novena marca

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15 de abril de 2033

El día empezó normal

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El día empezó normal. Hugo despertó a las siete de la mañana, se bañó y se puso la ropa del trabajo. Cuando salió del baño, su esposa seguía durmiendo, boca arriba porque su gran barriga de embarazada no se lo permitía de otra forma; su hijo debió haber nacido hacia dos semanas, pero apenas habían empezado las contracciones, Alexandria había estado malhumorada los últimos días. Le escribió una nota, diciendole que volvería a las cinco y si pasaba algo con el bebé, que enviara un elfo doméstico a decirle. Le dio un beso en el cabello y se marchó.

Tenía casi cuatro años en el Ministerio y se había hecho respetar en la comunidad mágica francesa. Había quien decía que intentaría hacerse con el sillón de Ministro de Magia en unos cuantos años. Hugo estaba feliz con ya no tener que hacer el papeleo, pero sabía que su suegro estaba esperando algo así. «Cuanto más poder, mejor», le había dicho alguna vez. Hasta había conseguido una oficina para él, ya no tenía un pequeño cubículo, lo sentía como una victoria.

Había estado revisando una de las leyes que se presentaron en el Departamento. Querían adopar el mismo modelo que seguía Inglaterra con respecto a los elfos domésticos: que fueran pagados por sus servicios y que tuvieran al menos dos días de descanso al mes. El movimiento de Hermione Granger-Weasley había llegado hasta Francia. Hugo puso los ojos en blanco, consideraba una pérdida de tiempo revisarlo, sabía que el Consejo -la contraparte francesa del Wizengamot- jamás aceptaría esa propuesta.

Entonces, un plop se escuchó en la oficina y Hugo levantó la mirada de los papeles para ver a su elfo doméstico personal, Nhumiel.

Madame Alexandria a cassé la fontaine! (¹) —exclamó apenas Hugo le prestó atención.

De cualquier manera eran las cinco menos cuarto y Hugo no tuvo problemas en irse antes. Pierre Guermeur, Jefe del Departamento de Leyes Mágicas, era conocido del padre de Alexandria, por lo que no puso reparos en dejarlo marchar antes. Fue a Lady Lisette, donde ya estaba toda la familia Rosier, quienes se habían estado hospedando en la Mansión el último mes, esperando el nacimiento.

—¿Dónde está? —preguntó Hugo, acercándose a Nathan. En ese instante no recordaba cómo hablar en francés.

—Los medimagos se llevaron a Alexandria a una habitación para que pudiera… bueno, dilatarse —explicó.

Famille de madame Weasley? (²) —preguntó un medimago, acercándose. Cuando todos asintieron, él habló sobre partos, contracciones, dilatación y más cosas que Hugo no conseguía entender. Lo que sacaba de ahí era que Alexandria estaría un tiempo esperando para tener al bebé.

Horas más tarde, Hugo no podía estar ni por asomo nervioso. Alexandria y toda su familia ya se ocupaban de estarlo y él era quien debía mantener la calma, pese a que quería gritar y marcharse a otro lugar donde no hubiera ruido. Pero por razones obvias, debía quedarse en Lady Lisette hasta que su esposa tuviera al bebé.

Él se despidió apresurado de la nerviosa familia Rosier y se dirigió a la habitación donde el medimago le dijo que Alexandria se encontraba, ya empezando el labor de parto. Mientras caminaba, se iba poniendo el impermeable celeste de hospital que le dieron, para poder pasar a la habitación. A Hugo le pareció tan raro que ya hubieran pasado nueve meses, parecía ayer cuando Alexandria le alegró su vida al decirle que estaba embarazada.

Bostezó antes de entrar a la habitación. Eran las dos de la mañana, Alexandria había roto aguas casi a las cinco de la tarde del día anterior. Había tardado en dilatarse los diez centímetros que necesitaba. Por fin lo había hecho y ya había entrado en labor de parto, era cuestión de tiempo para que tuvieran a su bebé. El medimago lo hizo pasar y Hugo se apresuró a ponerse al lado de su mujer, quien tenía el rostro sudado y una expresión de sufrimiento mientras pujaba, tal y como le pidieron las sanadoras.

—Me duele —sollozó Alexandria cuando vio a Hugo entrar. Él le tomó de la mano y le acarició el cabello.

—Lo sé, cariño —murmuró con voz suave—. Lo sé. Pero debes seguir pujando. El bebé nacerá y tendremos la familia que queremos.

No pareció que su esposa lo hubiera escuchado. Pese a que seguía las indicaciones del medimago, todavía seguía llorando de dolor; a Hugo le sorprendía que no estuviera maldiciendo. Una dama de la sociedad ante todo. Hugo no sabía qué hacer para ayudarla, así que le decía palabras de ánimo.

Il manque peu. Il manque peu (³) —decía el medimago.

—Cariño, un poco más —le dijo Hugo a Alexandria—. Ya falta poco para que nazca.

—Me duele —repitió llorando.

—Un poco más, Alex.

Madame Weasley, solo falta la cabeza —dijo la enfermera, en inglés pero con un marcado acento francés—. Usted puede.

Alexandria volvió a pujar y se desplomó agotada en la cama, jadeando con fuerza. El medimago se incorporó, sosteniendo a un bebé ensangrentado, que rápidamente le pasó a las sanadoras. Hugo se inclinó y le dio un beso en el cabello a su esposa, que sonrió con los ojos cerrados. Sin embargo, su sonrisa no duró mucho, el llanto desgarrador de su hijo se escuchaba, mientras una marca aparecía en su pequeño cuerpecito.

La misma marca estaba apareciendo en la piel de Hugo. Los números romanos XV IV MMXXXIII se tatuaron en su brazo derecho.

—¿Cómo lo llamarán? —preguntó la enfermera, con el marcado acento francés. Le pasó a Hugo su hijo, ya limpio y calmado por la pomada mágica que le pusieron.

—No sé el primero, pero el segundo será el de su padre —susurró Alexandria, incorporándose lentamente para ver el bebé—, como sigue la tradición.

Hugo la miró con incredulidad. No habían pensando el nombre durante el embarazo, tenerlo ya listo antes de que el niño naciera era de mala suerte, según Alexandria. Pero él en definitiva no esperaba eso. Cierto que Daniel llevaba el segundo nombre de su padre, pero el hijo de Hugo no podía llamarse como él.

Alexandria arqueó una ceja al ver su confusión.

—Es tradición que el primogénito lleve el segundo nombre de su padre, y el primer nombre debe ser elegido por ti —agregó.

Hugo movió la cabeza de un lado a otro. Su nombre no combinaba con nada. Su mujer lo miró con molestia.

—¡Es tradición!

—Les daremos privacidad —dijo entonces la enfermera, retirándose de la habitación con la sanadora y el medimago.

Diez minutos más tarde, la familia Rosier al completo consiguió meterse en la habitación, sin que nadie los viera, para ver al nuevo miembro de la familia, quien ya tenía nombre luego de una rápida discusión que tuvieron sus padres. Hugo se negaba a que su hijo llevara su nombre, por lo que tuvieron que cambiar un poco las cosas para que llevara el nombre de su madre.

Aquel día Alexander Evan Weasley recibió su primera marca y Hugo Weasley se convirtió en padre.

💎💎💎

Traducciones:
¹: "¡La señora Alexandria rompió la fuente!".
²: "¿Familia de la señora Weasley?".
³: "Falta poco. Falta poco".

Recuerdos en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora