Guerra de niñeros

Capítulo 2: "...y luego los Morgan"

Walter

Cuando entro por la puerta principal de la casa de los Morgan el lugar está hecho un total desastre. Ha empezado el verano y en cuanto esta época del año se acerca los chicos se ponen locos. Tan locos como para poner toda la casa patas arriba, con pistolas Nerf por todas partes, cartones de leche vacíos, cajas de pizza aquí y allá, carátulas de videojuegos junto a la consola y un montón de manchas en la alfombra, de diferentes sustancias que realmente no quiero averiguar.

—¿Listo para empezar? —me pregunta el señor Morgan desde la cocina. Aparece en la sala usando como siempre una corbata.

El señor Connor Morgan es pediatra, divorciado y viudo también y con seis hijos que cuidar y alimentar. Él se las arregla. Es alto, de cabello canoso y expresión estricta, pero con la sonrisa de un padre.

—Como siempre ¿qué pasó aquí? —le pregunto caminando entre el desastre en el piso—. ¿El apocalipsis o qué?

—Algo parecido —se arregla las mangas de la camisa y luego se pone la el saco—. Fin de clases.

Me río un segundo.

—La señora Lowell vendrá luego a limpiar —me avisa antes de tomar su maletín del sofá—. Ya sabes que hacer —se acerca a mí y me da una palmada en el hombro—. Adiós Walter, volveré a las doce.

El señor Morgan sale de la casa y yo subo las escaleras, tomando el altavoz que está tirado en el quinto peldaño de la escalera, lo enciendo y camino por el pasillo. Primero entro a la habitación de Nick y Michael. Son los varones menores, Michael tiene siete y Nick ocho. Los veo dormidos plácidamente en sus respectivas camas a cada lado de la habitación y sonrío.

—¡Hora de despertar! —grito a través del altavoz.

Nick levanta la cabeza y la gira como un búho. Michael es más inteligente y se cubre la cabeza con la almohada.

—En cinco minutos los quiero arriba. Voy a hacer el desayuno —aviso y ellos gimen con fastidio en respuesta.

Camino por el pasillo hacia la siguiente habitación. Es la de Bruno, el mayor, de dieciséis. Giro el altavoz en mi mano y abro la puerta. Vuelvo a gritar lo que le grité a Nick y Michael. Él levanta su mano y saca el dedo del medio. Me río y continúo mi camino. La siguiente habitación es la de Henry, de trece. Abro la puerta y lo miro, está boca abajo y tiene la cabeza del labrador sobre el trasero. Rochon es un perro fiel, siempre está detrás de Henry.

Grito lo mismo, dos veces y Rochon le jala los pantalones a Henry.

Dejo la puerta abierta y me dirijo a la de en frente. Es la habitación de las chicas. Abro la puerta con cuidado y echo un vistazo. Jordan está plácidamente dormida en su cama cerca de la cuna, tiene once años. En la cuna se encuentra Chandler, de once meses. Dejo el altavoz en el piso y me acerco a la cama de Jordan. La sacudo y poco y ella se ríe.

—Buenos días —canturreo.

—Buenos días —me dice y bosteza.

La dejo dormir un poco más y voy con Chandler. Está despierta ya, parada en su cuna y me mira, feliz y sonriente. Extiendo mis manos hacia ella y la tomo. La saco de la cuna, sus manitas van directo a mi pelo. Lo he dejado largo últimamente, por lo que Chandy jala y se ríe. Para ella parece ser divertido, así que la dejo jugar.

—¿Puedo dormir un poco más? —me pregunta Jordan batiendo sus pestañas y haciendo puchero.

Ella sabe que ni siquiera tiene que pedirlo.

—Por supuesto, princesa.

Salgo de la habitación con Chandler y los chicos se reúnen conmigo en el pasillo.