Justin no retrocedió al ver a su hermano. Por alguna extraña razón, permaneció firme en su lugar, como si tuviera dos estacas en los pies clavadas en la madera. Sabía que el mayor no venía a zancadas con buenas intenciones, pero lo dejó desquitarse. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, creí que le daría un puñetazo en la cara, o que algún hechizo macabro de su varita terminaría por mandarlo de vuelta al hospital. No obstante, se colocó nariz a nariz con su hermano, respirando como toro hacia su matador.

A continuación, le susurró algo entre dientes que sólo Justin pudo escuchar. Él no le respondió, pues tuvo suficiente con sostenerle la mirada todo el rato. Y cuando creí que ya se había saciado con las amenazas, Tom se giró para llamarme. Me vi obligada a caminar hasta él, temblando como una cría ridícula. A continuación, me tendió su varita. Me quedé pasmada.

—Serás la bruja testigo. —Fue su explicación. Yo sostuve la varita color hueso y traté de ponerme en sintonía con sus palabras. Sólo nació el repentino deseo de hacerle daño con mi nueva arma entre mis dedos, pero la advertencia que Tom tenía en sus ojos me hizo retractarme. Para entonces, yo ya sabía que no necesitaba una varita para vencerme.

     Justin le dijo que todo era innecesario, pero decirle aquello a Tom no era distinto a pedirle a un perro rabioso que no mordiera. Entendí —a duras penas— que los hermanos iban a someterse al Juramento Inquebrantable, y que yo sería quien constataría sus promesas. 

     Jamás había hecho algo como eso. Por lo general, daba mi palabra al juntar mi meñique con el de otro. Quizás por eso era que siempre terminaba defraudada... ¿Quién le haría honor a un ritual tan infantil? Sólo yo, eso seguro.

     Seguí las instrucciones de Tom, y en unos segundos se estableció la conexión entre ambos hermanos, agarrados del antebrazo del otro, con espirales de magia rodeándolos en color plateado.

—Tú, Justin Blanchard, ¿juras por tu vida no volver a mencionar frente a nadie a Isadora Talbot, Anastasia Dolucci, y cualquier otra mujer que haya estado involucrada conmigo?

     Justin tenía el mentón alzado. No sabía qué lo estaba llevando a actuar tan altivo. Quizás era el hecho de que no tenía más interés en ayudarme, o ayudar a la siguiente presa luego de mí. Tom había visto en mi cerebro su asistencia, así que me era lógico que decidiera no socorrer a nadie más en su vida.

—Lo juro —dijo solemne.

Tom tenía los ojos de un verde reptil. Si me daban a adivinar, podía asegurar que era mitad serpiente. La más venenosa de toda su especie.

—Más te vale, o te pudrirás como todas ellas —decretó.

Su ultimátum no hizo que Justin siquiera parpadeará, pero a mí me dejó con puñaladas en el corazón. Alcé su varita hacia su cara, a pesar de que las manos me vibraban ante la tremebunda escena frente a mis narices. Tom arqueó una ceja al verme.

—Déjalo en paz —amenacé. Quise sonar severa como una bruja respetable, pero terminé escuchándome como una bebé haciéndose encima.

En dos movimientos fugaces, Tom recuperó su varita de mi mano y me empujó contra la pared, tomándome del cuello con su ahora mano libre.

—No. Él te dejará en paz a ti —siseó malévolamente. Observó a Justin y lo apuntó con su varita—. Imperio.

     A pesar de que Tom ejercía una tortuosa presión en mi tráquea, vi como Justin cerraba los ojos ante la maldición. Se quedó helado en su lugar, como si alguien le hubiera echado una fragancia de flores y él estuviera tratando de distinguir las orquídeas de los narcisos. Así se mantuvo por diez segundos, hasta que volvió en sí, ojos abiertos como platos, alternando su vista entre su hermano y yo. Finalmente, se escabulló en su habitación, cerrando con un portazo. Sólo así, Tom aflojó su mano en mi cuello, y di una gran bocanada exagerada para llenar mis vías respiratorias del oxígeno que me faltaba. Me dijo algo al oído, pero mis ganas por recuperar el aliento me inhibieron los otros sentidos. Se dio un cuarto de vuelta, caminando rápidamente hasta la puerta. Como
si no hubiera ninguna restricción en ella, tomó la manija y la abrió. Me dedicó una última mirada de advertencia, y luego desapareció. Probablemente iría al atelier, a hacer de mi hogar un espacio de trabajo que no me entusiasmaba.

𝐁𝐀𝐌𝐁𝐈 | Tom RiddleΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα