El profesor Amajiki cogió una maceta grande de debajo de la mesa, metió dentro la mandrágora y la cubrió con una tierra abonada, negra y húmeda.

-Como nuestras mandrágoras son pequeñas, sus llantos todavía no son mortales. Sin embargo, os dejarían inconscientes durante varias horas, así que tenéis que llevar mucho cuidado.

Estuvieron toda la hora trasplantando a las mandrágoras. A pesar de llevar puestas las orejeras, se podían escuchar sus chillidos, y no eran para nada agradables teniendo en cuenta que eran muchas a la vez.

Después tuvieron Historia de la Magia y Transformaciones, y por fin llegó la hora de comer. Denki intentaba reparar su varita con un rollo de celo que le había dejado Dimitry y la había envuelto en él, pero seguía sin funcionar del todo bien.

-¿No es más fácil que le pidas una nueva a tus padres?

-No quiero recibir un howler. Seguro que la tía Mitsuki ya les ha contado todo.

Se siguió quejando y Tetsu les preguntó a los demás para relajar el ambiente.

-¿Qué tenéis esta tarde?

-Defensa Contra las Artes Oscuras -Contestó Shoto rápidamente.

-¿Por qué has rodeado todas las clases de Takeyama con corazoncitos?-preguntó Tetsu cogiéndole el horario

Shoto se lo arrebató de las manos. Estaba rojo.

Terminaron de comer y salieron al patio. Allí pudieron ver a Yaoyorozu y a Iida con un montón de libros sentados en el césped estudiando. Se acercaron y pasaron unos minutos hablando con ellos hasta que se acercó un chico bajito con una cámara de fotos. Los chicos se le quedaron mirando mientras que el chico tenía su vista posada en Eijirou.

-¿Me dejas que te haga una foto Eijirou? Soy Kota Izumi. Estoy en Gryffindor también.-dijo levantando la cámara.

-¿Una foto?

-Con ella podré demostrar que te he visto. Lo sé todo sobre ti. Esto es estupendo, ¿verdad? Yo no tenía ni idea de que las cosas raras que hacía eran magia, hasta que recibí la carta de Hogwarts. Quiero que mi familia vea todo cuando vuelva. Son muggles, así que no pueden venir aquí y no saben nada de este mundo.

-Eh... Sí claro.

Se hizo un millar de fotos con Kota, hasta que se tuvieron que ir a clases. Entraron en el aula y se sentaron esperando a Yu Takeyama, que debía llegar en cualquier momento. De la puerta que daba a su despacho apareció la deslumbrante figura de la mujer, que parecía que se había maquillado más de lo necesario.

-Yo soy Yu Takeyama, vuestra nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras. De la Orden de Merlín de Tercera Clase y premiada cinco años consecutivos con el premio a la mejor sonrisa por la revista Corazón de Bruja.

Todos los chicos (o la mayoría) la miraban extasiados. La chica se puso frente al escritorio apoyándose suavemente en él. A su lado había una tela lila y debajo lo que parecía ser una jaula que se movía con fuerza.

-Ahora, ¡cuidado! Es mi misión dotaros de defensas contra las más horrendas criaturas del mundo mágico. Pero sabed que no os ocurrirá nada malo mientras yo esté aquí. Todo lo que os pido es que conservéis la calma. Tengo que pediros que no gritéis. Podrían enfurecerse.

Yu agarró la tela y la quitó de sopetón dejando ver a lo que parecían ser unos duendecillos azules.

-Duendecillos de Cornualles recién cogidos.

Todos se reían, esos pequeños monstruitos no parecían para nada un peligro. Se podría decir que hasta eran bastante graciosos de ver por cómo se movían en la jaula.

-¿Os parece gracioso? Los diablillos pueden ser endemoniadamente engañosos. Ya que parece que no teméis, ¡Veamos qué hacéis con ellos!

Y abrió la jaula.

Los duendecillos salieron disparados en todas direcciones. Dos cogieron a Koji por las orejas y lo colgaron en la gran lámpara que había en el techo. Algunos salieron volando y atravesaron las ventanas, llenando de cristales rotos a los de la fila de atrás. Destruían la clase rápidamente y no podían atraparlos.

-Vamos ya, sólo son duendecillos... -decía Yu.

Sacó su varita al ver que ninguno de sus alumnos iba a hacer nada e iba a pronunciar un hechizo, pero un duendecillo se la quitó y la tiró por la ventana rota. Los alumnos huían de la clase quitándose a los duendecillos de encima, dejando a los cinco amigos solos junto con Koji que seguía colgado de la lámpara. Yu se giró hacia ellos, y mientras que alcanzaba la puerta de su despacho les dijo:

-Bueno, vosotros meteréis en la jaula los que quedan. -Y se encerró en él.

Los chicos se quedaron solos allí, y para abreviar tiempo Sero fue a lo fácil.

-¡Petrificus totalus!

Todo se quedó en calma, y los siguientes minutos realizaron una competición para ver quién atrapaba a más y cuando terminaron bajaron al pobre Koji y se fueron a la siguiente clase, que por suerte era Encantamientos.

Eijirou Kirishima y la cámara de los secretosWhere stories live. Discover now