[2] Sueños

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Todo estaba oscuro, lúgubre y algo terrorífico, este bosque en negro a causa del fenómeno natural que ocurría sobre él, un eclipse volvía todo oscuridad con reflejos rojos sangre, haciendo juego con su largo cabello castaño rojizo. Caminaba con cuidado por los senderos que alguien más había dejado, había maltratado al bosque con algo parecido a una espada, varios troncos habían sido cortados con furia. Pero a pesar del ambiente oscuro y nada agradable, una melodía era lo que atraía a Alec entre la inmensa oscuridad, seguramente una flauta en manos de un profesional.

La melodía de flauta atraía como si estuviera hipnotizado, siguiendo la absorto de lo demas, por fin terminó el bosque dejando a Alec a una orilla del acantilado, lo primero que vio fue un gran y luminoso Pegaso blanco a los pies de un tronco cortado, estaba recostado en el césped dormido tranquilamente gracias a la melodía, sobre el tronco cortado había alguien, la sombra del eclipse no dejaba que  Alec le reconoceria, en sus manos estaba la flauta mientras la tocaba, y en su espalda había una espada de doble filo, enfundada y de mango de detalles de oro, y una cinta roja lo envolvía.

De repente el flautista dejó de tocar, algo que volvió en sí al castaño rojizo, tomó y desefundo su espada para ponerla apuntando al cielo, justamente en medio del eclipse, la luz roja de reflejó en la hoja para después dirigir el filo al joven castaño de ojos azules.

La época de los dioses termina aquí...— Alec pudo ver vagamente como una sonrisa se formó en el rostro de aquel hombre, sus ojos brillaron en un rojo carmín. Y de un rápido movimiento el hombre misterioso corrió hacia Alec clavandole la espada en el pecho, el dolor le sacó un grito de agonía desde el fondo de su ser, la fuerza del impacto hizo que Alec retroceriera contra un árbol sintiendo como la espada se introducía más a dentro en su pecho, este dolor no era como el que estaba acostumbrado a sentir, le desgarraba hasta el alma, no importaba cuando intentara liberarse.  Sólo provocaba que más sangre saliera de la herida y por su boca, la fuerza se estaban llendo del muchacho que intentaba aferrarse a la esperanza de vivir, el hombre hizo mas fuerza hacía abajo para obligarlo a sentarse entre las raíces del árbol.

— ¿Q-Quien e-eres? — trató de hablar aún cuando su propia sangre le estaba ahogando en su garganta, el hombre sólo amplió su sonrisa torcida y por fin sacó la espada del castaño, que sintió como su cuerpo caía apoyado en el árbol. Ya no podía moverse y su corazón ya no palpita, sentía su cuerpo pesado y rígido, pero aún podía ver con claridad como al que hombre de ojos carmín levanta su espada bañada en su sangre manchandose un poco el rostro por unas gotas que caían, ahora tenía como objetivo el cuello. Todo paso en una fracción de segundo, de una estocada bajo su brazo, Alec solo vio esa sombra con temor a la muerte.

— ¡¡ALEC!!

Ese grito lo hizo volver a la realidad, la luz de sol que se colaba por la ventana de su habitación le golpea el rostro, estaba exaltado de sobre manera, que su corazón le comenzó a vibrar de dolor pero intentó calmarse, un inútil intento ya que patearon su puerta abriendola de golpe volviendo a su estado de shock.

— ¡Alec! Oh si estás despierto, que alivio pensé que te había dado un infarto o algo por el estilo. — habló aliviada la chica rubia que tenía la mitad del cabello Rosa y rizado, vestida de uniforme del Instituto Palestra. Más su hermano tenía la respiración agitada con la mano en el pecho, de verdad que le había sobresaltado lo cual no estaba bien, así que cuando se calmó un poco pudo ordenar bien sus palabras.

— ¡Casi me das un infarto Lucy! ¡Pudiste haberme matado! — le reclamó sentado desde su cama, su gemela le vio con recelo.

— Eres un mal agradecido, No respondías y me preocupé por ti, no tuve otra opción. — se cruzó de brazos molesta por la actitud de su hermano, este entrecerró los ojos con molestia.

El Sol, La Luna Y Las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora