capítulo 2

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Louis vio la figura femenina que corría lentamente hacia él y la reconoció de inmediato. Era ya hora de que sus caminos se cruzaran, ¿y qué mejor sitio para ello que las orillas arenosas de la playa de Florida, donde se habían declarado por primera vez su amor siete años antes? Desde su llegada dos noches atrás, había intentado que su regreso a la ciudad pasara desapercibido. Había estado ocupado deshaciendo las maletas y poniéndose al día de todo y de todos gracias a Marcie Wilkins, una vieja amiga de su difunta abuela. Sabía que había muchas posibilidades de que se encontrara a ______ esa mañana. De hecho, contaba con ello. Con el paso de los años, había descubierto que había pocas cosas en la vida que un hombre no pudiera quitarse de la cabeza, y la mujer a la que una vez había amado hasta el aturdimiento era una de ellas. Su memoria lo devolvió de pronto al primer día que puso sus ojos en ella. Tenía entonces veinte años, acababa de empezar la universidad y ella había cumplido los dieciséis. Ese verano, al año siguiente de la muerte de sus padres en un accidente de tráfico, Louis había ido a vivir con la señora Marcie, una vieja amiga de la familia. Tras conseguir trabajo como socorrista, fue a la consulta del optometrista de la ciudad para hacerse la obligada revisión ocular. ______ trabajaba allí ayudando a su padre y, desde el momento en que la vio, Louis se sintió atraído hacia ella como una polilla por una llama.

Suspiró profundamente y procuró dominarse cuando por fin se detuvo delante de ella.

-______… -dijo con una voz baja y ronca que casi no reconoció como suya.

-Louis –contestó ella casi sin aliento, pero Louis no supo si atribuirlo a la carrera o a la sorpresa de volver a verlo. Ella sostuvo su mirada intensa-Dijiste que nunca volverías. ¿Qué estás haciendo aquí?- Su pregunta hizo retroceder a Louis hasta el desafortunado día en que, siete años antes, dejó la ciudad. En aquella época, ella era una jovencita de dieciocho años. Ahora, a los veinticinco, era una mujer preciosa, una mujer capaz de colmar las fantasías de cualquier hombre.

La mirada de Louis se deslizó, ardiente, por su cuerpo. La camiseta y los pantalones cortos ceñidos que llevaba ella le hicieron cobrar conciencia de sus muslos desnudos, de sus largas piernas, de sus caderas curvadas y del generoso canal de entre sus pechos. Sus ojos se deslizaron hacia arriba y fueron a posarse en su cara morena, más bella que nunca. Sabía que sus labios sabían tan bien como parecía; eran carnosos, maduros, y tenían un sabor genuinamente suyo.

Sintió que el deseo comenzaba a brotar en su vientre y que la sangre que corría por sus venas se volvía caliente y densa al recordar las veces que había acariciado con la lengua aquellos mismos labios.

-¿Louis?

Él se dio cuenta de que no había contestado a su pregunta y, de pronto, una parte de su ser pareció obsesionarse con la idea de recuperar a la mujer a la que había abandonado siete años antes. Convencido de que no tenía nada que perder y sí mucho que ganar, decidió que, en lugar de decírselo, le demostraría por qué había vuelto.

La caricia de un amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora