Norte es áspero, tal cual dijiste —le habló Dany a Jon, quien caminaba a su lado entre las trincheras cubiertas por la nieve y las tiendas de los refugiados que se levantaban a las afueras del muro de Winterfell. Desde la distancia, la Targaryen miraba a Davos y a Tyrion en medio de una taimada conversación.

Jon sonrió y bajó la mirada al suelo. Aquel gesto suyo provocaba un sinfín de emociones en Daenerys, quien también sonrió como si de una adolescente, inocente y enamorada se tratara.

—Los norteños somos testarudos, Su Alteza —respondió el bastardo de Winterfell.

—Y aún así, algunos de ustedes doblaron su rodilla por mí —habló la Targaryen en un intento de erguirse por encima de Jon Snow; intento que se vio frustrado porque el joven de sangre Stark era mucho más alto que la pequeña dragón.

—Espero que muchos de ellos pronto puedan ver lo magnífica que eres, Dany. Entonces será cuando todo el Norte te jurará lealtad —le sonrió Jon.

Ambos habían acordado no parecer cercanos ante los ojos de las otras gentes, pero era inevitable no caer por esa sonrisa de Jon, o por los hoyuelos que se le hacían a ambos lados de esos carnosos labios que la Khaleesi tanto ansiaba. Desde hacía ya varios meses, Jon y Daenerys eran mucho más que simples aliados políticos, sino que el dragón y el lobo tenían la pecaminosa manía de batallar entre las sábanas de una cama cada noche, hasta que uno de los dos se rindiera bajo el dominio del otro. Con frecuencia, era Daenerys quien conseguía domar al lobo, pero Jon provocaba sensaciones terribles en la Targaryen tan solo con el tacto de su piel.

—¿Por qué estás tan silenciosa? —preguntó Jon al ver que la joven caminaba a su lado con los ojos violetas perdidos en el cielo. Ante la interrogante del muchacho, la Targaryen le regaló una mirada y entrelazó sus dedos a la altura de sus codos, como generalmente hacía cuando iba a responder una pregunta.

Dany pasó sus manos por su infértil vientre y, justo como si se tratase de un reflejo involuntario de su cuerpo, o como la añoranza de lo que una vez pudo ser y nunca fue, la muchacha sintió que algo se retorciera en su frío útero. El rostro de la Nacida de la Tormenta se tornó serio y pálido, y sus amplios ojos se cristalizaron por sus nacientes lágrimas. En su garganta se formó un nudo que le impedía hablar o sollozar y sus manos comenzaron a temblar, justo como lo hicieron cuando Mirri Maz Duur le dijo que había sacado de ella el cadáver de un demonio con alas de murciélago y repleto de gusanos que se alimentaban de él.

—¿Qué sucede, Daenerys? —preguntó Jon. El de los cabellos negros enrolados difícilmente llamaba a la Targaryen por su nombre completo y cuando lo hacía, era solo muestra de su preocupación.

—Yo solo… Yo… —balbuceó la Reina.

En su mente se levantó un viejo recuerdo: Si miro hacia atrás, estoy perdida”. Aquellas palabras danzando en su cabeza, y el incongruente movimiento en sus entrañas, le recordaron el día que perdió a su hijo nonato, Rhaego; el mismo día que perdió a su Khal y a su pueblo.

—¿Daenerys? —le llamó nuevamente Jon. El rostro del muchacho comenzaba a palidecer al ver la expresión horrorizada de la Mhisa de los Inmaculados y entre sus dedos sostuvo las manos temblorosas y frías de la Targaryen.

The Last War [Game of Thrones Season 8]Where stories live. Discover now