Capitulo XI

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Salir del edificio fue muy sencillo; aún sabiendo que la habían descubierto, o al menos a Terry, Candy mantuvo todas las alertas de seguridad como en cualquier otro robo y se cuidó mucho de que nadie la viera con aquel teléfono ni con la nota que le habían dejado. Solo cuando estuvo en la calle y alejada del edificio, decidió qué quería hacer..Nunca supo ni tampoco le importó si la dejaron salir por petición de Niel.

Sacó la laptop del bolso y para revisar la bandeja de mensajería, Stair le había enviado un link en donde podia conectarse a la señal de su teléfono, por suerte habían colocado
un dispositivo GPS modificado por ella que esperaba funcionase para localizarlo o al menos darle una pista de dónde se habían llevado a Terry. —Tenía que intentar el rescate antes de ceder a las intenciones de aquel delincuente. —No quería darle lo que deseaba, aunque su corazón ya había decidido por Terry.

Sin dejar de mirar la pantalla de la laptop y a la vez vigilar su alrededor, ahora más que nunca necesitaba ser cuidadosa por ella, sus amigos y por Terry; con manos temblorosas, marcó a su número telefónico, desde el teléfono que Niel le dejó junto a la nota.

–Vaya señorita White, esperaba un poco más de rapidez de su parte. —Quizás este policía entrometido no le importa tanto como yo creía, cosa que por otro lado me hace tenerle más afecto.

Candy casi vomita de pura impotencia con solo escuchar aquella voz; Terry le importaba y mucho, pero era mejor que aquel tipo creyera que no era así, quizás eso le podía dar un poco más de tiempo con vida y ahora, eso era lo principal.

– ¿Qué quiere? –preguntó con desprecio.

—Ya lo sabes. —Tus habilidades para un robo.

– ¿Qué quiere? –repitió con voz cansada. Estaba claro que la quería para eso, ya se lo había pedido durante aquella comida envenenada, pero ¿qué obra?

–Jóvenes tocando piano, Renoir 1892.

Candy cerró los ojos con fuerza y contuvo el aliento. —Ese pieza era muy difícil de robar sin un planteamiento extenso y riguroso, más que nada porque no estaba en una casa de subastas o de algún coleccionista, no, aquella pintura estaba en París, en uno de los museos más seguros y concurridos del mundo.

–Consigo imposibles, pero no hago milagros –respondió pensando que si aquel hombre insistía estarían muertos.

–Yo creo que si los haces. —Lo he visto –respondió amenazador y deleitándose con la situación–. O me traes el Renoir o si lo prefieres La Maternidad que pintó Picasso en su época rosa en 1901 la cual está en un paradero desconocido, aunque dudo que el propietario de la obra haya hecho pública su adquisición, ya que fue un comprador anónimo para salvaguardar su identidad. —Tú decides.

Candy no podía creer en su suerte. —Al final su obra más querida podía salvar al menos a Terry y a ella ...

– ¿De cuánto tiempo dispongo? –preguntó sin quitar su mirada de la laptop. —el GPS estaba haciendo su trabajo y ya casi tenía una ubicación aproximada de dónde podían tener retenido a Terry

–Dos días máximo. —Si dentro de cuarenta y ocho horas no tengo uno de los dos cuadros, le pego un tiro en el corazón al policía. ¿Te quedó claro? Y con el dinero que me has robado hoy date por pagada.

Candy apartó rápidamente de su mente la imagen de Terry tirado en el suelo con un tiro en el pecho, no podía procesar algo así si quería pensar en cómo salir vivos los dos.

–En menos de cuarenta y ocho horas lo llamaré para que me informe de donde desea la entrega, pero antes exijo saber que él está bien.

La risa de Niel inundó la comunicación, haciendo que ella apartase el teléfono para amortiguar un poco el eco que producía. —Aquello era asqueroso.

Robin Hood Femenina --Lady HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora