I: El Hermoso Omega de Ojos Tristes.

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La torrente lluvia que atacaba en la ciudad en la que resido provocó que las clases se suspendieran hasta nuevo aviso, debido a que el agua había llegado a casi cuarenta centímetros de altura y habían reportes de desaparecidos en la televisión.

Los relámpagos que iluminaban las calles erizaban cada vello de mi pálida piel, haciendo que mi pobre oso de peluche sufriera las consecuencias de mi miedo, pues mis uñas, a pesar de no ser largas, desgarraban su piel de trapo.

Ese oso de peluche había sido un preciado regalo de mi adorada abuela en mi cumpleaños número siete, la cual me lo dió con todo su amor y cariño, deseando, como todos los años, que mi camino esté lleno de felicidad.

Mis lágrimas inundan mi rostro, mis labios tiemblan al igual que mis manos, me duele mi herido corazón. Me duele recordar toda mi destrozada niñez que siempre deseé que fuera la más feliz del mundo al lado de mi madre, la cual me odia con todo su ser por ser la causa de sus desgracias.

Tanto es su odio hacia mi que ha intentado matarme en varias ocasiones. Realmente deseo que me ame, quiero hacerla inmensamente feliz, pero la única manera que encuentro es acabando con mi inútil vida. Pero no puedo cumplir con ese capricho. Yo deseo vivir y cumplir cada uno de mis sueños. Sé muy bien que será difícil debido a mi condición pero no me rendiré hasta lograrlo.

Libero un agudo chillido cuando un nuevo relámpago hace vibrar mi ventana de cristal, haciendo que mi mente jugara sucio y me hiciera pensar que la casa podría caerme encima en cualquier momento. Mi respiración se vuelve rápida y abrazo con más fuerza a mi peluche escondiendo mi cara en su suavecita barriga, sintiéndome extrañamente aliviado y protegido, como si éste fuese a salvarme de cualquier cosa que pudiera hacerme daño.

Intento cerrar mis ojos y descansar nuevamente pero escucho cómo intentan abrir la puerta de mi habitación que se encuentra con llave. Por suerte nadie posee una réplica y sólo yo tengo la original.

Ese maldito cerdo, el actual novio de mi madre, seguía intentando abrir la puerta de mi habitación. Me da mucho asco ese tipo. Se ve muy bien a qué viene. Sus recurrentes insinuaciones me lo decían.

¡Cómo lo odio!

Hasta el momento no me ha hecho nada porque tampoco soy lo suficientemente idiota como para dejar mi puerta sin llave o ponerme alerta cada vez que me quedaba solo en casa con ese Alfa. Siempre tenía que cargar un cuchillo conmigo o un frasco de gas pimienta para poder salir bien.

–Vamos, pequeña zorra, abre la puerta. Sé muy bien que los Omegas siempre quieren a un Alfa que los folle. –Yo simplemente me quedé en silencio.

Quería a ese hombre y su asqueroso olor muy lejos de mí y de mi madre que seguramente se encontraba hasta el copete de borracha a estas horas.

El principal factor para que mi sueño desapareciera hace casi dos horas fueron los gemidos de mi madre que eran provocados por ese Alfa que parecía sólo pensar en follar. Su aroma llegaba hasta mi respingada nariz.

–Vamos, bebé, no sabes los caliente que me encuentro. Te lo haré lento si así lo quieres.

"Enserio lo odio", pensé aferrándome con más fuerza a "Bopi", mi oso.

Sé que es muy infantil para un chico de quince años que va en el último año de secundaria pero así soy.

El Alfa de nombre Shota le dió una fuerte patada a mi puerta, chasqueó la lengua y se retiró al darse cuenta de que su intento de seducción es inútil como todas las veces anteriores. Suspiré aliviado para luego permitirme descansar como Dios manda.

Más tarde las recurrentes patadas a mi puerta y los gritos tras ésta hacen que que me despierte de mi cómodo sueño. Es mi madre, Inko Midoriya, la que me está llamando. Me tallo los ojos y me levanto rápidamente de mi cama, sintiéndome un poco mareado ante el movimiento brusco.

I Hate My LifeWhere stories live. Discover now