-Exactamente. Será mejor que crezca alejado de todo este mundo, al menos por ahora.

Toshinori se encaminó hasta la puerta de entrada, depositando suavemente al bebé en el umbral. Sacó una carta de su capa y la dejó entre las mantas del niño volviendo con los otros dos.

-Bueno -dijo finalmente Toshinori-, ya está. No tenemos nada que hacer aquí.

-Buena suerte, Kirishima Eijirou-murmuró el director, desapareciendo tan rápido como había aparecido.

Habían pasado aproximadamente diez años desde esa noche en la que Eijirou fue entregado a sus tíos

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Habían pasado aproximadamente diez años desde esa noche en la que Eijirou fue entregado a sus tíos.

Estaba durmiendo tranquilamente hasta que el sonido de la voz de su tía Inko le despertó de una manera muy brusca:

-¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

El chico se estaba desperezando, cuando ella volvió y le gritó de nuevo.

Justo cuando iba a levantarse, escuchó a alguien bajar las escaleras. Era su primo Izuku, que estaba dando saltos en los escalones que se encontraban encima de su pequeña habitación en la entrada, justo debajo de las escaleras en una pequeña alacena.

-¡Despierta primo!¡Nos vamos al zoo!

Cuando ya estaba saliendo por la puerta de su "habitación", Izuku le empujó y se cayó al suelo.

Se levantó y se dirigió a la cocina, donde su tía Inko le puso a controlar el desayuno mientras que Izuku abría sus regalos de cumpleaños.

Eijirou observó cómo su primo observaba maravillado sus regalos, mientras que sus padres lo miraban con una sonrisa. Él nunca había podido conocer a los suyos, y nunca pudo experimentar lo que era estar en familia.

El único recuerdo que conserva es una cicatriz situada en su ojo derecho, que según su tía se hizo en el accidente de tráfico en el que murieron sus padres.

Eijirou terminó el desayuno y lo puso sobre la mesa lo cual era difícil porque había poco espacio debido a la montaña de regalos que tenía Izuku. Él estaba contandolos, y cuando terminó su cara pasó de ser de felicidad a ser de enfado.

-Treinta y siete -dijo-. Uno menos que el año pasado.

Eijirou vio pronto el momento en el que Izuku haría uno de sus típicos berrinches en los que se ponía a llorar a moco tendido esperando que cumpliesen sus deseos.

Sin embargo, su tía reaccionó rápido y le dijo:

-¿Qué te parece si de camino al zoo te compramos dos regalos más, cielito?

Izuku pensó durante un momento.

-Entonces está bien.-Le contestó volviendo a calmarse.

-Le contestó volviendo a calmarse

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Eijirou Kirishima y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora