Septiembre 02, 1823

22 1 0
                                    

Corre el año 1823.
Es una tranquila tarde de otoño.
El viento sopla suave sobre mi rostro mientras tomo café tibio en mi ventana. Suelo leer una revista en este momento pero hoy decidí solo observar el caminar presuroso d e la gente por la avenida York.
Mis ojos de repente se clavan sobre un joven que parece perdido.
A decir verdad se le ve preocupado y presuroso por ir a alguna parte, pero no sabe hacia donde dirigirse.
Mi vista se desvía del joven, y empiezo a observar a unos petirrojos que cantan alegremente en su nido, aún así no dejo de pensar en el joven que acabo de ver en la avenida.
Doy un pequeño sorbo a mi café-¡vaya que si está delicioso!-, y entonces oigo que tocan suavemente la puerta de mi apartamento.
Un poco disgustada de tener que abandonar mi estado de quietud, me dirijo a la puerta (café en mano, claro está), y cuan grande fue mi sorpresa al ver al joven de la avenida frente a mí.
Con un poco de temor, pues no lo conocía, le pregunté si necesitaba algo.
-Sí, necesito su ayuda señorita- respondió.
Después de escuchar su petición, y un tanto indecisa, decidí pedirle unos minutos para arreglarme un poco, no podía recibir a un extraño en mi apartamento vistiendo sólo una bata de baño, una mujer decente como yo no podía hacerlo.
Me cambié apresurada y de nuevo abrí la puerta.
El joven tenía la preocupación a flor de piel, así que intenté tranquilizarlo diciéndole que podía ayudarle si en mis manos estaba hacerlo.
Lo invité a pasar y le pregunté cuál era el motivo de su preocupación.
Y entonces me respondió bastante agitado:
-No puedo encontrar el edificio Chamber, he rentado el apartamento número 220, y mis padres no pudieron acompañarme en la mudanza, aún sabedores que no conozco bien el lugar.
Solté una carcajada, bastante estruendosa a decir verdad, y el joven, entre extrañado y molesto, me preguntó cuál era el motivo de mi risa.
-Joven dije -tratando de no seguir riendo- el edificio Chamber es éste en el cual estamos, y el apartamento 220, es el contiguo al mío.
Un tanto extrañado aún,el joven rió sonoramente al comprender su vana preocupación.
-De ser así, me marcho -dijo- y de inmediato se puso de pie y se fue sin darme tiempo siquiera de decir una palabra más.
Que joven tan curioso -pensé- y me eché a reír.

El diario de Dorothy TimberWhere stories live. Discover now