Ayleen

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Capítulo 1

Londres, Inglaterra

Aquella mañana del mes de Noviembre se hizo eterna para Ayleen Hartford.

El viento gélido proveniente del norte acariciaba sus mejillas haciendo que sus emergentes lágrimas resbalaran por ellas. Sus labios trémulos y temblorosos no dejaban de castañetear no por el viento que azotaba con fuerza aquel día, sino por el pesar y la tristeza que la embargaban.

Cubierta con un oscuro abrigo con capucha apenas se la podía distinguir entre la multitud de personas que se agolpaban a las puertas del cementerio. Su cara, apenas visible y oculta por unas gafas grises dejaba entrever su pena.

Su abuela, cuyo nombre ella llevaba en su honor, había fallecido la noche anterior, víctima de otra embolia de la que no pudo conseguir salir. Llevaban tiempo esperando esta muerte anunciada. Hacía dos años que tuvo la primera y desde entonces ya no fue la misma persona, a veces contaba cosas de las que no eran capaces de saber si fueron ciertas o eran inventadas y maquinadas por su mente ya degradada, lo cierto es que siempre hablaba de un error cometido, algo que yo no entendía por aquel entonces, pero que llegaría a hacerlo en su debido momento.

Su madre era un mar de lágrimas y su padre la llevaba casi en volandas. El ataúd hizo su entrada triunfal seguida de todos ellos, coronada con variados ramos de flores y el acto de enterrarla y dar las oraciones habituales hizo que todos los asistentes incluidos los curiosos abandonaran la zona poco a poco dejando a la familia y allegados solos con su dolor.

Ayleen era escritora, trabajaba en Londres para una editorial muy famosa, cuyos lectores eran muy exigentes. Estudió historia y ciencias políticas en la universidad y realizó una tesis de la más controvertida de la que se granjeó numerosas críticas. Era una persona directa y a veces mordaz por lo que sus amistades se podían contar con los dedos de una mano. Tuvo una pareja que duró seis meses, todo un récord y desde que se metió de lleno en su último libro apenas salía de su escondrijo. No había para mas.

Había cumplido los veintisiete años el pasado mes de marzo y por culpa del su trabajo no se pudo reunir con sus padres y abuela. El trabajo lo era todo para ella, no había tiempo que perder, sus libros se vendían como rosquillas y había que aprovechar su musa. Pero la noticia de la muerte de la abuela la dejo en shock.

Su abuela era un enigma para ella, siempre quiso saber más pero fue muy reservada y con su madre nunca tuvo buen feeling, de hecho al cumplir los dieciocho y estudiar fuera la hizo más independiente y optó por vivir lejos del hogar materno, lo que conllevó el malestar de su padre que la adoraba.

Era el vivo retrato de su abuela, o eso decían todos cuando la miraban. Tenía el pelo pelirrojo y los ojos verdes como ella y su cuerpo algo más alto que el de ella, también marcaba su figura.

Había comenzado a llover y todos abandonaron el campo santo para dirigirse a sus coches. Martha, que así se llamaba su madre había preparado ponche y unos pastelitos para los asistentes una vez llegaran a casa. Su padre se abrazó a Ayleen en cuanto llegaron, le pidió paciencia con su madre, pues lo estaba pasando muy mal. Ayleen por su parte se conmovió al ver a su madre sumida en una tristeza poco habitual en ella, siempre jovial y se dispuso a darle todo su apoyo. Madre e hija se abrazaron y lloraron juntas durante un momento hasta que Martha se dirigió a ella.

_Quiero que me acompañes un momento a la habitación, tengo que darte algo, dijo aún compungida por las lágrimas.

Ayleen la miró sin comprender, pero asintió.

Ambas se levantaron y se encaminaron hacia las escaleras. Una vez en su habitación Martha abrió un pequeño cofre y sacó una llave. Se la entregó a Ayleen.

Ayleen #5Where stories live. Discover now