Repensando la racionalidad

1- Introducción.

Una de las características más destacables de nuestra cultura es la de haberse edificado sobre la imagen de sus miembros como seres racionales. La racionalidad, desde este lugar, ha sido sin lugar a dudas la característica propiamente humana, aquella que nos diferencia del resto de las especies animales, lo cual es consagrada en la célebre definición aristotélica del hombre como animal racional. Este rasgo autoadscripto y distintivo de nuestra cultura ha sido pensado muchas veces no como un logro alcanzado por el hombre desde su actividad significativa o cultural sino, como un rasgo proporcionado por la naturaleza misma, es decir, como un rasgo a-histórico.

Pensar acerca de nuestra característica racional significa pensar acerca de nosotros mismos, pero no solo acerca de nuestra autocomprensión cultural sino también acerca de aquello que nos distingue, nos define y nos constituye como personas; en este sentido no hay una naturaleza humana que pueda pensarse como subyacente a dicha autocomprensión, sino que es precisamente dicha imagen la que constituye o instituye nuestra auténtica "naturaleza".

La racionalidad es ya el lugar desde donde pensamos la cultura, la educación, las instituciones y nuestra vida; promover y mejorar la racionalidad es el objetivo fundamental al que tienden o deberían tender nuestros esfuerzos como comunidad.

En tales circunstancias nuestra preocupación principal ha sido y sigue aún siendo la de reconocer, definir y demarcar dicha característica. Qué criterios, qué condiciones y qué alcance tiene la racionalidad, son algunas de las preguntas que como filósofos, científicos y seres reflexivos nos hemos estado haciendo desde los albores de nuestra cultura. Las diferentes respuestas que a lo largo del tiempo nos hemos dado a estas cuestiones no hacen más que poner de manifiesto el carácter necesariamente histórico y también normativo de estos requerimientos en torno a la racionalidad. La propia historia de la filosofía puede contarse en buena medida como una historia de reflexiones acerca de la racionalidad y la historia de las ciencias puede entenderse a su vez como una historia evolutiva acerca de nuestras más racionales formas de conocer, explicar y comprender.

Desde el comienzo de las reflexiones se comprende a la racionalidad como analizable en términos normativos que pueden ser expresados por un conjunto de reglas o leyes lógicas a la que debe ajustar y responder tanto la acción como el pensamiento (siendo para una larga tradición, este último el origen y la fuente de toda actividad racional de nuestra cultura).

Necesitamos explicitar nuestro concepto de racionalidad y nuestras actuales reflexiones nos llevan a revisar los viejos términos y a comprendernos en maneras sustancialmente diferentes a como nos pensamos en otros tiempos. Hoy nos toca pensar hacia donde nos ha conducido nuestra vieja imagen y nuestros anteriores conceptos de racionalidad. Las teorías contemporáneas de la racionalidad, al igual que las actuales teorías científicas tienen que ser examinadas y repensadas, puesto que existen fuertes indicios de que hemos estado siguiendo teorías y conceptos no del todo adecuados, o definitivamente erróneos. Dichos indicios se manifiestan en la organización y dinámica de nuestras actuales sociedades y de nuestra vida contemporánea, en las formas degradadas de nuestras interacciones, en los prejuicios y dogmas valorativos que impiden nuestra realización y crecimiento como sociedad y nuestra evolución como cultura.

En este trabajo nos proponemos hacer un breve análisis a propósito de las reflexiones que Jürgen Habermas ha realizado sobre la situación histórico-cultural en la que nos encontramos con dos modelos de racionalidad, el cognitivo-instrumental y el comunicativo. El desarrollo humano y científico requiere examinar si las teorías y los conceptos de racionalidad, heredados en buena medida de la modernidad, son los adecuados a nuestro actual modo de comprendernos y pensarnos.