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Esquivando gente, acomodando su cabello ondulado tras su oreja, Vanesa apareció entre la multitud

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Esquivando gente, acomodando su cabello ondulado tras su oreja, Vanesa apareció entre la multitud. Irradiando seguridad, belleza y dominio de su cuerpo, un aura especial la rodeaba. Alejaba a propios y extraños, quienes parecían verse repelidos por su caminata pero atraídos por su encanto.

Vanesa era una bomba. Atómica.

― ¿Matías?¡Soy yo, Vanesa! –inclinó su cuerpo al mismo tiempo que me puse de pie –. Perdón por la tardanza, pero no encontraba lugar para estacionar mi auto –dijo, quitándose su campera de jean desgastada. Lucía imponente, independiente.

― Tomá asiento por favor. ¿Te pido un trago? –fui gentil.

― Sí, gracias –pestañeó y por un instante me dejó petrificado. Era, por lejos, la muchacha más bella con la que había salido hasta entonces. Que no eran pocas, debía jactarme de ello.

Festejando cada una de mis anécdotas, bebía a menudo del sorbete del daiquiri de ananá que estaba tomando. Me miraba por sus pestañas muy maquilladas, se reía medidamente y sus aros largos se mezclaban entre las hebras de su pelo suelto.

Yo sentía las miradas insidiosas de los otros machos de la manada que pretendían hacerse de esa presa. Sin embargo, ella tenía solo ojos para mirarme a mí, escuchar mis historias aburridas y deleitarse con ese trago que yo le había comprado.

― Yo vivo con una amiga. Es bastante complicado, de hecho –confesó –. Ninguna de las dos es muy ordenada y con tanto quilombo muchas veces nos ponemos la ropa de la otra –su boca dibujó una curva tentadora.

― Yo no tengo ese problema. A mí no me entra la ropa de ella ni a ella, la mía – utilicé un recurso poco usado: la broma.

― ¿Vivís con una amiga? ¿Mujer? ¿y no...? ¿...nada...? –hizo ademanes extraños con sus manos, interesada en ahondar en mi relación con Mani, como todos aquellos que descreían de la amistad entre el hombre y la mujer.

― No. Ella es lesbiana. Le gustan las mujeres tanto como a mí –Vanesa pareció aliviada, al apoyar su espalda contra el respaldo de la silla.

Parecía que Leila por fin, lo había conseguido.

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