18. Forgiven curses

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—¡Vaya clase!, ¿eh? —comentó Ron, mientras emprendían el camino hacia el Gran Comedor—. Fred y George tenían razón. Este Moody sabe de qué va la cosa, ¿a que sí? Cuando hizo la maldición Avada Kedavra, ¿te fijaste en cómo murió la araña, cómo estiró la pata?

Annie le dirigió una mirada para que se callara. Cenaron en el Gran Comedor, aunque Hermione comió rápidamente de nuevo y abandonó a Annie con los chicos nuevamente.

Subieron a la sala común en silencio, hasta que Harry lo rompió.

—¿No se meterán en un aprieto Moody y Dumbledore si el Ministerio se entera de que hemos visto las maldiciones? —preguntó, cuando se acercaban a la Señora Gorda.

—Sí, seguramente —contestó Ron—. Pero Dumbledore siempre ha hecho las cosas a su manera, ¿no?, y me parece que Moody se ha estado metiendo en problemas desde hace años. Primero ataca y luego pregunta... Fíjate en lo de los contenedores de basura. «Tonterías...»

La Señora Gorda se hizo a un lado para dejarles paso, y ellos entraron en la sala común de Gryffindor, que estaba muy animada y llena de gente.

—Entonces, ¿nos ponemos con lo de Adivinación? —propuso Harry.

—Sería lo mejor —respondió Annie.

Fueron por los libros y mapas al dormitorio, para luego acomodarse en una mesa y trabajar en las predicciones del día siguiente.

Annie fruncía el ceño a modo de concentración, pues aunque encontraba algunas predicciones, era tardado y los datos demasiado precisos.

—No tengo ni idea de qué significa todo esto —declaró Harry, observando una larga lista de cálculos.

—¿Sabes qué? —dijo Ron, que tenía el pelo de punta a causa de todas las veces que se había pasado los dedos por él llevado por la desesperación—. Creo que tendríamos que usar el método alternativo de Adivinación.

—¿Lo inventarán? —preguntó Annie.

—Así es —respondió Ron.

Barrió de la mesa el batiburrillo de cuentas y apuntes, mojó la pluma en tinta y comenzó a escribir—. El próximo lunes —dijo, mientras escribía— es probable que me acatarre debido a la negativa influencia de la conjunción de Marte y Júpiter. —Levantó la vista hacia Harry—. Ya la conoces: pon unas cuantas desgracias y le gustará.

—Bien —asintió Harry, estrujando su primer borrador del trabajo y tirándolo al fuego por encima de las cabezas de un grupo de charlatanes alumnos de primero—. Vale. El lunes tendré riesgo de... resultar quemado

—Es muy probable —comentó Annie con una risa— me pasó a mi.

—Puedes perder tu más preciada posesión —propuso Harry, echando un vistazo a Disipar las nieblas del futuro en busca de ideas.

—¿Te unes, Annie? —propuso Ron.

—No gracias. Si lo entiendo, pero es algo difícil. Si no me alcanza el tiempo, haré lo que ustedes —respondió.

Los chicos continuaron alrededor de una hora inventando predicciones que a Annie me causaban gracia.

Crookshanks saltó al regazo de Annie, que le comenzó a hacer cariñitos.

Horas después, Hermione entró en la sala común con un manojo de pergaminos en una mano y en la otra una caja cuyo contenido hacía ruido conforme ella andaba. Crookshanks arqueó la espalda, ronroneando.

—¡Hola! —saludó—, ¡acabo de terminar!

—¡Yo también! —contestó Ron con una sonrisa de triunfo, soltando la pluma.

Annie y el Cáliz de FuegoWhere stories live. Discover now