—No todos —repuso Hagrid con voz ronca—. No todos los padres quieren que me quede.

—No podemos buscar la aprobación de todos —siguió Annie con voz tranquilizadora— lo importante es aprobarte a ti mismo, sin importar lo que digan los demás.

Harry sonrió enternecido mirándola y la abrazó.

—Vuelve a las clases, Hagrid —pidió Hermione en voz baja—. Vuelve, por favor: te echamos de menos.

Hagrid tragó saliva. Nuevas lágrimas se derramaron por sus mejillas hasta la barba. Dumbledore se levantó.

—Me niego a aceptar tu dimisión, Hagrid, y espero que vuelvas al trabajo el lunes —dijo—. Nos veremos en el Gran Comedor para desayunar, a las ocho y media. No quiero excusas. Buenas tardes a todos.

Dumbledore salió de la cabaña, deteniéndose sólo para rascarle las orejas a Fang. Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, Hagrid comenzó a sollozar tapándose la cara con las manos.

Annie se puso de pie y abrazó a Hagrid.

—Dumbledore es un gran hombre... un gran hombre...

—Sí que lo es —afirmó Ron—. ¿Me puedo tomar uno de estos bizcochos, Hagrid?

—Todos los que quieras —contestó Hagrid, secándose los ojos con el reverso de la mano—. Tiene razón, desde luego; todos tenéis razón: he sido un tonto. A mi padre le hubiera dado vergüenza la forma en que me he comportado... —Derramó más lágrimas, pero se las secó con decisión y dijo—: Nunca les he enseñado fotos de mi padre, ¿verdad? Aquí tengo una...

Hagrid se levantó, fue al aparador, abrió un cajón y sacó de él una foto de un mago de corta estatura. Tenía los mismos ojos negros de él, y sonreía sentado sobre el hombro de su hijo. Hagrid debía de medir entonces sus buenos dos metros y medio de altura, a juzgar por el manzano que había a su lado, pero su rostro era lampiño, joven, redondo y suave: seguramente no tendría más de once años.

—Fue tomada justo después de que entré en Hogwarts —dijo Hagrid con voz ronca—. Mi padre se sentía muy satisfecho... aunque yo no pudiera ser mago, porque mi madre... Ya saben. Naturalmente, nunca fui nada del otro mundo en esto de la magia, pero al menos no llegó a enterarse de mi expulsión. Murió cuando yo estaba en segundo.

Annie sonrió tristemente. Hagrid era una gran persona que merecía todo lo bueno del mundo.

(...)

—And i don't want to miss a thing.. —cantó Annie por lo bajo mientras coloreaba otro de sus dibujos—. Cause even when I dream of you

The sweetest dream will never do
I'd still miss you baby
And i don't want to miss a thing..

Tarareaba la canción mientras cerraba sus ojos.

Algo la rodeó por detrás haciéndola sobresaltarse.

—Soy yo.. —murmuró una voz que Annie reconoció de inmediato.

—Hola.. —saludó echando su cabeza para atrás para besarlo.— ¿Qué vas a hacer?

—Iré con el huevo al baño de prefectos —explicó.— ¿Me acompañas?

—¿Estás seguro? —preguntó Annie.

Harry asintió.

—Iré a dejar mis cosas entonces.. —con un movimiento de varita que había aprendido gracias a Hermione todas sus cosas se guardaron.

Se levantó y observó a Harry con una toalla, el mapa y el huevo.

—¿Debo llevar toalla y traje de baño? —preguntó divertida.

Annie y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora