—Ana...

—Shhht —lo silenció ella—. Mis hermanos son buenos, se quedarán arriba hasta que te hayas ido—. Ella ladeó su cabeza y besó su cuello. El ritmo de la respiración de Carlos cambió de inmediato.

—No lo digo por eso —susurró él—. Sino porque luego... será difícil dormir—. Ella se echó a reír.

—Pobre.

—¿Te burlas?

—Un poco—. Él lanzó un gruñido a la vez que la acercaba más para besarla.

Cuando Ana lo despidió en su puerta, descubrió que no sólo era una tortura para él, sino también para ella. Subió a la habitación de Paula deseando que el tiempo que tuviera que pasar hasta que pudiera estar permanentemente con él se fuera rápido.

Paula, como siempre antes de acostarse, organizaba su uniforme y útiles escolares. Al verla, se alarmó un poco, pero como ella no estaba enojada, ni nada por el estilo, dedujo que Carlos había guardado su secreto, al menos por esta noche.

—¿Ya se fue Carlos? —preguntó, aunque era obvio.

—¿Por qué llorabas, Paula? —preguntó ella en vez de contestar, cruzándose de brazos y recostándose al dintel de la puerta. Paula hizo una mueca.

—Por nada.

—Por nada —repitió Ana, para nada convencida.

—Es sólo que... bueno... —Paula miró a su hermana buscando en su mente una razón por la que fuera justificable que una adolescente como ella llorara. Pero qué, ¿qué? ¿Un novio? Le gustaba un chico de su escuela, pero hasta ahora no había tenido motivos para llorar. No recordaba ahora mismo una película conmovedora, y, aun así, ella nunca lloraba por cosas como esa... eso hacía más difícil elaborar una mentira. Se sentó en la cama y la miró; sabía que Ana no se iría de su habitación hasta conseguir una respuesta satisfactoria.

—Yo... —respiró profundo—. Hay una reunión de padres de familia la próxima semana —dijo, tanteando el decir una media verdad. Ana frunció el ceño—. No lloraba por eso, sino... —volvió a respirar profundo—. Ana, a veces me gustaría que nuestra familia fuera... normal, como las demás, con papá y mamá con nosotros—. Ana hizo una mueca, mirando a otro lado. Caminó hasta ella y se sentó a su lado en la cama.

—Sí, a mí también me hubiese gustado eso. Nuestras vidas habrían sido menos complicadas.

—Pero luego pienso —siguió Paula—. Si papá y mamá estuviesen aquí, Ana no se habría hecho amiga de Ángela; y si no se hubiese hecho amiga de Ángela, no estaríamos aquí, en Bogotá, en esta casa bonita... y tú no estarías con Carlos—. Ana sonrió.

—Es verdad.

—No quiere decir que esté cambiando a mis padres por la comodidad de ahora.

—Claro que no, porque la consecuencia de que nuestros padres no estuviesen con nosotros fue la pobreza y la necesidad, no la comodidad... esto fue... un golpe de suerte, supongo—. Ana rodeó a su hermana menor por los hombros y besó sus cabellos—. No hay nada en este mundo que remplace a papá y a mamá —dijo—, y nunca dejaremos de necesitarlos y extrañarlos, pero esta es la vida que nos tocó, y debemos hacer lo mejor con lo que tenemos en las manos.

—Lo sé.

—Esfuérzate en tus estudios, sé la mejor, para que luego seas una gran mujer, una gran profesional, y por qué no, una gran mamá—. Paula sonrió con toda su dentadura.

—Apenas tengo quince.

—Eso no importa, debes proyectarte desde ya. Yo te ayudaré en todo lo que pueda.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now