Capítulo 3: Volver al inicio

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María me miró y yo me ruboricé tan rápido que ella se percató enseguida. Ella dijo que sí, que iríamos a aquellos; y que las horas que pasamos en aquellos lugares no se nos olvidarían nunca.

Mientras decía esto me había dado la mano por debajo de la mesa y volví a tomar mi color natural.

Entonces comenzó la película que siempre ponen en los trenes y yo me puse los auriculares como si la fuese a escuchar, aunque los tenía en silencio. En aquel momento no quería seguir hablando del tema.

(...)

Después de haber pasado las primeras dos horas de viaje volvimos a hablar y las que nunca habían estado en aquel lugar, preguntaron por lo que hicimos en el viaje anterior.

Les dije que habíamos visitado el lugar con unas amigas mías como guías turísticas y después que nos fuimos de fiesta a un lugar donde nos llevaron ellas. Cuando terminé de decirlo me di cuenta de que no debía haberlo hecho.

Entonces la lianta de la Mari continuó y preguntó si esta vez íbamos a verlas otra vez, que le habían caído muy bien. Yo la miré con una de esas miradas con las que podrías matar a alguien en un momento de "tierra trágame". Las demás también me miraron y dijeron que a ellas también les gustaría conocerlas e ir de fiesta con ellas. Yo las miré y dije que hablaría con ellas.

En acto seguido cogí el móvil como si les estuviese preguntando si nos veríamos algún día, pero ellas lo que no sabían era que yo ya había quedado con ellas sin importarme lo que las otras pensaran.

Mientras estaba con el móvil, le escribía con letras grandes a Mari para que lo leyese. Sólo le puse unas cuantas palabras cuando les respondí que sí, que ya habíamos quedado y que nos recogerían a la salida del tren cuando llegáramos.

Después de decirlo pensé cómo iba a reaccionar Natalia cuando me viese y me alarmé.

Entonces dije que iba a ir al baño y Mari pilló la indirecta cuando dijo que me acompañaba. Salimos del vagón hacia el baño cuando la miré y empecé a temblar. Ella lo notó y me abrazó lo más rápido que pudo en aquel momento. Yo me relajé y le comenté lo que pensaba. Le dije que no sabía cómo iba a reaccionar Nat cuando me viese, o peor, que no sabía cómo reaccionaría yo.

Ella me miró y me respondió que daba lo mismo, que no importaba aquello. Yo le dije que no se lo había comentado al resto del grupo y que sabía cómo eran, y que se iban a enfadar por ello. No por lo que yo sentía, sino porque no se lo había dicho a ellas.

Mari me dijo que estuviese tranquila, que lo de contárselo o no era cosa mía y que ella me apoyaría. Entonces le dije que yo se lo iba a contar, pero que necesitaba el apoyo de Natalia para ello. Es decir, la necesitaba a mi lado en aquella charla y por eso les dije que apareciesen porque esperaba contárselo cuando nos instalásemos en el apartamento que habíamos alquilado.

Hablando del apartamento, María me preguntó si esta vez iba a dormir con ella y yo no supe responderle sobre aquello. La miré y le comenté que la vez anterior no lo tenía previsto, que sólo me había quedado dormida cuando ella me abrazaba en el sofá.

Ella me sonrió y me dijo que estábamos muy monas allí tumbadas abrazándonos con tanto cariño. Yo me volví a poner roja y le comenté que puede que al igual que la vez anterior se quedaran a dormir en el piso para no tener que volver a esas horas de la mañana a su casa en metro. Más que nada porque a esas horas no había ni metro. Me dijo que por ella estaba bien, pero que tenía que hablar con las otras también. Le dije que ya lo sabía, pero que necesitaba que me apoyase cuando lo comentase.

Nos dimos cuenta de que ya había pasado un tiempo desde que nos fuimos y que quedaría muy sospechoso si nos quedábamos más allí. Entonces volvimos a nuestros sitios y nos sentamos como si no hubiese pasado nada.

Pasaron unos minutos y empecé a hablar. Les comenté que, si mis amigas venían a pasar el día con nosotras y si nos íbamos de fiesta, después ellas se tendrían que quedar en casa a dormir porque no había metro para que llegasen a su casa.

Para mi asombro me contestaron que les parecía bien y que ya nos arreglaríamos con las habitaciones. Empezaron a comentar que había tres habitaciones: una con dos camas individuales, otra con una única cama individual y la última con una cama doble.

Según la repartición que habíamos hecho unas horas antes por sorteo habíamos quedado en que la primera habitación, la de dos camas, sería para Julia y Sabela; la de la cama individual para la Mari y la doble sería la mía. Qué ironía, la más pequeña se lleva la cama más grande.

Entonces nos dimos cuenta de qué había también un sofá en la sala, y que por lo tanto entrábamos todas en el piso. Después preguntaron que cómo íbamos a dormir entonces el día que viniesen y acto seguido habló María.

Les dijo que podían dormir ellas en la habitación que les había tocado, las camas individuales, que no había problema; y me preguntó si a mí me importaba quedarme en la habitación que me había tocado y dormir con una de ellas. Yo le respondí que no, que me parecía bien, mientras intentaba no poner mi cara de "te odio en estos momentos".

Después, dijo que la otra podía dormir en el sofá y que así todas estaríamos a gusto y sin estar incómodas.

Cuando dijo eso último me miró y se dio cuenta que la había liado. Pero parecía que ellas no se habían dado cuenta de lo que había pasado en aquella frase.

Después de varios minutos más de viaje, desde el altavoz del tren escuchamos que el tren iba a estacionar en su destino, Madrid, en cinco minutos y comenzamos a recoger todo para que no se nos olvidase nada en los asientos.

Cuando llegamos a la estación salimos del tren con toda la calma del mundo, ya que no nos gustaba andar con las maletas y la gente empujando como si tuviesen prisa para subir por las escaleras mecánicas.

Ni imaginarlo - ALBALIAOnde as histórias ganham vida. Descobre agora