*De Nuevo El Bosque*

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Al fin la verdad.

Tirada con la cara contra la polvorienta alfombra de la oficina donde una vez creí estar aprendiendo los secretos de la victoria, entendí al fin que no estaba destinada a sobrevivir.

*Ya no se trata solo de sobrevivir, es que yo no debería ni estar viviendo.*

Mi tarea suponía ir tranquilamente a mi hogar, junto a la Muerte, junto a Draco, quién tampoco tendría que estar vivo en estos momentos.

A lo largo del camino, debíamos deshacernos de los vínculos que mantenían a Voldemort vivo, de modo que cuando se interpusiera Harry en su camino, sin levantar la varita a modo de defensa, el final fuera limpio, y el trabajo que debería haber sido hecho en el Valle de Godric, quedara acabado.

Y yo, sin interponer resistencia, debía enviarnos a Draco y a mí al lugar donde pertenecemos realmente, al mundo de los muertos.

Ninguno viviría, ninguno podía sobrevivir, Harry, Draco, Voldemort y yo iríamos a la Muerte juntos.

Sentía el corazón palpitándome ferozmente en el pecho.

Qué extraño era que, en medio del pavor de la muerte, palpitara con máximo esfuerzo, manteniéndome gloriosamente viva.

Pero habría de parar, y pronto.

Mis latidos estaban contados y todos latían al ritmo y para una sola persona, quería dedicar cada uno de mis latidos a Draco.

¿Cuánto tiempo me quedaba para, mientras me levantaba y caminaba a través del castillo por última vez, atravesar los terrenos e ir al bosque?

El terror me cubría mientras me tiraba en el suelo, con el latido fúnebre de mi interior.

¿Dolería el morir?

Yo había estado deseando la muerte de manos de la que ahora resulta que era mi madre biológica, pero, ahora que estaba tan cerca de la muerte... tenía miedo.

*Por lo menos no voy a morir sola. Se que los latidos de Draco se detendrán cuando los míos se detengan.*

Todas esas veces que había pensado que estaba a punto de ocurrir pero había escapado, no había pensado realmente en ello.

Desde que conocí a Draco, mi voluntad de vivir había sido siempre más fuerte que mi miedo a morir.

Con todo, en ese momento no se me ocurrió intentar escapar, correr más que Voldemort.

Se había acabado, lo sabía, y todo lo que quedaba era morir.

¡Si hubiera muerto aquella noche de verano en que abandoné el número cuatro de Privet Drive con Harry, cuando la noble varita de pluma de Fénix de Harry nos salvó a los dos!

¡Si hubiera muerto como Hedwig, tan rápido que no me hubiera dado cuenta de qué sucedía!

O si hubiera podido interponerme entre una varita y alguien a quien amara...

Ahora envidiaba incluso las muertes de los padres de Harry, ellos muriendo como héroes y su hijo y yo, sin oponer nada de resistencia, cargando con nosotros a cientos de muertos y a más heridos por nada.

Esta despiadada caminata hacia mi propia destrucción requería una clase distinta de valentía.

Sentía que mis dedos temblaban levemente e hice un esfuerzo por controlarlos, aunque nadie salvo Harry podía verlo, pues los retratos de las paredes estaban todos vacíos.

Lentamente, muy lentamente, me incorporé, y al hacerlo, me sentí más vivo y más consciente de mi propio cuerpo que nunca.

¿Por qué nunca había apreciado el gran milagro que yo misma era, el cerebro, los nervios, el palpitante corazón?

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //8//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora