Le contó todo como lo había vivido y cuando lo hizo confirmó lo que ya imaginaba Perséfone.

   Hurs era ese hombre, el mismo que la había dejado ciega y abandonada.

—¿Por qué tenía un dije con otro nombre? —preguntó—. No me queda del todo claro.

—No lo sé —respondió Scarlett—. Su ex dice que los intercambiaron.

—¿Y te fías de su ex? —preguntó—. Deberías escucharlo.

—Lo admitió —dijo y de nuevo las lágrimas la atacaron pero se contuvo—. Dijo que era verdad. Fue el hombre que destruyó mi vida y a mi familia.

  Un silencio se formó después de toda su declaración antes de que Perséfone lanzara un suspiro y hablara.

—He pasado tantas cosas en los últimos dos años que he aprendido que guardar rencores solo destroza la vida —dijo con una sonrisa triste—. Ese hombre te hizo daño, y no voy a justificarlo, nunca voy a hacerlo, pero estoy segura de que ha tenido el suficiente remordimiento para toda una vida y también te ha devuelto la vista porque te quiere.

—¡Me la ha devuelto porque sabe que él lo hizo! —gritó completamente furiosa—. Lo ha hecho porque la conciencia no lo deja tranquilo.

—Como haya sido —dijo mirándola de frente—. No guardes rencores, si vas a dejarlo ir, déjalo, pero no busques venganza, eso solo va a terminar por arrastrarte al infierno.

—Se dice fácil cuando no has vivido nada así —dijo ella apretando los dientes.

—He vivido cosas tan feas como esa —dijo con una media sonrisa—, pero si viviera amargándome la existencia ya no estaría viva.

—Mi padre se volvió un jugador por conseguir dinero —dijo cerrando los ojos—. Se metió en problemas y vicios por intentar darme la vista de nuevo. Se volvió un ludópata por su culpa, murió por su culpa.

   Comenzó a llorar de nuevo mientras apretaba los puños de rabia.

—Eso es algo con lo que él tendrá que cargar —dijo Perséfone—. No tú y seguro vivirá lo suficiente para arrepentirse. Tú solo debes dejar ir ese daño y ser feliz.

   Un silencio se formó entre ellas en el que Perséfone solo la abrazó y la mantuvo ahí hasta que la vio entrecerrar los ojos y la acostó en la cama.

—Descansa y cuando puedas estar más tranquila verás las cosas con frialdad —dijo con una sonrisa amable.

   Scarlett no respondió, solo se quedó mirando un punto fijo en la pared pensando en cómo su vida se había vuelto una completa tontería y una basura en apenas unos minutos.

   Toda la alegría que le había estado rodeando se esfumó con la rapidez de un segundo y dio paso a la niebla de dolor.

   Cerró los ojos tratando de dormir y de soportar el dolor no solo de cabeza y de los ojos, sino del corazón también.

    Perséfone la observó desde su lugar y cuando la vio cerrar los ojos y quedarse dormida abandonó la habitación.

  Afuera Maddox esperaba a su esposa sosteniendo a su hija en brazos.

—¿Cómo está? —preguntó un poco consternado—. Siento todo esto.

—Está herida pero creo que nada que no pueda superar —dijo y se sentó a su lado—. Tu amigo…

—Él no es malo —dijo a la defensiva—. Si vas a despotricar contra él de una vez te digo que te guardes tus insultos porque no sabes nada de su vida.

DOMAR A LA BESTIA (EL CLUB DE LOS DESTERRADOS 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora