II. Los sonidos raros no cesaban.

11 4 1
                                    

Los sonidos raros no cesaban en el bosque, yo estaba súper aterrorizada, no tanto por mí, sino por Mónica, a quien aún no encontrábamos. Daniela y yo íbamos cogidas de la mano, y apretábamos con más fuerza nuestras manos cada vez que nos asustábamos. Decidimos llevar un celular y apagar el otro para resguardar la batería que les quedaba y cuando el celular de Daniela se descargara, encenderíamos el mío. Daniela y yo no nos separábamos la una de la otra, solo rezábamos por encontrar a Mónica rápido.

De repente los sonidos se acallaron, el bosque se inundó de golpe por un silencio sepulcral, que provocó que los únicos sonidos extraños que se escuchaban en ese momento fueran los latidos de nuestros corazones.

-̶― ¿Brenda escuchaste eso? – Me preguntó de golpe Daniela, provocando que me sobresaltara.

-̶―No, ¿Escuchar qué?

-̶―Shhh...

Hice silencio, tal como me lo pidió Daniela. Y escuché otra vez aquel escalofriante sonido como de perros masticando huesos. Luego vino lo peor. Empezamos a escuchar pisadas, que se acercaban poco a poco a donde estábamos. Luego se intensificaron, pisaban con más fuerza, como con la intención de asustarnos, tratamos de hacernos las valientes (o bueno, al menos yo lo intente) le grité a quien quiera que fuese el que estuviera haciendo aquello que parara y que no le teníamos miedo, y en efectivo paró. Pero eso solo empeoró las cosas. Las pisadas volvieron a oírse al cabo de casi dos minutos de absoluto silencio, pero esta vez eran más rápidas y menos ruidosas, era como si casi ni estuvieran pisando el suelo lleno de hojas secas a causa del otoño, se escuchaba con más claridad como alguien corría a lo lejos sobre las hojas, y cuando de repente logramos ver una sombra negra al final fue cuando ambas gritamos muertas de miedo. Se aproximaba a toda velocidad a nosotras, el ruido volvió a escucharse, esta vez con más fuerza, corrimos por donde vinimos tratando de huir de quien nos estaba dando caza. Corríamos, gritábamos, llorábamos, ya no encontrábamos que más hacer. De repente vemos pasar a un auto y nos ponemos a gritar como locas. El auto se paró, por mucho, muy lejos de donde estábamos nosotras. Daniela enseguida pegó la carrera de su vida (literal creíamos que nuestras vidas dependían de ello) para tratar de alcanzar el auto y pedir auxilio.

Todo paso demasiado rápido.

Vi a Daniela a varios metros hablando con el hombre de la camioneta. De repente comencé a escuchar nuevamente los ruidos extraños, me acerqué un poco más y luego me volví a sobresaltar con un grito de horror que se escuchó en las entrañas del bosque. El susto fue tal que caí de espaldas en la carretera, casi sin fuerzas para levantarme y escuché ese inconfundible sonido de una bocina de algún auto que pasaba, o que venía.

El auto venía a una velocidad inimaginable. Me quedé ahí petrificada, tirada en el suelo, desangrándome.

Me desmayé.

El LíderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora