Only One Step - Capítulo especial #1

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Dos horas enteras de clase de química con el señor Mason hacían que Jake deseara beberse
cualquiera de los líquidos que se encontraban en las vidrieras de su derecha. Eso no habría sido así si estuviera con sus amigos, claro, si hubiera tenido la suerte de estar con Shorty, David y Kire en esa clase, seguramente habría estado creando su propia versión crece-pelo con ellos. Sin embargo estaba ahí solo, con la cabeza apoyada en la mesa, contando las burbujas que salían de su recipiente. Unas estruendosas risas le hicieron levantar la vista. Woods y su séquito, dos mesas más adelante, reían como idiotas, mientras el señor Mason, que pasaba por los asientos, ya estaba prestando atención a otro grupo. Vince parecía estar contando algo muy divertido a Zack y Henry, que le escuchaban con sonrisa maliciosas en la cara, y éste último, igual de preocupado por pasárselo bien que por sus notas, había ordenado a Marta Foster que creara la fórmula que el señor Mason les había mandado. La muy boba lo hizo encantada. Jake puso los ojos en blanco y se preguntó cuándo el resto de la humanidad se iba a dar cuenta de lo odioso que era Woods. Jake ahora tenía que soportarle no solo durante las horas de clase, sino también en las no lectivas. Aquel estúpido trabajo de historia y la maldita señorita Fellon habían hecho que tuviera que pasar sus tardes en la casa de Woods. Debía reconocer que las últimas sesiones
habían estado bastante entretenidas. Había descubierto la forma de tener a Woods callado, y era algo muy excitante para él, pero ahora Woods se había puesto serio con lo del trabajo, y en vez de estar en su casa, pasaban las tardes en la biblioteca. No sería tanto suplicio si solo tuviera que contar con sus insultos y desagradables formas, pero en la biblioteca estaba medio instituto y de
nuevo Jake tenía que aguantar a las animadoras pesadas e imbéciles de turno, que besaban el
suelo por donde pisaba Henry. Ojala Marta Foster, cuando acabara la fórmula, se la tirara a Woods en la cara. Aunque en realidad sería una pena destrozar aquella cara. ¡Lo que faltaba!
Jake dio un respingo quitándose aquellos pensamientos de la cabeza. Tanta química le estaba
afectando. Necesitaba salir de allí. Se levantó de su silla y se dirigió al armario de productos,
fingiendo que iba a coger algo para el trabajo de clase. Sin embargo, con disimulo metió la
mano en el botiquín, y de allí sacó un bote de antiséptico rojo. Volvió aprisa a su asiento, y
cogiendo un poco de papel, echó una gran cantidad del producto en su mano y en el papel.
Después cerró el bote y lo guardó en su bolsillo.
—Profesor Mason —le llamó Jake, levantando su mano limpia.
El hombre elevó la mirada, al igual que toda la clase. Incluso Henry Woods dejó de escuchar a
Vince para mirar a Jake.
—¿Sí, señor Rivers? —preguntó el profesor.
Jake elevó la mano con el papel manchado de rojo.
—Me he cortado —se limitó a decir.
—¡Oh, cielos! —exclamó el profesores abriendo los ojos de par en par. Pareció realmente
horrorizado—. Vaya a la enfermería inmediatamente.
Jake soltó una risa en su interior. Se apresuró a levantarse y a desaparecer de allí en seguida.
Henry Woods entrecerró los ojos con la mirada escrutadora. Jake se limitó a mirarle un segundo
con indiferencia, y entonces salió de la clase.
Se lió un cigarrillo metido en un cubículo de los baños. Dejó la puerta entornada, por si pasaba
alguien por el pasillo. Cantaba en susurros You shook me all night long mientras enrollaba el
papel. Estaba tan inmerso en lo que hacía que el rápido movimiento que hizo la puerta para
abrirse le sobresaltó, haciendo el contenido del cigarro, cayera al suelo irremediablemente. La
risa de Woods llegó de nuevo a sus oídos. ¿Es que no podía dejarle en paz ese rubio idiota?
—Así que haciendo novillos, Rivers… Qué novedad —dijo con ironía y esa sonrisa suya.
—No es hacer novillos si te han dado permiso para salir —se limitó a decir Jake, ladeando una sonrisa, pero por dentro cagándose en todo porque el memo aquel le había hecho tirar parte del poco sueldo que le daban.
Henry, veloz, agarró la muñeca de Jake, y el moreno, como auto reflejó, se puso en pie para
defenderse. Sin embargo Woods no hizo nada, solo miró la mano de Jake antes de apartarla con disgusto.
—Veo que la herida se te ha curado rápido —apuntó Henry.
—Sí, es uno de mis muchos dones. Ojalá a ti se te curaran las deficiencias con tanta velocidad,
eh Piolín —repuso Jake.
Henry, lejos de mostrar enfado, sonrió aún más, acercándose a Jake.
—No te enfurruñes, pequeño. Seguro que podrás sacar más dinero para recuperar esto —dijo
antes de que un brillo de crueldad apareciera en sus ojos—. Podrías alquilar a tu madre. ¿O eso
ya lo está haciendo ella?
La mirada de Jake se endureció y sus puños se cerraron con fuerza. Un puñetazo limpio en la
nariz era lo que merecía aquel gilipollas, pero en cambio, de un rápido movimiento, le agarró de
la camiseta y le empujó contra la pared. Y en lugar de atizarle, como ambos pensaban que haría,
tiró del agarre hacia él, y sin darle tiempo a reaccionar, le robó un beso. Al principio, Henry
estaba inmóvil y tenso, ya que no esperaba exactamente esa reacción por parte de Jake, pero un
segundo después comenzó a seguirle el juego, hasta arrebatarle el control del beso. Para Jake,
sus labios eran… ¿Dulces? Sí, había algo de dulce en ellos, pero sobre todo eran adictivos.
Aquella era la mejor palabra para describirlos. Por no hablar de su manera de besar, tan
dominante, tan posesiva y vulnerable al mismo tiempo, tan sexy… y tan jodidamente
desquiciante, porque era el estúpido y cabrón de Henry Woods de quien hablaba. Con una
mano, Jake sintió que le apretó con fuerza la cintura y la otra comenzó a tocar su torso por
debajo de la camiseta. Jake alzó una ceja. Estaba siendo demasiado atrevido. Sonrió en su
interior pensando en el poder que debía que tener sobre Woods para que éste se arriesgara a
tocarle de aquella manera en el instituto. De pronto, dejó de sentir sus labios para sentir su
aliento en la oreja.
—La última hora la tenemos libre —le susurró.
—Sí, ¿y qué?
Henry se apartó de él para poder mirarle.
—Que estaría bien que la aprovecháramos —dijo con una pícara sonrisa antes de componer una
expresión severa—. Te estaré esperando en las gradas para acabar esto. Y no tardes, ¿me oyes?
Jake alzó de nuevo una ceja incrédulo. ¿Quién se creía que era? ¿Su esclavo?
—Claro, excelencia. Jamás se me ocurriría hacerle esperar. Y si me retraso podrá azotar mi culo
las veces que quiera —soltó Jake con sarcasmo.
—Ja, ja, muy gracioso —dijo, pero sin hacerle ni pizca de gracia—. Y esa última parte me la
tomaré en serio, si no te importa.
Jake elevó un dedo en un gesto grosero que solo hizo sonreír a Henry. Sin decir más, se dirigió a
la puerta para salir del baño, y para su confusión, Jake iba detrás.
—¿Qué haces? —inquirió deteniéndose de golpe—. No podemos salir a la vez, idiota. Alguien
podría sospechar.
Jake sonrió de lado.
—Entonces espera tú —se limitó a decir antes de salir por la puerta con una sonrisa socarrona.
Henry apretó los puños irritado, pero no fue tras él. Se quedó esperando un par de minutos muy
a su pesar. Puto Jake Rivers, como le detestaba.
Tuvo que esperar cinco minutos para salir. Justo en ese momento sonó la campana que
anunciaba el almuerzo. Se dirigió a su taquilla, donde estaba esperando Zack con su mochila. Le
había ordenado que le esperara allí con sus cosas para poder guardarlas en su taquilla. Pero allí
no estaba Zack, sino Vicky, con su sexy uniforme de animadora.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Henry tomando su mochila y libros.
Vicky se mordió el labio sosteniendo una sonrisa, y con la mano se hacía girar el pelo entre los
dedos.
—He visto a Zack con tus cosas, y he pensado que preferirías que las sostuviera yo.
En realidad, le importaba más bien poco quien fuera su sujeta-libros. Se apresuró a meter sus
cosas y a reunirse con sus amigos. Vicky entrelazó su mano con la de Henry mientras
caminaban.
—Por cierto, este viernes Cassey hace una fiesta. Irás, ¿verdad?
—Claro que iré —dijo sintiendo que Vicky se le acercaba más y más.
Al final la muy estúpida le haría tropezar. Entraron en la cafetería y en su mesa de siempre ya
estaban sus amigos. Habían pedido su comida, por lo que Henry tenía en la mesa preparada su
bandeja. Soltó por fin la mano de Vicky y se sentó junto a Chace. Beverly, sentada al otro lado
de Chace, miró con algo de rabia a Vicky, pero en seguida se transformó en una sonrisa falsa.
Vince, frente a él, manoseaba a Jane Meyer. Zack hablaba con Winslow y Brandon. Henry
escuchó a su lado a Chace hablándole de algo que le había ocurrido anoche. Pero Henry no
prestaba atención, levantó la mirada y buscó a Jake Rivers. Éste siempre solía comer fuera, pero
aun así acostumbraba a ir en algún momento a la cafetería a por su comida. Sin embargo, Henry
solo vio a su amigo rarito y al enano. Henry dio un codazo a Chace y silbó a Vince. Ambos le
miraron y éste les señaló con la cabeza. Chace se limitó a sonreír burlón, pero Vince ya se
estaba levantando. Henry no dudó en ponerse en pie también.
—Henry, ¿a dónde vas? —preguntó Vicky viendo al rubio marcharse.
Vince y Henry fueron hasta la cola, empujando a todo el que no se apartaba de su camino, hasta
que llegaron junto a David y Shorty con sus bandejas de comida. Ninguno se dio cuenta de la
presencia de aquellos dos hasta que no escucharon a Henry.
—Eh Niggles, ¿qué fue de ese pelo rojo tuyo? —inquirió Henry con una mueca burlona.
David, con el pelo azul en aquel momento, ladeó los ojos y miró con fastidio a Shorty, que
fulminaba con la mirada a Henry. Ambos se dispusieron a marcharse ignorándoles, pero
aquellos dos, que eran verdaderos armarios, les cortaron el paso.
—Henry te ha hecho una pregunta —gruñó Vince con mirada amenazante.
—Y nosotros la hemos ignorado —respondió David con mirada indiferente.
A su alrededor todos comenzaban a prestarles atención. Henry no miró a sus lados, pero
esperaba que en cualquier momento Jake apareciera para defender a sus amigos. Vince se
acercó de manera amenazante hacia los Waste, pero Henry le detuvo con una mano, y soltó una
carcajada falsa.
—¿Por qué eres tan desagradable, Niggles? Solo quería decirte que te quedaba mucho mejor el
rojo —dijo Henry con una amabilidad totalmente fingida.
Shorty y David cada vez se ponían más rígidos. A solo dos metros estaba la mesa de Woods,
llena de musculitos a punto de atacar si ellos hacían cualquier movimiento.
—¿Sabes por dónde nos metemos tu opinión? —dijo Shorty aun a riesgo de llevarse un buen
puñetazo en la cara.
—Prefiero no saber por dónde os gusta meteros cosas —soltó Vince, haciendo que a su
alrededor todos rieran.
Henry no lo hizo. Y de pronto, sin decir nada más, agarró la salsa de tomate de David, y sin que
éste tuviera tiempo de hacer nada, estampó el plato en la cabellera del peli-azul. Un estruendo
de risas y carcajadas inundó la cafetería.
—Así mucho mejor —dijo Henry con una sonrisa malvada
Las nubes se movían tan lentas que podría dormirse contemplándolas. Kire y él, sentados en las
gradas de la pista de atletismo, las miraban embobados mientras fumaban. Cualquiera les diría
que les expulsarían si un profesor les pillaba, pero es que ellos no estaban acostumbrados a
vigilar mientras fumaban, siempre era David el que se encargaba de hacer esas dos acciones a la
vez. Que por cierto, ¿dónde estaba? ¿Y Shorty? Habían ido a por su comida, pero incluso Kire
había acabado con toda la suya ya. Jake se incorporó cuando escuchó a alguien ir hasta ellos.
Shorty y David, éste último con el pelo empapado.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Jake.
Ambos llegaban con paso marcado y feroz.
—El cabrón de Woods —gruñó David mientras caían gotas de agua desde su pelo.
Jake entrecerró los ojos.
—¿Qué ha hecho ahora?
—Le ha tirado salsa de tomate a David en el pelo —explicó Shorty con el ceño fruncido.
Mientras David despotricaba contra él, Jake se quedó pensativo sintiendo la rabia en su interior.
No podía decírselo a sus amigos, pero él haría ue Henry Woods se enfadara tanto como él
había hecho con David.
Jake le dejó plantado. Estuvo esperando una hora entera a que se presentara, y no apareció.
Estaba acostumbrado a que llegara tarde, pero aquella vez simplemente no acudió. La ira le
inundaba. En el entrenamiento casi disloca el hombro de Patrick de la furia que sentía. Cuando
llegó a casa se duchó y enseguida bajó al salón a ver el partido de aquella noche. Claire estaba
tirada en el sofá al teléfono.
—Claire, lárgate a tu habitación —le ordenó Henry tirándose en el sofá de al lado y subiendo el
volumen de la televisión.
Su hermana pequeña le ignoró por completo.
—En realidad no lo sé —dijo Claire al teléfono—. Judie Samuels de tercero dijo que le invitaría
al baile de primavera. Pero vamos, Jake ni siquiera suele ir a los bailes.
Henry se puso alerta en cuanto escuchó el nombre de Jake.
—Sí, se rumorea que sigue peleado con Lyla, pero Jake, por mucho que sea el mejor, es un tío,
y al final siempre se irá con la guapa —decía Claire.
Henry ladeó los ojos escuchando la conversación.
—¡Lo sé! ¿Crees que casi no me muero de un infarto? Cuando llamó al timbre estuve a punto.
Mi hermano no me dejó verle, pero le escuché hablar y… ¡Ah! ¡Sí! Bueno, mi hermano es
idiota.
—Te estoy oyendo —gruñó Henry.
Claire le miró irritada.
—Pues no escuches —dijo antes de continuar con su conversación—. Sí, está aquí, viendo el
estúpido partido.
Henry resopló sin paciencia.
—¡Lárgate a tu habitación a babear por Rivers! —gritó.
Claire le fulminó con la mirada, pero se levantó por fin.
—Sí, está rabioso porque Jake va a llevarse la mitad de su nota. Pero ya ves, a mí me viene
perfecto —decía de camino a la cocina—. Sí, intenté escuchar, puse la oreja en la pared de mi
habitación que da con la de Henry…
Los ojos de éste se abrieron de par en par.
—¡Claire! —gritó entonces.
—Espera, mi hermano me está llamando —dijo con fastidio antes de volver al salón—. ¿Qué
quieres ahora?
—¡¿Pusiste la oreja cuando Rivers estaba conmigo en mi habitación?! —inquirió entre alertado
y furioso. Claire fue a contestar, pero su hermano no la dejó—. ¡No vuelvas a hacerlo!
—¡Oh venga, si solo escuché tu odiosa voz tapando la suya! Y algún que otro quejido porque
supongo que os estabais peleando, como siempre.
Henry se sonrojó inevitablemente, los quejidos no eran por ninguna pelea.
—Sí, peleando. ¿Qué otra cosa iba a ser?
Claire le miró con si estuviera loco.
—Estás mal de la cabeza —dijo antes de colocarse el teléfono de nuevo en la oreja—. ¿Mary?
Sí, no, ya no suele venir… Mi hermano está decidido a hacerme infeliz y ahora quedan en la…
Dejó de escuchar cuando Claire desapareció por la puerta de la cocina. Henry se hundió en el
sofá entre enfadado e inquieto. Tenía una extraña sensación en su interior. Se debatía entre unas
inmensas ganar de ver a Jake Rivers para golpearle la cara, o comerle a besos.
Al día siguiente Jake, con su guitarra colgada al hombro, se acercó a la fuente del agua. Se
inclinó para beber cuando el chorro de agua se desvió hacia su cara. Jake, con la cara empapada,
se incorporó de repente. Se limpió con la manga y abrió los ojos encontrando ante él a Henry
Woods. Le sonrió con sarcasmo.
—¿Demasiado ocupado ayer? —inquirió con rabia en su interior.
Jake supo inmediatamente a qué se refería.
—En realidad no. ¿Por qué? —preguntó Jake con una encantadora sonrisa, haciendo irritar aún
más al rubio.
Henry asintió con una lentitud pasmosa. A Jake le pareció que estaba demasiado tranquilo, y eso
solo era una señal de que se avecinaba lo peor.
—Hoy quiero acabar el trabajo de una vez —dijo Henry de pronto, como si Jake no le hubiera
preguntado nada.
—Vale —se limitó a decir Jake.
—Te espero después de clase en la biblioteca —dijo Henry con el ceño fruncido antes de darse
la vuelta y marcharse.
Jake se quedó allí quieto, mirando la espalda del rubio. Henry Woods parecía incapaz de hablar
sin ordenar algo al mismo tiempo. Jake sintió su sangre hervir por un momento, tal vez debería
volver a dejarle en plantado para enseñarle que a él nadie le daba órdenes. Sin embargo, debía
terminar el estúpido trabajo, o tendría que ver otro día más a ese idiota de Piolín.
Tras la clase de historia y de literatura, Jake salió al aparcamiento a fumar, debía hacerlo o no
soportaría la clase de gimnasia. Cuando llegó al vestuario, todos los memos de su clase ya se
estaban cambiando. ¿Por qué no podía quedarse con su estúpida ropa en aquella clase? Odiaba
el informe deportivo del instituto. Abrió su mochila rezando por que se le hubiera olvidado en
casa, pero no, estaba allí. Suspiró y resentido se quitó su cazadora. De pronto, sintió un latigazo
en la nuca. Miró a sus espaldas encontrándose a Vince con una toalla en la mano y el uniforme
puesto. A su lado, para variar, estaba Zack y otros cuantos lame culos. Y como no, a un lado
estaba Henry, no demasiado interesado en lo que ocurría. Jake se dispuso a ignorarlos cuando
sintió el brazo de Vince caer sobre sus hombros.
—Me estaba preguntando por qué siempre sueles venir tarde a gimnasia —inquirió Vince con
una falsa sonrisa y una mirada llena de maldad—. ¿Esperas a que todos nos marchemos para
poder cambiarte, eh Rivers? ¿Tienes miedo de que veamos tu tripita de bebé? ¿O acaso tienes
tetitas de niño gordo?
Todos a su alrededor rieron como idiotas. Rutinas para Jake. Henry, sin que nadie le viera,
entornó los ojos sabiendo que las palabras de Vince no podían estar más lejos de la realidad. El
moreno se limitó a sonreír como si nada. Se apartó el brazo de Vince de encima, agarró su
camiseta y la deslizó por su cuerpo dejando ver su torso perfectamente definido. Henry
inmediatamente apartó la mirada. Vince miró el cuerpo de Jake con asco. Los demás se callaron
y se marcharon sin decir nada.
—Supongo que con el dinero que gana tu madre follándose a media ciudad puede pagarte un
gimnasio —soltó Vince para remediar su primer ataque fallido.
Jake apretó los dientes y los puños antes de tomar en silencio aire, mientras miraba con rabia
cómo Vince salía del vestuario. Se vistió en silencio y siguió a su clase.
—Rivers, esas zapatillas no sirven para hacer deporte —gruñó el profesor nada más ver a Jake
con las mismas converses que siempre le prohibía llevar a sus clases.
—No tiene para comprar otras —dijo Henry por lo bajo a sus amigos, haciendo que estos rieran.
—Se me olvidaron —se limitó a contestar Jake.
—Se te olvidan todos los días —replicó el profesor malhumorado.
—No todos los días, solo los días que hay gimnasia.
El profesor parpadeó un par de veces sin creer que hubiera escuchado bien.
—¿Te crees muy gracioso, Rivers?
—Sí, señor, se lo cree —contestó Vince con la voz llena de repugnancia.
—No hablo contigo, Kors. Rivers, da diez vueltas al campo, a ver si así tu memoria se ejercita.
—Pensaba que con estas zapatillas no se podía hacer deporte —dijo sin poder evitarlo.
Henry sonrió pensando en el castigo que se iba a ganar el imbécil de Jake Rivers. Parecía que al
profesor iba a salirle humo de las orejas.
—Que sean veinte.
Mientras todos los demás se dedicaban a hacer otros ejercicios, Jake daba vueltas al campo. Se
limitaba a caminar con las manos en los bolsillos, observando como a Henry comenzaba a brillarle el cuello y la nuca. Aquel día el rubio estaba menos hostil de lo habitual, y eso estaba
dejando, por extraño que fuera, un vacío dentro de él. Estaba seguro de que era por el plantón
que le dio el día anterior. Jake sonrió para sus adentros.
—¡Rivers! ¡¿Qué estás haciendo?! —escuchó gritar a su profesor desde donde estaban los
demás.
—Dar vueltas al campo —respondió Jake encogiéndose de hombros.
—¡¿Y por qué no estás corriendo?! —gritó enfadado.
—Usted no dijo nada de correr.
Jake podría jurar haber visto salir humo de las orejas de su profesor.
Salió del despacho de la directora con el peor castigo que le podían haber impuesto, ayudar al
equipo de fútbol en el entrenamiento. ¿Acaso el universo amaba a Henry Woods y le estaba
castigando por dejarle plantado? Qué asquerosa era la vida con él. Lo peor de todo era que
aunque aquel día no había entrenamiento, debía encontrarse con el rubio en la biblioteca. Con la
mochila en los hombros fue hasta la biblioteca del instituto. En cuanto entró, miró por toda la
sala para encontrar a Woods, pero no le vio. Estuvo a punto de sentarse en una mesa junto a la
ventana, cuando vio una mochila azul oscura junto a una chaqueta de los Tigers en una mesa. Se
acercó y miró de nuevo a su alrededor para ver si veía a Henry entre las estanterías buscando
algún libro, pero ni rastro.
—Jake… —escuchó que le susurraban.
Jake llevó su mirada hasta la voz, encontrando a una chica de su curso, aunque no recordaba su
nombre. ¿Maya? ¿O era Mayka?
—Si quieres puedes sentarte aquí —dijo señalando la silla que había a su lado.
—Oh, no gracias, estoy esperando a alguien.
—¿A quién? —preguntó ella, dándose cuenta al instante de que aquella pregunta era demasiado
entrometida.
Sin embargo a Jake no le importó.
—A Henry Woods.
La chica compuso una mueca extraña y confusa.
—Se fue al baño hace rato con una de sus animadoras —respondió, pero no dejó de observar a
Jake, que alzó una ceja intentando que en su rostro no se reflejara ese extraño sentimiento que
amenazaba con salir.
—Ah —se limitó a decir.
Pensó en marcharse, pero eso solo evidenciaría más lo que pensaba. Se sentó en la silla contigua
a la de Henry y esperó con los brazos cruzados. Dos minutos, cinco minutos, diez minutos y el
rubio no hacía acto de presencia. Harto de esperar, se puso en pie y se dirigió a los baños. Jake
estaba seguro de que Henry Woods no se arriesgaría a que le pillasen en el baño de las chicas,
por lo que estaría con seguridad en el de tíos. Seguramente no le costaría más de dos palabras
convencer a cualquier chica de entrar con él. Jake abrió la puerta encontrando únicamente uno
de los cubículos cerrados. Se agachó y vio sus inconfundibles zapatillas de marca, acompañadas
de unos pies femeninos. Entrecerró los ojos y apretó sus dientes sin poder evitar sentirse
verdaderamente enfadado. Dio dos fuertes golpes a la puerta. Las risitas, suspiros y otros ruidos
que provenían del cubículo cesaron.
—¿Qué? —preguntó la voz de Henry en un tono totalmente indiferente.
—Es un poco complicado terminar un trabajo cuando tu compañero está con las manos bajo una
falda —soltó Jake desde fuera, con los brazos cruzados.
Hubo un segundo de silencio y después se escuchó el cerrojo. La chica salió disparada hacia la
puerta con las mejillas sonrosadas y arreglándose el pelo. Henry en cambio se arreglaba los
pantalones con parsimonia.
—Qué impaciente —contestó Henry acercándose al lavabo para mojar sus manos.
Jake sintió un extraño quemazón en el pecho que no le gustó nada.
—En otro momento me daría igual donde metes tus manos, pero pensaba que querías terminar
el trabajo —apuntó Jake.
—Y quiero acabar. Pero pensé que no te importaría esperarme un poco, ya que yo lo hice ayer.
Henry tiró el trozo de papel con el que se acababa de secar a la basura y salió del baño. Jake por
un segundo quiso reír al ver que Henry solo había hecho aquello por el plantón que le había
dado él el día anterior, sin embargo, eso no le hacía olvidar el hecho de que Henry acababa de
estar con otra, y no sabía por qué. Salió del baño y vio que Henry ya estaba sentado. Se sentó en
la silla contigua a él y cogió un bolígrafo esperando a que Henry le dijera qué era lo que les
faltaba hacer. Su tarea en el trabajo hasta ese momento había consistido en hacer lo que dijera
Henry, y aportar en ciertas ocasiones ideas, las cuales Henry catalogaba de “estúpidas”, pero
que a veces, incluía. Sin embargo aquella vez Henry se dedicó a teclear en su portátil sin
dirigirle la palabra. No es que Jake tuviera unas ganas inmensas de ponerse a hacer el trabajo,
pero, ¿es que no le iba a decir absolutamente nada?
—¿Me vas a decir qué me toca hacer a mí? —preguntó Jake con voz irritada.
—¿No eres mayorcito para saber ya lo que tienes que hacer? —inquirió Henry sin dejar de
teclear.
—Ya terminé las partes que me mandaste la última vez.
—Pues mira los puntos del trabajo y coge algo que no sea demasiado difícil para tu limitado
cerebro.
Jake frunció el ceño, pero se limitó a gruñir y a decir:
—Muy bien.
No tenía ningún problema en que cada uno fuera por su lado, pero, ¿a qué coño venía ese
cambio? ¿Tanto le había molestado lo del plantón? Se decidió por dos puntos sencillos que
terminó en menos de una hora. Henry seguía tecleando, pero en ocasiones miraba a Jake de
reojo. Quería molestarle e ignorarle como él había hecho, pero le estaba costando demasiado.
Lo de la tía había sido divertido, su cara al salir del baño era de las mejores cosas que había
visto en su vida, pero parecía que ahora le daba igual que pasara de él, y eso volvía a ponerle
furioso. Y lo estuvo más cuando una tía de tercero se sentó a su lado, y a Jake le llamó la
atención algo de ella.
—¡Eh! ¿Te gusta Van Halen? —escuchó de pronto a Jake.
Henry llevó sus ojos hasta él y vio que tenía la mirada en el pecho de la chica, o más bien en su
camiseta. La chica se sonrojó al darse cuenta de que le hablaba a ella.
—Oh, sí.
—Yo tengo una camiseta igual.
Ella asintió.
—Lo sé —dijo antes de tenderle la mano—. Soy Olivia.
—Yo Jake —dijo él tomándosela.
—También lo sé.
Henry miró a Jake y luego a la chica. Frunció sus labios sintiendo que de pronto su respiración
se había acelerado. Genial, una de sus groupies horteras…, pensó Henry mirando a la chica con
fastidio.
—Oye Rivers —dijo llamando la atención del moreno, que le miró con una ceja alzada y una
expresión nada amable—. Ayúdame con las conclusiones.
Jake entrecerró los ojos.
—Ese punto te toca a ti. Además, pensé que querías que me dedicara a los puntos que pudiera
hacer mi “limitado cerebro” —le recordó.
Henry fue a contestar, pero la chica llamó la atención de Jake de nuevo.
—Y dime, ¿has escuchado Darlia alguna vez? Es un grupo bastante desconocido, pero la verdad
que…
Henry no supo por qué lo hizo en un primer momento, pero sin más, dejó caer uno de sus
bolígrafos al suelo, junto a Jake, más exactamente entre sus piernas.
—Mierda —maldijo falsamente—. Aparta, Rivers.
Para sorpresa de Jake, Henry le hizo echarse hacia atrás, pegándole al respaldo de la silla.
Entonces Henry se inclinó, bastante además, sobre su entrepierna, para poder agarrar algo que
parecía que se le había caído. Mentiría si dijera que la proximidad de la boca de Henry a su
bragueta no hizo que un cosquilleo le recorriera el vientre. Henry volvió a incorporarse, pero
eso no hizo que Jake apartara sus ojos del rubio, es más, se quedó mirándole como un idiota a la vez que el rubio se mordía el labio mientras miraba la pantalla de su ordenador. Jake sintió el
sudor de su nuca.
—Perdona, Olivia —dijo de pronto—. Tengo que ayudar al inepto de mi compañero con el
trabajo.
Y arrimó su silla a la de Henry, dando la espalda a la chica. Henry ocultó una sonrisa antes de
comenzar a dar órdenes al moreno, que le miraba con una ceja alzada y un extraño ladeo en sus
labios.
No sabía de quién había sido la idea, puede que de los dos, o puede que de ninguno. Henry solo
sabía que de pronto estaba solo en la biblioteca, recogiendo sus cosas aprisa. Subió en su coche
dejando la mochila en el maletero, y condujo dos calles más arriba. Jake Rivers estaba sentado
en unos escalones con su mochila hecha un desastre, al igual que cualquiera de sus pertenencias.
Henry miró a su alrededor, y cuando se aseguró de que no había nadie conocido, se detuvo
frente a Jake, que ya se había levantado de aquellos escalones, y también miraba a su alrededor.
Abrió la puerta del copiloto y se subió.
—No había nadie conocido, ¿verdad?
—Nadie —contestó Jake dejando su mochila en los asientos traseros.
Henry respiró aliviado mientras conducía.
—Vale.
—Sube por la calle principal hasta llegar a… —comenzó a indicar Jake.
—Ya sé dónde está ese sitio —le cortó Henry—. Seguramente he ido más veces que tú.
Jake bufó.
—¿Y tú qué sabes?
—Tú no tienes coche para poder llevar a nadie.
—Las tías también pueden conducir, Einstein.
Henry soltó una risa.
—Seguro que a las tías les vuelve locas tener que tomar el papel del hombre —dijo con ironía.
—Eso es una verdadera gilipollez —soltó Jake subiendo sus converses en el salpicadero.
—Baja tus estúpidos pies —le ordenó dando al moreno un manotazo en el muslo—. A las tías
les encantan los hombres…
—¿Como tú? —inquirió Jake alzando su ceja.
—No iba a decir eso, pero sí —dijo orgulloso—. Deberías sentirte muy afortunado de estar aquí
en mi coche.
—No es para tanto, ya había estado en tu coche —comenzó a decir Jake. Henry le miró confuso,
era la primera vez que estaba con Jake en su coche—. Incluso Kire ha estado en él, así que no
parece que sea algo muy exclusivo.
La cara de Henry se volvió roja de furia de pronto. Ya había olvidado el numerito de su coche.
—Hijo de… —gruñó Henry. Hubiera atizado un buen golpe a Jake, que se reía en ese momento,
si no hubiera sido porque si dejaba de mirar adelante, el que se llevaría un golpe habría sido su
coche.
Jake, como siempre que estaba a solas con Henry Woods, tenía sentimientos encontrados. En
parte sentía un inmenso odio solo con recordar lo que les hacía a él y a sus amigos cada día en el
instituto, que le decía que debía bajarse de aquel coche de inmediato. Por otro lado, estaba justo
donde debía estar para hacer lo que más le apetecía con quien más le apetecía. Era una putada
que fuera Henry Woods el que hiciera que solo con palabras todo su ser estallara. Cuando Henry
detuvo el coche, en el lugar más apartado y menos iluminado, Jake se dio cuenta de lo raro que
era estar allí con él, donde las parejas iban a hacer lo que en otros lugares no se podía. Henry se
volvió hacia Jake.
—Como no eres una tía y yo tampoco, supongo que podemos pasar directamente a lo que
hemos venido.
—Ajá, nada de hablar. Me gusta —dijo Jake antes de acercarse a Henry.
Los labios de Jake rozaron los de Henry, tan levemente, que parecía la calma antes de la
tempestad, y así fue. Como si el roce de sus labios hubiera encendido la chispa, y era lo que
necesitaba su cuerpo para encender la llama. Jake llevó su mano a la nuca de Henry y le apretó contra él. Henry emitió un pequeño gemido, debía reconocer que desde que había tenido que
quedar en la biblioteca con Jake, para no terminar siempre en la cama, había anhelado poder
repetir lo que hicieron. Sí, era una auténtica locura, ya no podía excusarse a sí mismo diciendo
que unos besos no significaban nada, ni que las veces que se habían tocado el uno al otro, no
eran más que estupideces que pueden llegar a hacer los adolescentes sin importancia. Aquello
ya era otra cosa, y no podía ignorar que todo su cuerpo ansiaba el tacto de la piel de Jake Rivers,
y que posiblemente, hubiesen sido sus mejores experiencias desde que perdió la virginidad.
Porque aunque jamás lo diría en alto, Jake Rivers era increíble en la cama. Sentía su lengua
contra la suya y como sus sentidos estaban a flor de piel. Su piel se erizó cuando llevó su mano
a la cintura de Jake. Su piel estaba cálida y suave, pero no era delicada y blanda como la de las
chicas, y eso le encantaba, aunque no quería pensar demasiado en ello. Jake sintió un escalofrío
cuando notó la mano de Henry penetrar bajo su camiseta. Era increíble que solo se estuvieran
besando, y sus respiraciones ya estuvieran tan aceleradas. Jake se pegó más a Henry, tanto que
éste tuvo que echarse hacia atrás, y su cabeza se apoyó en la ventanilla. Se separaron un
segundo a causa de la falta de aire, y Henry pudo ver los ojos ansiosos de Jake, sus labios
húmedos, sus mejillas sonrosadas y su pelo despeinado. Sí, reconocía esa expresión, y le
encantaba. La había visto en su cama hacía unas semanas y estaba seguro de que era la más
excitante que había visto. Jake se fijó en el cuello descubierto de Henry y tuvo que atacarlo.
Porque en ese momento era suyo, y no de ninguna animadora rubia, ni una pelirroja reina del
baile. Los suspiros de Henry le llegaban a los oídos mientras devoraba su cuello. No pudo más,
se apartó un segundo y tomó la camiseta de Henry para quitársela. El perfecto torso de Henry
Woods estaba ante él, y no podía creer que alguien tan imperfecto en su personalidad, no lo
fuera en su exterior. Su boca se dirigió a aquel cuerpo, que mordió, lamió y besó. Henry
observaba, sin querer perder detalle, como la lengua de Jake Rivers hacía endurecer su pezón
derecho, y con ello conseguía endurecer otra cosa.
—Ah… Mmm —gimió sin poder evitarlo.
En otro momento se hubiera avergonzado, pero estaba demasiado ensimismado en el trabajo de
Jake como para estarlo.
—¿Qué tal si seguimos ahí detrás? —preguntó Jake, apartándose del pecho de Henry.
—Me parece perfecto —contestó Henry con la respiración entrecortada.
Jake iba a abrir la puerta de su asiento, pero Henry se apresuró a hablar.
—Ni se te ocurra salir ahora. Ve por dentro —le ordenó saliendo él y yendo al asiento trasero
por fuera.
Jake resopló pero no dijo nada, se quitó las zapatillas y se apresuró a unirse al asiento trasero
con Henry. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar nada, pues Henry le tumbó y se colocó sobre él.
No sabía cuánto tiempo llevaba besando a Jake sin más, pero estaba tan excitado que
inevitablemente comenzó a mover su pelvis sobre Jake.
—Aah —emitió Jake al sentir la dureza de Henry sobre la suya, y eso que aún estaban los
vaqueros de ambos de por medio.
Henry se incorporó e imitó a Jake, quitando también su camiseta. La lanzó lejos y los tatuajes de
Jake quedaron a la vista. Los cubrió de besos y caricias con su lengua. Jake, mientras, suspiraba
por las atenciones de Henry, y llevó sus manos a la bragueta de éste. Henry no dejó de lamer la
piel de Jake, a pesar de sentir como sus manos desabrochaban sus pantalones. Jake dejó la
prenda donde estaba, pero se permitió meter la mano por ella y tocar a través del bóxer de
Henry. La sintió dura contra su mano. Ambos gimieron cuando Jake apretó con su mano. Henry
dejó en paz la piel de Jake, y se apoyó en sus brazos para poder mirar como el moreno le bajaba
los pantalones y la ropa interior por fin. Jake se limitó a dejar las prendas a mitad del muslo de
Henry, tenía demasiada prisa por tomar aquella herramienta. No tardó en comenzar a masajearla
y hacer que el rubio se derritiera en sus manos. Henry, a pesar de estar totalmente fuera de sí
con aquellas caricias, mantenía sus labios pegados para no decir lo que su excitación le hacía
decir. Henry tomó la muñeca de Jake y le hizo detenerse. Jake le miró por un segundo confuso,
pero entonces vio como Henry llevaba sus manos hasta el botón del pantalón de Jake y lo
desabrochaba. Sin miramientos, tiró del pantalón con velocidad para lanzarlo lejos, igual que
hizo con la camiseta. Con su ropa interior fue más delicado, Jake pensó que lo que quería Henry
era hacerle sufrir con aquella lentitud, pero en realidad el rubio quería disfrutar del momento.
Jake estaba tan duro como él, hasta goteaba de impaciencia. Jake Rivers era odioso, pero Jake
Rivers desnudo lo era aún más. Henry se inclinó y pegó su pelvis a la de Jake. El moreno llevo
sus manos a aquella unión y las apretó una junto a la otra mientras Henry se movía para crear
esa fricción deliciosa. Era demasiado para soportarlo más, sus suspiros mezclados con los de
Jake le iban a hacer estallar de placer. Se dijo entonces a sí mismo que aquel cuerpo no lo
tendría siempre que quisiera, por lo que debía actuar en ese momento. Se apartó de Jake para
poder tomar aire, y acto seguido, llevó sus labios y sus manos al estómago del moreno que le
observaba con una mezcla de diversión, excitación y curiosidad. Henry siguió bajando por su
vientre, al que también dedicó atención, hasta llegar a lo que ansiaba. Lo tomó con su mano y
sin dejar de masajearlo, se lo llevó a los labios. Besó la punta con tanta lentitud y sensualidad
que cualquiera podría pensar que le encantaba hacer eso. ¿O tal vez le encantaba? No quería
saberlo. Solo quería lamerlo hasta hartarse. Jake se apoyó en sus brazos para observar aquella
delicia.
—Oh sí… ah, ah —comenzó a gemir cuando Henry se la metió completamente en la boca—.
Ah joder, sí… —suspiró Jake, comenzando acariciar la cabeza de Henry. En ocasiones se veía
obligado a alzar la mirada y cerrar sus ojos mientras su boca gemía y boqueaba inevitablemente,
pero siempre volvía a posar sus ojos en los labios de Henry—. Así, así… Qué bien lo haces,
Piolín.
El aludido frunció el ceño y dejó de hacer su tarea, pero a Jake eso le pareció igual de excitante.
Los labios enrojecidos y húmedos de Henry le estaban volviendo loco.
—No me llames eso.
Jake soltó una pequeña risa a pesar de casi no poder respirar.
—Vale, vale. Me callo.
—No he dicho que te calles. Solo que no me llames eso —dijo antes de volver al trabajo.
Tomó de nuevo con su boca toda aquella longitud, mientras con su mano masajeaba el resto.
Jake volvió a sus suspiros, y de los suspiros pasó a los gemidos, y después de nuevo a las
palabras.
—Ah así, sigue mmm…. Ah, ah, sigue. Así, Piolín, muy bien.
Henry se volvió a incorporar.
—¿Qué coño te acabo de decir? Si tienes que gritar algo, que sea mi nombre.
—Muy bien, Woods —se limitó a decir Jake.
Henry no quería exactamente que le llamara “Woods”, pero al menos no era Piolín. Cuando
volvió a bajar, se esmeró más, si eso era posible. Jake después de unos segundos con ese ritmo
en la boca de Henry, ya no podía sostenerse en sus brazos, por lo que se tumbó sin quitar su
mano de la cabellera del rubio. Comenzó a gemir de nuevo cuando sintió que Henry le
abandonaba. Jake le miró, pero seguía ahí abajo. Y entonces lo notó, la humedad de la lengua de
Henry en un lugar en el que jamás había imaginado.
—¿Qué…? Ahh —comenzó a decir, pero no pudo terminar la frase ya que su gemido lo
impidió.
Tuvo que apretar con sus uñas el asiento, o sentía que enloquecería. Henry no supo por qué lo
hizo, tal vez porque le apetecía demasiado, o porque quería hacer enloquecer de verdad a Jake.
Movía su lengua en círculos, adelante y hacia atrás, mientras que sus manos sostenían las nalgas
de Jake.
—Dios, Henry… Ah, ah, ah… Sí, Henry, mmm.
Henry volvió a incorporarse con una sonrisa triunfal. Se masajeó la dureza mientras que su dedo
entraba en Jake. Los labios húmedos de Jake se separaron para liberar un nuevo quejido. El
rubio sonrió sin apartar la mirada del moreno. Le encantaba la forma en la que le temblaban los
muslos a Jake, o el modo en el que contraía el vientre cada vez que Henry metía una nueva
estocada con su dedo. Para Jake lo mejor era sin duda alguna la mirada que había en sus ojos
azules. Era una mirada ansiosa y profunda, muy Henry Woods, pero parecía que había
multiplicado por cien su intensidad. Como resultado, sus ojos se habían convertido en unos
infinitos pozos de lujuria. Jake detuvo entonces la mano de Henry, y obligó al rubio a sentarse.
Sin dudarlo, Jake se colocó encima, y sin más, con lentitud, se penetró él mismo.
—¡Aaah! —gritaron ambos al sentir que se unían de pronto.
Jake se quedó unos segundos quieto respirando con fuerza. Henry se dedicó mientras tanto a
besar su cuello y a acariciar las nalgas del moreno. Sin previo aviso, Jake comenzó a moverse.
Puso las manos sobre los hombros del rubio y se dejó caer una y otra vez sobre su erección,
acogiéndola con un gemido. Henry suspiraba y gemía aún más si se podía. Jake sonrió,
satisfecho. Henry le tomó de la cadera para hacer que subiera y bajara sobre su dureza, que ya
palpitaba de placer. Ambos, al tenerse frente a frente, tuvieron el privilegio de contemplar cada
gesto de sus facciones. Sus ojos vidriosos, el modo con el que se mordían los labios… Jake se
empalaba una y otra vez, bajando y subiendo en un maravilloso vaivén. Ambos mantenían sus
labios pegados, y solo los despegaban para suspirar y gemir. Henry no sabía si Jake lo hacía por
la misma razón, pero él sabía que si abría la boca diría cosas que jamás diría en voz alta. Pero
sus ganas por gritarlas y por oír gritar a Jake ganaron.
—Rivers —suspiró deteniendo a Jake.
—¿Qué pasa? —preguntó Jake con los ojos llenos de lujuria y con evidente expresión de no
querer detenerse.
—Esto… cuando estamos así… es una especie de tregua, ¿verdad? —dijo Henry con la
respiración entrecortada.
Jake, respirando aun con dificultad, miró confuso a Henry.
—Supongo que sí —dijo Jake sintiendo unas terribles ganas de besarle y así poder continuar
con lo que estaba haciendo.
—Nunca usarías esto contra mí, ¿verdad? —preguntó de pronto para más asombro de Jake.
—Algunos tenemos escrúpulos —le dijo con algo de resquemor. Quería dejar aquella
conversación, pues Henry le estaba recordando que con quien estaba teniendo sexo en aquel
momento era con el mismísimo Henry Woods—. Además, ¿cómo iba a delatarte a ti, sin
delatarme a mí? —le recordó.
—Vale —murmuró Henry, con su voz ronca, antes de hundir su boca en el cuello de Jake.
Jake sintió un escalofrío de nuevo, y continuó con su tarea, moviéndose de nuevo y arrancando
un suspiro a ambos. Cambiaron de postura, casi comunicándoselo el uno al otro con la mirada.
Henry llevó las manos a la cintura de Jake y tiró cuidadosa pero firmemente de él, acercando su
trasero a su propia entrepierna. Jake gimió cuando la erección de Henry encontró sus nalgas.
Henry se las separó con un jadeo y restregó su erección contra ellas de forma necesitada,
sintiéndolas tersas e increíblemente suaves. Se mordió el labio. El moreno volvió a gemir y
curvó un poco la espalda, alzando el cuello e invitando al otro a follárselo de una vez. Captando
la indirecta, Henry tomó la base de su dureza con una mano y buscó la entrada de Jake con la
punta. Luego echó la cadera hacia delante, despacio, y gruñó de placer al estar de nuevo dentro
de Jake.
—J-joder… —gimió Jake, dejando caer la cabeza hacia delante y esforzándose por mantenerse
a cuatro sobre el asiento.
Pese a que ya estaba dilatado, la gruesa cabeza lo estiraba aún más, abriéndose paso hacia su
interior, llenándolo por completo, y regalándole un placentero ardor que se extendía por todas
sus piernas.
—¿Te duele? —preguntó Henry entre jadeos, y Jake jamás le había escuchado un tono más
preocupado y amable.
—No —el moreno negó con la cabeza y respiró profundamente, intentando volver a
acostumbrarse—. Me gusta, aah, aah, así… Sigue.
Henry sonrió y continuó hundiéndose en Jake, manteniendo una mano en su cadera para
asegurarse de que no se moviera. Dejó escapar un gemido de placer. Jake era lo más delicioso
que había probado jamás. Sus ardientes paredes lo apretaban como si quisieran volverle loco. Y
entonces llegó hasta el final. Se había metido por completo de nuevo
—Mierda, Jake… Eres perfecto —susurró.
Jake no podía articular una sola palabra, solo jadear incoherencias, por ello no comentó nada
ante las reveladoras palabras del rubio. Notaba cada maldito centímetro de Henry dentro de él.
—Sí, ah, m-me encanta… —susurró despacio.
—Joder, Jake… —dijo antes de darle un suave mordisco.
—Dios —siseó Jake.
Henry se aferró a su cintura, esta vez con las dos manos, y retiró su miembro para volverlo a
meter de una sola y rápida estocada, provocando que Jake gritara su nombre y él se derritiera.
Luego lo hizo otra vez, y otra, y otra, dejando su coche rodeado de los gemidos de ambos.
Comenzó un movimiento rápido y duro. Jake no podía dejar de gemir, jamás pudo pensar que el
sexo así podía llegar a ser mejor. Henry le proporcionaba tanto placer que pensó que no podría
soportarlo.
—¡Henry! ¡Así, así, ah! —Jake, sin poder sostenerse más sobre sus brazos, pegó su pecho al
asiento y hundió el rostro en él. Casi lloriqueó de placer al sentir que Henry llegaba incluso más
adentro en esa postura.
El rubio dejó de sujetarlo de la cintura, ya que prefirió llevar las manos al asiento y agarrarse a
él para seguir embistiendo contra Jake, que continuaba antojándosele irresistible por su
estrechez y calidez. Comenzó a tomarlo de forma salvaje, haciendo que seguramente el coche
desde fuera se viera en movimiento.
—¡Ah, Henry!
Y entonces, Henry estalló, se dejó arrastrar por el placer que sacudía su cuerpo, vertiéndose en
lo más profundo del moreno, mientras su garganta se desgarraba con un pequeño rugido. Salió
de Jake con un inmenso placer. El moreno, con la respiración entrecortada, se incorporó, y
Henry en seguida se acercó a él, para ayudar a Jake a terminar. Jake cerró sus ojos cuando
volvió a sentir la boca de Henry. Estaba tan al límite, que en un par de minutos, se derramó
también. Y llegó la calma, la sensación de una felicidad confusa pero totalmente plena. Se
quedaron tumbados un rato, el suficiente para que no fuera incómodo. Jake iba a encenderse un
cigarro, pero una mirada inquisidora de Henry le detuvo.
—Aquí no.
—No puedo salir, así que tengo que fumar aquí —replicó Jake.
Al final Henry permitió que abriera levemente la ventanilla, para que el humo del asqueroso
cigarro de Jake Rivers, no le dejara el coche apestado. Henry se permitió mirar a Jake de
soslayo, vestido únicamente con su ropa interior. Le avergonzaba pensar que aquel chico
pudiera significar su perdición en cualquier sentido. No pensar en nada era lo que le ayudaba a
sobrellevar aquel asunto. Escuchó la ventanilla cerrarse. Jake había tirado el cigarro ya
consumido, y se dispuso a ponerse los pantalones en silencio.
—¿Tienes que irte ya? —preguntó entonces Henry, con algo de brusquedad para disimular un
poco su interés.
Jake se detuvo y miró a Henry con curiosidad.
—No, pero supongo que ya no tenemos nada más que hacer aquí, ¿no?
—Supongo que no —dijo Henry de malas maneras también alcanzando su ropa.
Jake le miró un segundo.
—¿Y ahora qué?
—Nada —se limitó a decir Henry con brusquedad.
Pero Jake sabía que “nada” no era lo que realmente le rondaba por la cabeza en ese momento al
rubio.
—¿Qué? —le instó—. Dilo y punto.
Henry pareció meditar un momento si contestar o no, pero finalmente habló.
—No quiero irme todavía —dijo por fin.
Jake miró a Henry de nuevo sin comprender.
—¿Por qué? ¿Estás demasiado cansado para conducir? —inquirió, y el deje de burla que usó en
su voz hizo que Henry se arrepintiera de nuevo de haber abierto la boca.
—No, joder —maldijo con rabia—. Déjalo.
Reanudó de nuevo su tarea de vestirse. Jake, dándose cuenta por fin de a lo que se refería
Henry, sintió un hormigueo en su estómago que nunca había sentido en su vida, salvo cuando
escuchaba su canción favorita. Ocultó la tonta sonrisa que comenzaba a brotarle de los labios y
se apresuró a detener a Henry para que no se dirigiera al asiento delantero y les llevara de nuevo
a la realidad.
—No, vale, vale —le dijo entonces, haciendo que Henry le mirara de nuevo—. ¿Y qué quieres
hacer, Piolín? ¿Quieres charlar conmigo? ¿Quieres contar estrellas? —inquirió con burla, pues mientras Henry era brusco cuando quería decir algo que le avergonzaba, Jake lo camuflaba con
bromas.
Pero a Henry eso solo le tensó más.
—¡Te he dicho que lo dejes! —le espetó, ya con intención de salir al exterior para dirigirse
hacia el volante.
Jake se apresuró a tomarle del brazo para detenerle.
—Ven aquí —dijo antes de tumbar a Henry y de colocarse sobre él, sin previo aviso. No se
demoró en besarle, con pasión, pero al mismo tiempo con una dulzura que jamás había usado, y
mucho menos con Henry. El rubio se calmó enseguida, pues en unos segundos Jake sintió sus
manos en su cintura, y no buscaban otra cosa que simplemente tocarle con caricias. Los labios
de Henry se movieron al cuello del moreno, ocasión que éste aprovechó para preguntar con una
sonrisa—. ¿Eso es lo que querías?
Henry dejó el cuello de Jake para mirar al moreno a los ojos en la oscuridad del lugar. Ninguno
sabía exactamente que era “eso”, pero Henry asintió con lentitud, y Jake sin más volvió a
besarle, pero con las fuerzas recobradas los besos dejaron de ser calmados, y las caricias dulces
se transformaron en otras. Henry logró despegarse de los labios de Jake muy a su pesar.
—Hagámoslo otra vez —dijo con la voz entrecortada—. Esta vez cambiando.
Jake sin necesitar más, comenzó a quitar las pocas prendas que Henry se había logrado poner y
pegó sus labios al oído del rubio.
—Es la única orden tuya que voy a cumplir.
Seguía siendo raro para Henry, empezando porque Jake Rivers estuviera en su coche, y
acabando por esa pasión que sentía por él. No era necesidad, pues podría tener a cualquier chica
en ese momento en el lugar de a Rivers, pero parecía que prefería estar con él. Debía estarse
volviendo totalmente loco. ¿Por qué Rivers? Si era el tío más idiota y detestable del mundo.
Agitó la cabeza sin querer pensar en ello. Jake a su lado, pensaba en cosas similares. El silencio
que había en el coche no ayudaba, pero, ¿qué tema podría sacarle Jake al idiota de Henry
Woods? Si solo sabía hablar de futbol y de lo guapo que era. Debía estar loco por acostarse con
alguien así. Pero, siendo claro, estaba comenzando a no poder evitar el sentirse atraído de
alguna manera por Woods.
—¿Crees que tus amigos estarían por allí? —preguntó Jake, mirando por fin a Henry que no
despegaba la vista del parabrisas del coche.
—No lo creo. A Chace no le gusta venir aquí. Zack solo consigue tirarse a las tías los fines de
semana, que es cuando están borrachas. Y Vince suspendió de nuevo el examen de conducir.
—¿En serio? —inquirió Jake comenzando a carcajearse.
Mierda, maldijo Henry. ¿Cómo se le ocurría bajar la guardia con Jake? Paró el coche.
—Bájate aquí.
—¡¿Qué?! —preguntó Jake escandalizado—. Esto está a tomar por culo.
—Me da igual. Bájate.
—Capullo —soltó bajándose a su pesar.
Y sin ningún miramiento, Henry y su coche desaparecieron en la noche.
El cretino de Henry Woods le había dejado a media hora andando de su casa. Su madre ya se
habría marchado a trabajar seguramente, tenía turno de noche aquella semana. Para su sorpresa,
se encontró a sus amigos en su porche.
—Tío, ¿dónde estabas? —quiso saber David.
—En la biblioteca, con Woods —se limitó a decir Jake.
—La biblioteca cerró hace dos horas.
Vaya, no recordaba ese pequeño detalle.
—Bueno, me entretuve hablando con una chica.
—Joder, tú follando por ahí, y nosotros aquí esperando como bobos —se quejó Shorty.
—¿Has acabado el trabajo por fin? —preguntó David.
—Sí.
—Menos mal, así no tendrás que ver a Woods fuera del instituto. Suficiente horrible es verlo
allí.
Los demás continuaron maldiciendo a Woods, pero Jake se había quedado en silencio al pensar
que ya no tendría excusa para ver a Henry Woods fuera de clase, y disfrutar momentos como los
que había disfrutado aquel día. Y eso, no le gustaba.
Aparcó el coche en el estacionamiento de la entrada como cada mañana. Chace ya le estaba
esperando. Hablaron de esto y de lo otro hasta que llegaron a sus respectivas clases, donde se
despidieron. Vince y Zack ya estaban en clase, y la mayoría de sus compañeros. Sin embargo, el
asiento de Jake aún estaba vacío.
—¡Eh Henry! —le saludó Vince—. Así que ayer estuviste en la colina…
Henry le miró alertado.
—¿Por qué dices eso?
—Brandon estaba allí con Samantha Cole, y vio tu coche botando más que un balón de
baloncesto —soltó Vince con una expresión cómplice.
—¿Con quién fuiste? —preguntó Zack—. No era Vicky desde luego, ayer las chicas tenían
entrenamiento.
—Tienes que dejar de ir a ver los entrenamientos de las animadoras —le espetó Vince a Zack.
—Pues estuve con una morena cañón —se inventó en cierto modo sin dar más detalles, pues
quería dejar el tema.
—¿Quién, quién? ¿Janine Andersen?
—No, una chica del East School.
Vince entrecerró los ojos.
—Últimamente siempre estás con chicas de otros institutos —dijo antes de encogerse de
hombros—. ¿Y qué tal era?
Henry recordó su noche en la colina.
—Tenía el mejor culo del mundo, te lo aseguro. Fue el mejor polvo de mi vida.
A sus dos amigos se les desencajó la boca del interés.
—Joder. ¿Me pasas su número? —preguntó Vince.
—Hay ligues que no se comparten, Vince.
—Rivers… —escuchó de pronto a su amigo.
Henry se alertó de nuevo y le miró confuso.
—¿Qué? —preguntó antes de que Vince señalara al moreno, que acababa de entrar por la
puerta—. Ah…
Al verle, solo pudo volver a imaginar a ese chico de la misma forma que ayer. Desnudo,
sudando y jadeando sobre él. Casi podía notar el mismo calor que sintió entonces.
—No le soporto. Me encantaría poder empotrarlo contra la pared —masculló Vince con rabia.
—Y a mí —coincidió Henry, aunque no sabía en qué sentido.
—¡Eh Rivers! —gritó Vince llamando la atención de Jake—. Hoy tendrás por fin tu primer
aprobado gracias a Henry, eh.
La mirada de Jake fue directa a los ojos de Henry, y éste se sintió extraño. Puede que solo se lo
pareciera a él, pero sintió que ambos se miraron a los ojos más tiempo del debido.
—Oh, es verdad. Gracias Piolín —dijo Jake con falsa gratitud—. Y hablando de aprobados…
¿Cuándo aprobarás tú de una vez tu examen de conducir?
Henry alzó ambas cejas horrorizado y Vince golpeó de pronto a Zack.
—¡¿Qué?! —exclamó Zack sin comprender por qué le golpeaba.
—¿Qué has ido diciendo por ahí?
—Yo nada.
—Tú y Henry sois los únicos que sabíais eso.
Henry quiso huir, puto Jake Rivers, riéndose desde su asiento de sus amigos por su culpa.
Cuando la señorita Fellon entró les pidió a cada pareja sus trabajos. Era una liberación para
Henry, pero al mismo tiempo se preguntaba con pesar si aquello significaba el fin de sus
encuentros más entretenidos con él. Ambos se pusieron en pie cuando la profesora les llamó.
Fueron hasta su mesa, y Henry dejó el trabajo sobre ella. La mujer ojeó los papeles, satisfecha.
—¿Han conseguido entenderse por fin? —preguntó.
Jake y Henry se miraron el uno al otro antes de contestar.
—Sí, señorita Fellon —dijeron al unísono.
—Me alegro.
En cuanto emprendieron el camino de vuelta a sus asientos, dándole la espalda a la profesora,
todos vieron en ambos expresiones de asco. Ya sabían que aquellos dos no se podían entender.
El resto del día pasó lentamente para ambos. Cuando Henry llegó a casa aquella tarde, se dio
una ducha, y allí volvió a rememorar el buen momento que había pasado en la colina. Tenía la
casa totalmente sola para él, ya que Claire estaba estudiando para los exámenes previos a las
vacaciones y su padre como de costumbre estaba fuera, por lo que no dudó en recrearse, y
recordar cada gesto de Jake. Su piel, su cuerpo, su voz… Fue una ducha gratificante, pero no era
ni de lejos tan buena sensación como la del día anterior. Se vestía con lentitud en su cuarto,
cuando alguien llamó a la puerta. Se apresuró a ponerse una camiseta sobre el torso, y bajó hasta
la entrada. Abrió la puerta, y pensó si aún seguía en la ducha teniendo alguna fantasía, pues no
podía ser que Jake Rivers estuviera realmente en su puerta.
—Hola —le saludó Jake secamente.
—¿Qué quieres? —inquirió Henry, fingiendo que su presencia le parecía una molestia.
—He venido a traerte el dinero de las fotocopias del trabajo. No me gustaría tener que deberte
nada —dijo Jake tendiéndole un billete de cinco dólares.
Henry lo miró extrañado.
—Podías habérmelo traído a clase.
—Lo sé —respondió Jake.
Henry ladeó una sonrisa entonces. Se apartó de la puerta y Jake entró sin más. En cuanto la
puerta sonó al cerrarse, Henry se lanzó a besar a Jake. El moreno le devolvió el beso, y comenzó
a conducirle hasta la habitación del rubio, que ya sabía muy bien dónde estaba. Se quitaban
algunas prendas por el camino, y cuando llegaron al dormitorio, cerraron con fuerza, como si les
importara poco cualquier cosa que no fuera ellos dos en ese momento, porque debían
aprovechar cada segundo. Después de todo, no sabrían hasta cuándo podrían disfrutar el uno del
otro. Ambos sabían, que aquello, no sería para siempre.

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- Capítulo especial #1Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα