A la negra!

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La negra afrolatina.

Tu piel es negra, tu eres negra, 
y tu melena es negra como la oscuridad; 
tan negra como las profundidades de un rincón solitario. 
Rizos apretados con ondulaciones diminutas.

No hay en ningún rincón una mujer así,
como un «quién será» y de «dónde viene»
No hay ninguna como tú
Pero hay algo más negro aún: ¡tus pupilas!

Tus ojos son dos escondites inciertos, 
dos medusas que duermen en la sombra, 
dos enigmas relucientes... Son dos diamantes negros. 
Hay algo más en ti, algo más bello aún, tu modestia

Tu sencillez me convenció
Te vi deslizar discretamente el rostro, 
a la nada para convertirlo en todo.
Y dónde quedan los troncos de dicha nariz formidable.
La forma de los huesos en pequeñas olas, grandes ñatas aguileñas.

Y esos labios, ¡oh sí! es lo que más te define,
hecha divinamente para la vida, 
para la cálida comunión del amor; 
para las sonrisas y el relucir de dientes blancos.

Cuando conocí esto último, me quedé, tu alma, mujer.
Tu alma silenciosa y demente, 
de sombras hondas y ternuras delicadas...
Hay algo, algo más hondo aún: Tú misma,
esa negra de descendencia africana que se reconoce. 

¡A la negra! toda mi admiración.

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