Capítulo Único

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Sentado estaba el joven, esperando algo, cualquier cosa, ni él sabía que estaba esperando ¿un milagro Tal vez? solo esperaba que algo sucediera, que algo cambiara. Se recargó en su asiento, la luz que emanaba la vela junto a él se iba lentamente consumiendo junto con la desesperación de todos los que estuviesen a su alrededor. Él estaba solo, en el pequeño balcón de su no muy lujoso hogar, dando sorbos a su ya enfriado té mientras en aquel lugar las personas se sumían en su propia locura.

Su mundo, sumido en una oscuridad perpetua, parecía caer lentamente en caos, los habitantes del lugar eran rápidamente consumidos por su propia miseria y desesperación mientras que un poder superior jugaba con ellos, entre risas, regocijando sus riquezas y celebrando su aparente victoria.

La llama, estaba encendida pero por alguna razón no había mechero lo suficientemente potente para mantenerla viva y avivarla más. La llama en algún momento se extinguiría y todo seguiría igual, nada cambiaría.

Él se preguntaba constantemente que había sido aquello que los había llevado a ese punto. ¿Habrá sido la ignorancia? ¿el orgullo? ¿la mediocridad? ¿todas las opciones anteriores?

A el le gustaba pensar que tal vez no había sido ninguna y que todo aquello había sido enviado por alguna fuerza superior para darles una lección. Pero no, su escepticismo le impedía indagar y dejarse llevar por esa idea. Todo era su culpa, la de todos.

Dirigió su mirada a la calle dando otro sorbo a su té. Parecía que los de la zona baja habían entrado a la panadería de su vecino. ¿debía hacer algo? ¿llamar a alguien? No, ese no era su asunto, si fuera por él, que se pudran todos en el antro donde viven y que los cuervos se coman sus restos, como los restos de un perro.

Para él no eran mejor que eso.

Soltó un suspiro pesado y siguió observando con desprecio a esos buitres despedazar el pan con sus dientes, la mugre en sus manos y bajo sus uñas, era algo desagradable de ver, pero el no apartó su mirada. Todo le parecía tan interesante, como unas criaturas racionales podían volverse simples animales cuando el hambre y la miseria les nublaba el juicio.

Algo de entre el grupo de buitres llamó su atención. Unos resplandecientes ojos jade lo observaban con curiosidad brillando en la oscuridad bajo la luz de la luna.

El rostro de la pequeña criatura estaba sucia y varios de sus dientes ausentes, su cabello era algo largo pero entre los pequeños mechones que escapaban por su rostro pudo divisar un color avellana muy vivo, supuso que la mugre ocultaba el verdadero color de esa melena.

Miró a su lado tomando un trozo de jamón que había sobrado de su cena y se lo mostró al niño que se vió hipnotizado por el movimiento de la rodaja que se tambaleaba al moverla. El niño corrió lo más cerca que pudo y se paró bajo el balcón que no era muy elevado debido que vivian en una especie de barrio bajo y pobre.

El joven dejó caer el pedazo de jamón observando lentamente como la criatura en su miseria deboraba el pedazo con desesperación. Como si fuese a desaparecer de sus manos.

-pobre criatura miserable- dijo el joven, aun observando a la criatura que mantenía su mirada espectante por más alimento - si tan solo supieras que eres un esclavo de tus propios impulsos y de tu primitiva mente- la carcajada que se escapó de sus labios provocó que el niño lo mirara como si estuviera loco pero él solo negaba con la cabeza aún riendose de su propia desgracia
-supongo que no somos tan diferentes después de todo- con una sonrisa se dispuso a apagar la vela - no puedo decir que soy mejor que tú, de un basurero no puede salir oro. Solo basura- de un trago se bebió lo restante de su ya enfriado té- y como yo provengo,como nosotros provenimos del mismo basurero. Todos somos la misma porquería- otra carcajada abandonó sus labios mientras se dirigía adentro dispuesto a conciliar el sueño que antes no podía conseguir.

-Bueno, entonces yo me retiro, nos vemos en el infierno, estúpidas lacras - dando media vuelta, abrió la puerta para entrar a su hogar.

Un Miserable Entre MiserablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora