A todo o nada

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Letizia estudió comunicación, relaciones públicas, producción de medios, iniciando su historia laboral como ayudante de producción en el noticiero de las 6 de la mañana. Colaboraba con un magazine de fin de semana y algunos reemplazos ocasionales en diferentes programas de televisión por cable. A sus 32 años recién cumplidos, se presentaba la gran oportunidad como productora en un reality que, antes de empezar a grabarse, ya estaba vendido a varios países de América y prometido a otros de la vieja Europa. El producto partía de la idea de juntar personas que terminaron con una relación afectiva de mucho tiempo de duración por motivos diferentes y las cuales juraron, ante Dios, no volver a enamorarse ni formar una nueva pareja. Planteadas así las cosas, la consigna era la siguiente:

-Se elegirían 8 personas al azar, sin conexión entre ellas.

-Se formarían por sorteo, 4 parejas que deberían convivir por un término de al menos 8 meses.

-Los participantes serían trasladados a la orilla de la Isla del Tigre, en el Partido de San Fernando, provincia de Buenos Aires. donde adoptarían la forma de vida de los isleros. Sin comunicación externa y medios rudimentarios de subsistencia.

-Condición excluyente era que la convivencia debía darse sin ningún tipo de contacto físico y mucho menos relaciones carnales.

-La pareja ganadora, se alzaría con la nada despreciable suma de 8.000.000 de pesos repartidas entre ambos participantes, siempre y cuando cumplieran las exigencias del programa al pie de la letra. Si uno se retiraba, el otro miembro era automáticamente descalificado. Si se sospechaba de un incipiente intento de acercamiento afectivo, se los expulsaba.

Todo estaba encaminado para la gran entrada, pero...

A menos de 24 horas de dejar a los participantes en su destino, Gema, una maestra jardinera de 28 años que se uniera al reality, desilusionada por el engaño de su novio de toda la vida, dio un paso atrás cuando luego del abandono él regresó pagado con la misma moneda: su nueva novia lo dejó de seña sin efectivo ni tarjeta de crédito. Gema había entrado al concurso por despecho, pero lo perdonó, ya que el desertor volvió con pedido formal de matrimonio.

Acá empezó el problema.


20 horas. Noche previa al inicio del programa.


—Hola Letizia, habla Gema.

—Sí, Gema, decime ¿Hay algo que te preocupe? ¿Alguna duda antes de empezar?

—De eso quería hablarte. Mauro volvió, me pidió que me case con él, le dije que sí.

Letizia sintió que todo se le venía abajo.

—¿Qué me decís? Tuviste meses para pensarlo. Esto no es un juego, depende mi carrera.

—Perdoname...

—¡Gema! ¡Gema! ¡Hija de una madre desnaturalizada! —Letizia no acostumbraba insultar— ¿Y ahora qué hago? ¡Qué hago!

Nadie fuera del Estudio sabía quienes eran los participantes elegidos y tampoco ellos se conocían. Todavía podía tener una esperanza. El programa se jactaba de ser abierto a cualquiera que quisiera participar, no aclaraba nada más y no existían claúsulas especiales. Ajustándose a la Ley "Todo lo que no está expresamente prohibido, está permitido". — Letizia sonrió.


06 horas. Isla del Tigre. La conductora sobre el muelle, da inicio al programa.


—¡Buenos días queridos espectadores! Soy Bernarda, conductora del "Reality de los desencantados" Estamos a punto de dar la bienvenida a nuestros amigos, los que a partir de este momento dejarán sus actividades habituales para vivir dentro de sus casas, hasta que quede una pareja ganadora.

¡Cuenten conmigo! 3-2-1-0 

La lancha de pasajeros amarrada deja su cargamento humano y queda a la espera del retorno del personal técnico.

Bajan las parejas, sin equipaje, y con unas pocas pertenencias personales.

Habitarían 4 cabañas individuales, dispersas y distribuidas a lo largo de la isla. Sin celular, sin señal de televisión, ni energía eléctrica. Para cocinar se deberían manejar con gas envasado de garrafa, una pequeña heladera que funcionaba con generador a combustible y un farol a baterías para emergencias. Se les entregaría un sobre con el dinero equivalente a un sueldo mínimo para las compras cotidianas y tendría que ser administrado hasta fin de mes. El estudio monitorearía, vía satelital, cada movimiento dentro de la casa y, para las salidas al exterior, cada uno llevaría una mini cámara de la que estaba prohibido desprenderse y con la cual registrarían toda la actividad externa. Conforme los nombraba daban un paso al frente.

—¡Pareja número 1! ¡Adelante! Ellos son:

Marcelo García, 27 años, empleado administrativo y Tamara Diaz, 28 años, radióloga.

—¡Pareja número 2! ¡Adelante! Ellos son: 

Ricardo Rivero, 30 años, jardinero y Mónica Perez, 26 años, estudiante de psicología.

—¡Pareja número 3! ¡Adelante! Ellos son:

Andrés Montes,  44 años, profesor de matemática y Analía Robles 36 años, profesora de yoga.

Y finalmente, nuestra última pareja:

Fernando Gauna, 34 años, contador público y Letizia Robles, 32 años, Licenciada en relaciones públicas. ¡Bienvenidos!

Así, en síntesis, fue como Letiza consiguió que el "Reality de los desencantados" saliera al aire en una muestra de su férrea voluntad y sentido práctico.

Las parejas fueron dejadas frente a las cabañas con 2 juegos de llave, un sobre con dinero en efectivo y un saludo hasta que resultara un ganador. Y dio comienzo el reality. 


Dos vueltas de llave y un crujido siniestro recibieron a Letizia y su acompañante. El olor a humedad saturó sus papilas olfativas y la penumbra los envolvió. En un giro de cabeza fue suficiente para recorrer el espacio y, de golpe, se topó con su compañero de aventuras, no le había prestado atención hasta ese momento y se sorprendió desilusionada.

—Hola, soy Fernando.

—Sí, ya se—gruñó algo molesta ¿Entramos?

—Claro.

Letizia estaba al tanto de las historias de cada uno, pero no se aceptaron fotografías para evitar preferencias y que todos contaran con las mismas oportunidades. Así que Letizia conoció a su compañero al igual que los demás, en ese momento. Al entrar en la cabaña le dedicó una mirada detallada, que terminó muy rápido. Su compañero, era el tipo más desabrido que recordaba haber visto, ni siquiera podría tildarse de feo, porque tal vez siendo feo, tendría algo de que opinar, el tipo era simple, sin gracia, medio bajo, medio excedido en peso, medio canoso, nada de lo que podía verse pasaba de "Medio". Le calculó 1,65 de altura basada en su propia medida de 1,78 ya que le llevaba más de media cabeza.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Entretener al público.



El amor no estaba en los planesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin