P R E F A C I O

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Hace miles de años, la tierra era un lugar digno de llamarse paraíso.

Humanos y animales convivían juntos. Se amaban y cuidaban entre sí, forjando lazos irrompibles.

Existía una raza superior a todo. Una raza poderosa que gobernaba sobre las demás. Eran seres inteligentes, ágiles, valientes, incorruptibles y puros

Los llamaban Guardianes.

Su misión era proteger el mundo como lo conocían y mantener la paz. Los Keh'las cuidaban a cada alma del planeta. Eran seres llenos de amor y poder.

Ellos siempre estaban ocultos en las sombras. Algunos decían que eran humanos, otros animales, algunos afirmaban incluso que eran cambiaformas, pero nunca nadie lo supo con certeza.

Todo cambió cuando el mal empezó a corromper a cada elemental que habitaba en la tierra, inaugurando lo que llamarían La Primera Guerra y, definitivamente, la más sangrienta.


...

Eraldia sostenía a su bebe con delicadeza, pensando que era la cosa más hermosa del mundo.

Sólo tenía un par de días de vida, pero ya era la cosa más preciada que tenía.

La amaba tanto.

Keeril tomó lugar a mi lado, acostándose sobre su estómago con esa gracia y agilidad digna de una pantera fantasma.

Las dos estábamos en el piso, Eraldia sentada, sosteniendo a Gery, y Keeril con su enorme cabeza en una de sus piernas.

Su esposo estaba trabajando. Era un famoso comerciante, reconocido por la calidad de sus frutas y verduras. Había empezado el negocio hace ya más de cinco años, pero, desde que nació su hija, trabajaba cada vez más. Quería que no le faltara nada y, en su torpeza de padre primerizo, trabaja de amanecer a atardecer, sonriendo con la fuerza de mil soles cuando veía a nuestra hija. La amaba.

Su pequeña familia no podía ser más perfecta.

Keeril movió su cabeza, llamando la atención de Eraldia. Rozó su nariz contra la planta del pie de la niña, ronroneando. Eraldia acarició detrás de una oreja azul.

La pantera fantasma forma parte de la vida de Eraldia desde que era una niña pequeña. Tenían un vínculo que, a Eraldia le gustaba creer, era único. A veces creía que la pantera compartía cosas con ella a través de su mente.

Pero eso sería lo suficientemente raro.

Cuando las personas forjaban vínculos con un animal, se le llama Clyeon, una de las pocas palabras que sobrevivieron de la primera lengua, el Dräeion, y que significaba compañero.

Las panteras fantasma son una de las tantas razas del elemento aire, todas estas siendo lideradas por el Kehl del aire. Eran estratégicas y observadoras, tanto como ágiles y comedidas, por eso se asustó cuando la pantera empezó a gruñir por lo bajo. Keeril aumentó el volumen, levantándose sobre sus poderosas garras con una furia helada. Saltó más allá de Eraldia y su bebé, enterrando sus dientes en la garganta de un Garra Diurna, un bestia elemental de fuego con un hocico gigante y garras en llamas, que amenazaba la vida de ella y su bebé.

La Garra Diurna estaba descontrolada, rugiendo llamas sobre sus patas traseras.

Millones de pensamientos surgieron a la vez en la cabeza de Eraldia, mareándola.

¿Cómo había llegado hasta acá? El Bosque de las Fallas estaban muy lejos. Era un territorio inestable. Incierto. Un momento estarías caminando y al otro sumergiéndote en lava ardiente.

Todo era tan violento.

Eraldia se quedó congelada, no pudiendo dejar de ver aquel intercambio de sangre, fuerza, violencia y dominación.

No hasta que Gery se movió entre sus brazos se dio cuenta de que tenía que correr.

Su cuerpo se movió tan rápido como pudo, su cerebro apenas registrando cada movimiento. ¿A dónde debía ir? ¿A su habitación? ¿Afuera?

Jedryck.

Jedryck
, su esposo.

Él estaba afuera, en sus tierras, no muy lejos de aquí. Podía ir ahí mientras solucionaba el desastre del Garra Diurna.

Todavía no lo entendía. Ese tipo de agresión e irrespeto para con sus cuerpos. Esa violencia que vio en los ojos de la Garra.

Jamás había visto nada igual.

Sumida en confusión, Eraldia corrió hasta la salida trasera, abrió la puerta de golpe, preparada para correr calle abajo.

Eraldia nunca, nunca, habría siquiera llegado a imaginar la escena que se manifestaba ante sus ojos.

Antes, las calles eran habitadas por un sinfín de animales. Podías ver a personas caminado en las tardes con sus Clyeon o comprando frutas. Siendo normales.

Ahora, veía a animales masacrando a sus compañeros en las calles. Cada elemental del pueblo estaba atacando, acechando o persiguiendo a alguna persona.

Gery empezó a llorar.

Eraldia empezó a llorando.

Un ronroneo familiar puso alerta a Eraldia.

Keeril. Tenía que venir con nosotros.

Eraldia se dio vuelta para llamar a la pantera fantasma. Cuando la vio, quedó paralizada.

Keeril le estaba gruñendo, sus ojos totalmente negros, cuando en realidad deberían ser de color amarillo.

Lo supo, de alguna manera lo supo.

Keeril, Keeril. Por favor, déjame bajar a Gery. Keeril, por favor, se encontró susurrando Eraldia.

Pensó en Jedryck, y en que no se despediría de él. Y en Gery, que no había disfrutado suficiente de la vida.

Te amo, le dijo a la pequeña niña en sus brazos. Los amo, juro que nos volveremos a encontrar. Lo juro.

Gery lloró con aún más fuerza, casi como si entendiera lo que su mamá decía.

Lo siento, amor.

Eraldia cerró los ojos cuando la pantera fantasma emprendió la cacería.

Una cacería donde ellas eran la presa.


Amnesia [Las Joyas de Geraldine #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora