La ventana del mundo

De vuelta al pasado

-No podemos simplemente dejarlo tirado a morir, si en el peor de los casos resulta ser un bandido, nos haremos cargo de él. no debería suponer gran problema-

Al oír estas palabras me preocupé al mismo tiempo que me tranquilicé un poco. Si bien parecían hablar con la confianza de aquellos que dan por hecho que poseen poder, por lo visto no pretendían atacarme en cuanto yo no les diera motivos. Nunca he sido de los que tienen miedo a un enfrentamiento, pero no me encontraba en las mejores condiciones, además, un buen guerrero sabe que la mejor pelea es aquella que se evita.

Me levanté lentamente, aún fatigado por el cansancio y la falta de comida. Volví la mirada hacia las dos jóvenes que se sentaban bajo un tronco grueso e imponente, y cuyas ramas y hojas densas no dejaban filtrar ni una fina linea de luz de luna. De no ser por la fogata, esta terrible sombra se habría apoderado de todo el espacio. 

escudriñé a ambas con atención, no podían tener más de 17 años, sin embargo, sus caras denotaban esa experiencia de quien ha recorrido varios kilómetros y ha pasado por varias situaciones. La primera se encontraba a la izquierda, sentada con las piernas cruzadas mientras comía una manzana, miraba hacia la fogata de manera que el reflejo de las llamas iluminaba sus ojos, haciéndolos aparentar un color rojizo fuego. Su figura era esbelta, como el de una bailarina que lleva toda una vida forjando su cuerpo. Tenía una piel morena y un cabello corto tan oscuro como la misma sombra que proyectaba el árbol bajo el que se encontraba, y mientras lo admiraba, la vi quitarse un mechón de pelo de la cara mientras se volteaba para verme. 

A la derecha se levantaba la otra, mientras comenzaba a apuntarme con una espada, noté el contraste entre el arma, un instrumento hecho para matar, y ella, un ser que parecía tan delicado que, con la menor briza se la podía llevar el viento y perderse entre la noche. Tenía una piel tan blanca como el resplandor del sol al abrir los ojos en la mañana y una cara que parecía esculpida por los mismos dioses. Pese a estar apuntándome con un arma, su cara se mantenía inexpresiva y parcialmente cubierta por un largo cabello rubio rojizo que casi le llegaba hasta la cintura.

-¿¡Quién eres y que haces aquí!?- Escuchar estas palabras mientras ella mantenía su expresión indiferente me resulta un tanto cómico ahora que recuerdo esta historia después de tantos años, pero en ese momento mi cabeza no hacía más que calcular todas las opciones posibles para resolver la situación en la que me encontraba. 

-Mi nombre es Tharus, si preguntan por mi apellido, no lo tengo, y si algún día lo tuve, no lo recuerdo. Soy un simple viajero que se perdió en este denso bosque, como pueden ver no ando armado, y mi macuto se ha quedado perdido después de huir de una bestia del bosque que me perseguía.-

-Si vuelves a mentir te corto la cabeza antes de que termines la frase- Dijo la joven con la espada, aún sin reflejar una sola emoción en su rostro.  -Estamos muy profundo dentro del Faeth y lejos de cualquier camino, todos conocen sus peligros y ningún viajero se atrevería a adentrarse.-

Aún sin saber nada sobre el lugar donde me encontraba ni sobre la situación en la que me veía involucrado, mi mente se ajustaba para dar la mejor respuesta. -Por eso mismo he venido, me han perseguido unos bandidos durante el camino, dentro del bosque me jugaría a la suerte mi supervivencia, pero si me quedaba con ellos mi muerte era segura. Además, siempre he tenido buena suerte, y verlas a ustedes aquí lo ha demostrado, gracias por salvarme.-

-Aún no te hemos salvado- A pesar de oír eso, vi como bajaba la espada lentamente y se relajaban poco a poco los músculos de sus brazos y hombros. Pese a no demostrar ni una pizca de emoción en su rostro, su expresión corporal era más que suficiente para transmitirme lo tensa que estaba.

-Relájate Mila- dijo la joven morena mientras comenzaba a ponerse de pie.   -Su historia tiene sentido, además, pese a que tiene cara de que esconde algo, no siento malas intenciones proviniendo de él. Y nos han enseñado en la academia a ayudar a aquellos que lo necesitan.-