-¿A dónde?

-¿No has escuchado nada de lo que dije? -Preguntó elevando una ceja y yo negué avergonzada. -¡Madre mía, que estás muy empanada hoy! -Gesticuló graciosamente y solté una risita. -Lo que decía es que mis padres tienen una casa en Barcelona que usamos para el verano, y ya sé que no es verano ni mucho menos pero quería invitaros un finde allí y de paso recorremos un poco.

-¿Y cuándo sería eso? -Pregunté entusiasmada por aquella idea.

-El próximo mes.

-Vale, me apunto. -Acepté animada y él elevó sus brazos con un gesto alegre que me hizo sonreír más.

-Yo me encargo de llevar cervezas y vosotros os encargais de lo demás. -Añadió María luego de darle un sorbo a su café.

-Yo les voy a llevar una bebida alcohólica que tomamos en Argentina, me hace ilusión ver sus reacciones al probarla. -Habló ahora Camila.

-Seguro que no nos intoxicarás, ¿no? -Pregunté bromeando y ella soltó una carcajada.

-Les va a gustar, de verdad.

La puerta de la cafetería se abrió llamando mi atención, ya que de reojo podía ver cada vez que entraba alguien, pero ese alguien ahora era Natalia.

En un principio pensé que Miki la había llamado para que se una a nosotros, pero me dí cuenta que no había sido así puesto que la morena ni siquiera nos había visto, es más, se estaba dirigiendo hacia el lado contrario en el que nosotros estábamos situados.

Cerré los ojos pensando en la posibilidad que Miki no la haya visto, pero para mi mala suerte, así fue.

-¡Eh, Natalia! -Medio gritó intentando captar la atención de Natalia, y ésta última abrió los ojos como platos al vernos, al verme.

Se paró automáticamente y se dirigió hacia la puerta de salida, mirándola varios segundos como si estuviese pensando en si irse o quedarse, hasta que decidió abrirla y salir de allí sin siquiera saludar a su mejor amigo.

La cara de Camila era un cuadro, y la de Miki aún más. Y por otro lado estaba María que no supe descifrar en qué pensaba, pero tenía el ceño levemente fruncido.

Aquella charla entre los cuatro se había tornado un poco incómoda, así que decidí terminar de comer y me fui con la excusa de que algo me había caído mal. Parecieron haberme creído, menos María, claramente.

Intenté comprender y buscar todas las razones posibles ante su comportamiento, pero mi cabeza era un lío.

Cada vez que pensaba en aquél beso se me erizaba la piel, y mi pulso se aceleraba. Me sentía una completa idiota por sentir todo aquello, ya que la morena había dejado claro en varias ocasiones que no le interesaba en lo más mínimo involucrarse con alguien sentimentalmente.

El sonido de mi móvil me sacó de mis pensamientos, sobresaltándome, y atendí sin siquiera ver quién llamaba.

-¿Hola? -Contesté distraída, mirando como queen se removía entre las sábanas blancas de mi cama.

Oí varios suspiros detrás de la línea, lo que me hizo fruncir el ceño. Lo siguiente que escuché, hizo que prácticamente me paralizara.

-Alba. -Susurró una voz la cual automáticamente me había dado cuenta a quién correspondía. La morena soltó un sollozo desesperado y a mi ya me temblaba la mano. -Te necesito. -Volvió a hablar ahora entre sollozos.

CORASHE | albalia.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora