—Permiso, señor Winter.

—Adelante, hijo, encenderé unas velas, Emily.

—Si —le digo, y subo las escaleras con Jacobo goteando tras de mi, me volteo un momento para susurrarle— Estuve contigo toda la tarde, ¿De acuerdo? Y compraste un crepé para mi padre.

Jacobo me sigue a través del pasillo hasta mi cuarto, —¿Oh sí? Claro, nuestra salida fue lo mejor del mundo, me encantó cuando me dejaste jodidamente plantado en un pizzería de mierda —su tono me hace reír, pero sé que está muy molesto— Me debes una maldita explicación, homunculo.

—Deja de ser grosero o te voy a abofetear —murmuro, yendo hacia mi armario pasándole una toalla— Es una larga historia, —suspiro, y me tumbo en mi cama con la linterna apuntando al techo, Jacobo hace lo mismo, primero quitándose la camisa y enrrollandose la toalla en el cabello como una señora en peluqueria.

—Me encantaria oírla, de verdad —dice tomando la linterna de mis manos, su cara queda al lado de la mía y puedo ver que sus labios están pálidos y casi azules— Este puto resfriado que debe estar a punto de atacarme por caminar hasta aquí, en medio de la lluvia, preocupado porque no apareciste, debe valer la pena por tu jodida explicación.

Jacobo me miró, sus suaves facciones de adolescente rebelde esperando por mi. Miré al techo y le dije, —Casi me atropellan.

Mi mejor amigo dejó de jugar con la lámpara para mirarme con una de sus cejas pobladas elevadas, —¿Cómo?

Suspiré, —Si, y ese tipo como modo de disculpas me invitó un café.

—Queria contigo.

—Talvez, era guapo —demasiado, el recuerdo de su barba negra adornando ese rostro de facciones fuertes y simétricas me agobia.

Jacobo usa su brazo para levantarse y mirarme, sonríe y se ve claramente ese piercing oral, como dos puntos plateados en sus dientes delanteros. La historia de eso es tan graciosa como ridicula, por cierto. Bueno, Jacobo es tan gracioso como ridículo.

—Tu quieres con el, —alega con esa sonrisa torcida muy característica de él— Mi pequeño homunculo me abandono en una pizzería para ir a una cita, vaya. Me siento orgulloso.

Tomo una almohada para tirarsela al rostro mientras él se ríe.

—¡No me gusta! Era guapo, pero lo conocí hoy, —volteo los ojos y Jacobo me pega en la frente— ¡Ay!

—Para enamorarse no necesariamente tienes que conocer de toda la vida a una persona, —se encoje de hombros y se sienta para quitarse la toalla de la cabeza y liberar su largo pelo alredor de su cara hasta su mandíbula— Si eso fuera así, ya te hubieras enamorado de mi. Es decir, mira todo esto, cariño.

Se señala y pone una cara de o-por-dios-soy-lo-máximo.

—Soy hermoso —agrega.

Y no lo niego, Jacobo tiene esa apariencia de chico despreocupado amante del skateboard y de los tatuajes. Su piel es pálida y tiene un abdomen definido a pesar de no hacer muchos deportes. Además de su cabello que es para morirse.

—Entonces, —sigue diciendo— Me abandonaste por otro chico, me dueles, homunculo.

—No fue así, —suspiro— y deja de llamarme así o te voy a abofetear.

Alza las manos en son de paz, —Al parecer tu también acabas de llegar, por las fachas que cargas.

—Si, —lo miro y no puedo evitar sonreir— Me trajo hasta acá.

—Tiene que ser una broma —el ríe, desordena su cabello con los dedos— ¿No te ofreció llevarte a un hotel?

—¡Jac!

—¿Que? ¡Es obvio que le atraias de alguna forma! Y si era tan guapo, ¿Porque decirle que no a un rato en el hotel con él? — el suelta una carcajada.

—Eres la amiga putonga que jamás tuve, —le digo dándole un golpe en el hombro y riendo por igual.

—Soy la amiga putonga más guapa que puedes llegar a tener —y bate su cabello como chica de comercial de shampoo— Diablos, soy demasiado sensual.

Me echo a reír y volteo los ojos —Lo que tú digas.

—¿Te dijo su nombre el hombre misterioso?

—Atlas, no se su apellido.

Jacobo frunce el ceño, —¿Cómo el libro? ¿O como el titán que obligó Zeus a cargar con el cielo en la mitología griega?

—No lo sé, lo cierto es que se ve con un mismísimo ser divino.

Jacobo solo alzo las cejas de manera pervertida, la lluvia afuera se hacía más fuerte, ví la camisa de Jacobo tendida en el espaldar de la cama y frunzo el ceño —¿Porque no traías abrigo?

—Porque soy todo terreno, cariño, los hombres con dotes de supervivencia como yo no necesitamos simples abrigos.

—Se te olvidó en alguna parte.

El suspira, jugando con su pulsera de piel en su muñeca —Salí como un toro de la pizzería y lo deje allá por accidente, y no me iba a devolver. Tenia el trasero mojado y el pene chiquito por el frío, no podía arriesgar a perder a mi pequeño amigo, primero pierdo un dedo por hipotermia que a mí pequeño —le doy un golpe y el ríe— Un abrigo se puede recuperar.

Abrigo. Mi abrigo. Me levanto de golpe y empiezo a buscar por toda la habitación buscando el abrigo que me llevé al salir de casa. No está en ningún lado. Me detengo frente a la ventana y miro al jardín delantero de mi casa. La brisa y la lluvia meciendo las ramas del imponente árbol.

Mi respiración se corta y muero de vergüenza, uso mis dedos para frotar mi frente y suspirar. No, no, no.

—¿Que? —pregunta Jacobo, jugando aún con la linterna.

—Hablando de abrigos, —suspiro— Creo que deje el mío en el auto de Atlas.

Jacobo rompe a reír, para después esnifar varias veces, como buscando algún olor, —¿Que? —pregunto irritada.

Mi amigo se encoge de hombros y luego me mira sonriente.

—Es que huele a patética historia de amor por aquí.

•∆•∆•

¡Gracias por leer!

Particularmente amé escribir este capítulo, sobre todo porque Jacobo y su personalidad me divierte muchísimo *inserte aquí grito fangirleo*

Y bueno si te gusta tanto Jacobo como a mí y quieres que aparezca más seguido no olvides votar y comentar (darle amor :'v)

#UnAbrigoParaElAmigoDeJacobo.

GRACIAS 💖✌️

~X.

Atlas ©Where stories live. Discover now