-Dejad de decir gilipolleses.- Amenacé fulminándolas con la mirada. -Nunca dejaría este equipo. -Aclaré.

-Gilipollas serías si te pierdes la oportunidad de crecer haciendo lo que te gusta, además, obviamente tendrás miles de oportunidades fuera de aquí, porque eres maravillosa, cariño. -Dijo África y yo rodé los ojos. -¿A qué sí, Marta? -Le preguntó buscando apoyo.

-Creo que no hace falta aclarar obviedades.

-Me piro, que me tienen hasta el coño las dos. -Me dí la vuelta y para dirigirme al baño de los vestuarios a paso rápido.

-¡No huyas de la realidad! -Oí como gritó Marta dramáticamente, y África soltó una carcajada que retumbó por todo el vestuario.

Eso de huir de la realidad se me hacía bastante familiar, pensé.

Faltaba una hora para el partido, y los nervios se estaban haciendo presentes en mí cada vez más. La mayor razón de mis nervios eran por mi pie, que aunque ya lo tenía curado, seguía teniendo un poco de miedo. En los entrenamientos no había tenido ningún problema, pero de igual manera me daba miedo.

Me cambié con mi camiseta blanca y verde, la cual me fascinaba. Terminé de ponerme el uniforme del equipo y me dirigí hacia las demás, que también estaban todas con su respectivo uniforme.

María y África no estaban, y como no tenía mucho trato con las demás jugadoras, me alejé de ellas, no sin antes coger mi móvil para distraerme un poco.

Mala idea.

Cuando encendí la pantalla la primera notificación era un mensaje de la morena, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al leer su nombre allí. Se me había puesto la piel de gallina, y con mi mano temblorosa, abrí el mensaje.

Estoy la habitación que está al lado de tu vestuario, ¿puedes venir?

Eso era todo lo que decía.

Había vuelto a aparecer como si nada, y me había hablado como si no hubiese desaparecido por un montón de días sin darme ningún tipo de explicación. Estaba harta de lidiar con eso, y se lo haría saber.

Me levanté rápidamente con todo mi enojo acumulado, bajo la atenta mirada de mis compañeras que me miraban curiosas, pero las ignoré completamente.

Salí del vestuario y me dirigí hacia la puerta que daba hacia una habitación en la que guardaban artículos de limpieza. El lugar era bastante amplio, pero sin embargo no entendía como se había metido en aquel lugar ¿Cómo coño había pasado de la seguridad? no tenía ni puta idea.

Abrí la puerta y efectivamente allí estaba la morena, sentada en una de las tantas sillas que estaban acumuladas en aquel lugar. Cuando me vió, se levantó apresuradamente con la intención de acercarse a mí.

-Alba.. -Comenzó a hablar pero la interrumpí.

-¿Qué coño haces aquí? -Pregunté firmemente. -¿A qué estás jugando, Natalia?

-¿A qué te refieres? -Preguntó con un gesto confundido, acción que me hizo enfurecer aún más.

-Mira, paso de esto, de verdad. -Le dije con rabia. -No sé qué pretendes con tus idas y venidas, pero estoy harta de que desaparezcas cada vez que se supone que estamos bien.

-Todo tiene una explicación, Alba, te lo prometo. -Habló calmadamente.

-No me prometas más nada. No me valen de nada las promesas falsas. -Le dije con dureza. -Me prometiste que no volverías a desaparecer y no lo lograste sostener ni un par de horas, Natalia. ¿Por qué no me contestaste ningún mensaje? -Le pregunté intentando obtener alguna respuesta de su parte, pero a cambio lo único que obtuve fue silencio.

CORASHE | albalia.Where stories live. Discover now