El Lord

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Capítulo II:

El lord

Era imposible, pero por un instante había creído tener un sueño, en el que se despertaba en un bosque frío y un felino enorme intentaba devorársela. Pero solo había sido su imaginación demasiado estimulada por el azúcar, pues se encontraba en su confortable cama, cubierta por las mantas correspondientes. ¡Momento! ¿Por qué las mantas se apartaban? Abi abrió los ojos abruptamente, para encontrarse delante de ella a un extraño que tenía las manos justamente encima de su blusa. Gritó afanosamente y retrocedió hasta darse la cabeza contra el respaldo de la cama, él dio un brinco poniéndose de pie pareciendo sorprendido por haber sido atrapado infraganti. Intentó acercarse midiendo sus pasos y ella volvió a soltar un chillido dándole a entender que no lo quería cerca.

—No grite —ordenó mirándola con recelo.

—¡No te acerques! —replicó Abi, mientras se echaba un rápido vistazo para corroborar que todo estuviera en su lugar. Si notaba una mínima arruga en sus shorts, ese tipo se las vería negras.

—¿Todo en orden? —inquirió al percatarse de lo que ella hacía.

—¿Quién eres? —preguntó, ignorando sus palabras anteriores.

—Soy el que salvó su vida y debería mostrarse más agradecida al respecto.

Abi apartó la mirada de su rostro y no pudo más que sonrojarse avergonzada por la no muy sutil reprimenda.

—Lo lamento, amigo, es que me has pillado desprevenida... —explicó, gesticulando con las manos para restarle importancia. Algo que había aprendido en su curso de lenguaje corporal y que hasta la fecha le había reportado muy buenos resultados.

Siempre que se conocía a alguien nuevo, para crear una relación de pares y tranquila, debía mostrar sus palmas de modo que dejara implícito que ella era fuente de paz. ¿A que no era un curso genial ese? Él la observó arqueando una ceja y pasó de hacer un comentario, quizá lo de las palmas había funcionado para que no se pusiera a la defensiva.

Abi aprovechó ese momento de silencio para dar una miradita al lugar donde se encontraba, era una habitación bastante austera, poco amueblada pero amplia, al igual que la cama. No podía emitir queja alguna pues era comodísima; se arrellenó en los almohadones probando su textura y disfrutándola. Entonces notó que alguien medía cada uno de sus movimientos, alzó la cabeza y sonrió de medio lado en disculpa, por un instante se había olvidado de él. Pero fue el simple hecho de verlo lo que despertó automáticamente una duda en su cabeza.

—¿Por qué me estabas sacando la ropa? —El extraño apretó los ojos en finas líneas y la escrutó a profundidad con una mirada oscura. En ese instante reparó en el color negro refulgente de sus ojos y un calor ascendió desde su estómago para situarse justamente en sus mejillas.

Abi se olvidó lo que le estaba reclamando y optó por llevar su atención a cualquier otro punto lejos de él. Pero por más que intentaba no mirarlo, sus ojos regresaban inexorablemente a aquel tipo vestido de traje negro, al igual que un empleado mortuorio. Eso desentonaba un poco con su imagen, pues parecía joven, no más de veintitantos. No entendía cómo una persona tan joven, podía lucir a la vez tan amargado y desdichado. Ella podría jurar que sonriendo, el hombre aquel sería devastadoramente apuesto.

—No puede meterse al agua con ropa —musitó en respuesta, después de lo que parecieron horas de silencio.

—¿Al agua?

—Usted y su ropa, están causando estragos en mi cama... —señaló paseando la mirada por la susodicha. Abi se miró las manos y las piernas cubiertas de lodo sutilmente apoyadas sobre unas sábanas que supieron ser blancas antes de su llegada.

Pide un Deseo (Resubida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora