Capítulo 3: Volver al inicio

2.5K 100 0
                                    

Todos los días a partir de entonces recibía un mensaje al llegar la noche de aquella chica morena. Cuando ella llegaba del gimnasio se ponía a escribirme sin faltar ni un único día.

Todos los días hablábamos y nos contábamos cómo había ido todo. Si ella estaba bien con los estudios y su equipo de clase, si yo disfrutaba o por lo menos no me aburría en el trabajo, o incluso cómo le había ido a su hermana durante el día.

En general, nos contábamos nuestras penas y alegrías. Y al final de todas nuestras charlas, que duraban más de una hora, ella finalizaba la conversación con una frase que variaba muy poco con el paso de los días – Te quiero, que duermas bien cariño –. Yo le respondía a eso con iconos de corazones rojos junto con dos monosílabos – Y tú –.

No nos aburríamos de hablar y echarnos horas frente al móvil en ningún momento; incluso esperábamos a que llegase el primer mensaje en cada anochecer. Pero uno de esos días fue diferente y le di una gran alegría cuando le dije que me iba a pasar por allí. Que iba a ir con otras amigas y María, a la que ya conocía, a ver un musical que queríamos ver.

También le pregunté si le gustaría que estuviésemos como la vez anterior. Ella me dejó el mensaje en leído y no me contesto en unos minutos.

Cuando lo hizo me dijo que si estaba tonta y que claro que sí. Yo le comenté que las amigas con las que iba esta vez no sabían nada sobre el tema excepto Mari, pero que le prometía que se lo diría si ella me apoyaba.

Ella volvió a dejarme el mensaje en leído. Pero esta vez no me contestó.

Pensé que se había enfadado, cuando noté que alguien me estaba llamando al teléfono móvil. Era ella. Yo no sabía qué hacer.

Si le cogía la llamada era probable que me dijese que por qué no les había comentado nada y a mí me entraría una angustia terrible. Pero si no le cogía, ella se enfadaría por haberla ignorado de esa manera. Entonces sin esperar ni un segundo más cogí la llamada y lo primero que hice fue decirle que lo sentía. Ella se rió y yo no entendí el por qué.

Entonces me respondió que no tenía que sentir nada y que ella me apoyaría en eso si yo lo quería. Me dijo que no había ninguna prisa para contar nada, que con que lo supiésemos nosotras era suficiente. Entonces me salió una sonrisa en la cara, me relajé y le dije que se lo agradecía mucho. Ella me contestó a eso con un te quiero y me colgó para seguir chateando conmigo. Mi cara de tonta mirando a la pantalla del móvil no era ni medio normal, pero allí estaba.

(...)

Pasaron los días y cogimos el tren para ir a la capital.

Cuando nos subimos al vagón y buscamos nuestros asientos, nos dimos cuenta de que nos había tocado una mesa.

Yo me senté mirando hacia delante al lado de la ventanilla, así evitaba marearme durante el viaje. Mari se sentó a mi lado sin decirme nada por haberme sentado al lado de la ventanilla sin avisarla. Puso su mano sobre mi rodilla y me miró como diciendo si la iba a ver aquel día. Yo no le respondí con la mirada y cuando me giré hacia ella le dije que sí, que lo haría. Ella me sonrió.

Cuando todas nos asentamos en nuestros asientos comenzamos a hablar de lo que nos gustaría hacer en los días que duraba aquella salida. Sabela y Julia no habían ido nunca a aquel lugar por lo que tenían muchas ganas de ir. En cambio, nosotras ya habíamos ido antes.

Se les veía la ilusión en la cara cuando preguntaron por lo que íbamos a hacer allí y me miraron. Les dije que durante los días iríamos a visitar distintos lugares de la ciudad, tanto los conocidos como aquellos que eran más reservados. Después, les comenté que por las noches si tenían ganas podíamos salir por los pubs de la ciudad a pasar un buen rato. Entonces ellas preguntaron si iríamos a los que fuimos la última vez Mari y yo, ya que les contamos que lo habíamos pasado tan bien.

Ni imaginarlo - ALBALIAWhere stories live. Discover now