Lo vio quitarse el cinturón, los zapatos y las calcetas quedando completamente descalzo.

—¿Qué hace? —dijo Hurs mirando al organizador.

—Es así como pelea —respondió—. Suele estar descalzo, lo más cómodo posible.

    Hurs no dijo nada y solo señaló al chico si quería que él hiciera lo mismo pero el chico negó, aún así Hurs lo hizo para poner igualdad de condiciones.

—¿Dónde está Parker? —preguntó—. Más bien, ¿dónde están todos? Parker ya estaría contando cada moneda ganada, Maddox cuidando que nadie haga trampa, Max estaría cuidando tu espalda y Melina gritando como loca.

   Hurs sonrió al escucharlo y le sonrió.

—Esta noche es mi pelea —dijo con un encogimiento de hombros—. Es solo para no perder la costumbre. Mi despedida de las peleas callejeras.

   El hombre le observó como si estuviera estudiándolo antes de hablar.

—La pelea no empieza hasta que yo lo diga —dijo el hombre—. Voy a hacer un pendiente de dos minutos y vuelvo.

   Dejó la advertencia sabiendo que en ese mundo era imposible controlar a los hombres cuando se retaban, aunque también sabía que que Hurs era bastante disciplinado pero Polanski no.

   Este último gozaba del ego enorme que le había dado la seguridad de ganarle incluso a aquellos que se decían invencibles. Está vez pensaba vencer a quien había sido la leyenda por años, más aún cuando el público que antes había estado con él se había dividido y apostado a favor de quien se había ganado el apodo de la bestia.

   Hurs esperó paciente, esa noche no había ninguno de sus amigos, no estaban ahí para vitorear su nombre. Parker no estaría ahí para decirle un y otra vez que era el mejor, Max no diría que sus estúpidos chistes para relajarlo, Maddox no estaría refunfuñando mientras lo animaba a su manera y Melina no estaría para gritar lo orgullosa que estaba de él y animar a los demás a darle su apoyo con gritos.

   El club de los desterrados no estaría esa noche para acompañarlo, pero agradecía que no estuvieran. Él lo prefería así.

   Vio al organizador volver con un rostro de tranquilidad.

—Lo siento —dijo divertido—. Tengo una esposa demandante. ¿Estás listo?

—Siempre —dijo con una sonrisa amarga.

—¿Si lo vences pelearás de nuevo? —inquirió el sujeto.

—Voy a pelear hasta que mis puños se desmoronen —dijo con seguridad—. Así que empieza de una vez.

   Dos chicos que estaban ahí comenzaron a remarcar el cuadro blanco que simulaba el área de pelea mientras Polanski se vendaba las manos para protegerlas.

—Toma —dijo un jovenzuelo entregando una vendas a Hurs.

—Voy a pelear sin ellas —dijo y las devolvió.

  El joven algo sorprendido de que no protegiera sus nudillos se alejó mirando de un peleador a otro.

   No había visto nunca a la Bestia pelear pero estaba seguro de que era muy bueno, de lo contrario, no tendría tanto público.

   Poco a poco fueron llegando más en cuanto se supo que había vuelto y esa noche era una de las más concurridas que había visto.

  La gente se colocó tras los lazos que colocaban e impedían que estuvieran cerca de los oponentes esperando la pelea.

DOMAR A LA BESTIA (EL CLUB DE LOS DESTERRADOS 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora