2. Una luz, una guía

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Ha pasado poco de más de un mes desde la noche en el faro, mi pseudodiscusión con Dani y el encuentro con aquella extraña chica que solo yo creí ver. Y ese fue solo el primer capítulo de una larga serie porque luego fue el turno del hombre que estuve a punto de atropellar y se esfumó, y de aquel otro que aguardaba a Gabriel junto a su coche en el aparcamiento del instituto. Tras ellos han venido muchos más. Prácticamente a diario, experimento esos misteriosos encuentros con los que estoy aprendiendo a vivir. A veces esas personas parecen centrar en mí su atención, como aguardando una palabra, un gesto. En otras ocasiones parecen totalmente ajenas a mi presencia, sumergidas en su propia rutina e indiferentes a mí y a todo lo que las rodea. Y en el peor de los casos, las hay que me agreden de forma inexplicable y sin mediar palabra. Por suerte, no he necesitado demasiadas excusas para justificar heridas. No he sido nunca una persona conflictiva, pero en los últimos tiempos sí me he visto inmiscuida en algún lío del que tuve que salir a golpes. Sin embargo muchos asocian mis continuas magulladuras al cambio de actitud que he experimentado.

Con Gabriel he vuelto a hablar un par de veces. Sorprendentemente se ha mostrado preocupado y atento, al contrario que Dani, que debe seguir maquinando un plan para llevar a cabo su particular venganza, pues él asocia mi cambio de actitud a un desenmascaramiento de mi verdadera personalidad; cree que no le he guardado la más mínima consideración a su hermano, que no lo he respetado y entiendo que eso es lo que puede parecer desde fuera; es más, esa es la imagen que en cierto modo he querido proyectar; no la de alguien que le esté faltando al respeto a Alexander, pero sí la de alguien que puede salir adelante, que no está hundida. Ni siquiera sé por qué, ¿qué ha de importarme lo que piensen? ¿por qué me molesta que me vean vencida, si es como realmente me siento? La verdad es que desde que todo esto sucediera, he perdido la perspectiva de las cosas; actúo sin saber por qué lo hago, me arrepiento y caigo en lo mismo de nuevo. Soy consciente de todo, pero trato de ignorar la realidad, pues no tengo ni fuerzas ni ganas para enderezar la particular y zozobrante nave de mi vida. En las últimas semanas, además, supone para mí un gran esfuerzo mantener una conversación con alguien mientras rostros que nadie más ve, me perforan con la mirada, pero no pienso darle el gusto a mi madre o a mi abuela de confesar eso. Me tomarían por loca, si es que realmente no lo estoy, creerán que todo es consecuencia de ese capítulo de mi vida que no he logrado superar y cabe la posibilidad, incluso, de que acaben por internarme en algún sanatorio, algo que sí acabaría por hundirme del todo.

Esta noche, en el instituto se celebra un baile por el aniversario de su fundación. Los alumnos de todos los cursos están invitados y aunque siento que no tengo ningún interés en acudir, no dejará de ser una ocasión para hacer algo diferente y desconectar, al tiempo que paso un rato entretenido. Me sitúo ante el espejo y de nuevo, como ya me sucediera hace algunas semanas, me cuesta reconocerme, aunque en esta ocasión es por todo lo contrario: me he molestado en arreglarme un poco y parece que aunque pugne lo indecible por lo contrario, la Tayra de siempre sigue en algún lugar. Me sorprende comprobar que me gusta.

El «clic» de la aguja del reloj al marcar una hora exacta me avisa de que ya son las nueve. La brisa de la noche penetra a través de la ventana, cuya persiana continúa igual que la dejé por la mañana, entreabierta. Permanezco sentada sobre la cama con la mirada clavada en el suelo. Mi abuela entra silenciosamente y se cruza de brazos frente a mí, no en actitud de enfado, sino más bien de preocupación. Aunque al verme, no tarda en esbozar una sonrisa.

—Estás preciosa —me dice.

—Gracias —respondo sin mirarla.

Me pongo en pie y me coloco la chaqueta blanca que sostenía en mis manos.

—Tayra, me gustaría hablar contigo.

—Ahora tengo que salir, abuela.

—Serán solo unos minutos. Cariño, sé que las cosas no han sido fáciles, pero...

Letargo (Saga Divano 1)Where stories live. Discover now