I. Thea

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El final de la humanidad término siendo peor de lo que alguna vez imaginamos, se convirtió en una especie esclava que creía erróneamente que era libre, atados mentalmente, arruinados y deformados espiritualmente. La humanidad solo funcionaba bien cuando destruía todo lo que remotamente parecía bueno o verdaderamente humano. Ya no quedaba nada que nos recordara los tiempos antes de la última guerra, antes de que todo se fuera a la mierda y acabáramos siendo genéticamente utilizados por las grandes y poderosas mentes que lo controlaban todo y perseguían su utopía de darle vida a una raza humana superior.

Mi padre murió el mismo día en que el gobierno erigió el nuevo orden para la humanidad sobreviviente a la última guerra. Aquellos años fueron horribles, llenos de sangre e injusticias. Miles de pueblos fueron consumidos hasta su extinción total y los pocos sobrevivientes fueron reclutados para formar parte de las nuevas colonias alrededor de la nueva Matusalén.

Fueron tiempos muy difíciles, pero recuerdo que resistimos gracias a él, a su fuerza y su inquebrantable espíritu. Cuando la guerra llego a su fin pensamos que el nuevo día estaba a punto de alumbrar, que por fin la vida como la conocíamos regresaría. Pero no sucedió.

El fin de la guerra solo fue el comienzo de la verdadera oscuridad.

Nuestro mundo era dirigido por un pequeño grupo de hombres y mujeres llamado la Orden de los Observadores. Sé ocultaban del resto de la humanidad pero lo controlaban todo, ellos eran quienes movían los hilos y eran los autores de la quimera de una nueva tierra poblada por una raza privilegiada. Su discurso progresista era impulsado por la premisa de proteger a los sobrevivientes, pero la verdad, a ellos solo les interesaba un pequeño porcentaje de la humanidad librada a la última guerra. Solo querían reclutar a los más jóvenes para adiéstralos y convertirlos en peones bajo su mando y acoger en sus laboratorios a todas aquellas personas que poseían una extraña peculiaridad en su sangre.

Cuando tenía diecinueve años los comandos nos atacaron en los refugios. Era la segunda ocasión en que hacían algo tan vil como separar familias enteras y asesinar a todos aquellos que se resistieran o intentaran proteger a quienes amaban. La primera vez que nos impusieron su autoridad fue cuando asesinaron a mi padre y nos separaron de nuestra madre. Jamás olvidaría aquel día, ni las lágrimas de mi madre a quien nunca volví a ver. Lo último que recuerdo de mi madre es su mirada cristalina que se negaba a perder la esperanza, nos dijo que nunca nos lastimarían porque éramos demasiado importantes. Tenía razón.

En la sangre de algunos de nosotros se ocultaba un gran secreto, esa anomalía genética que desconocíamos pero estaba ahí, dentro de nosotros, corriendo por nuestras venas. Mi hijo de dos años y yo poseíamos esa extraña característica, así que nos arrastraron a sus camiones para llevarnos con ellos a Matusalén, a la cárcel detrás de los muros, a esa monstruosa ciudad protegida por fortificaciones, custodiada día y noche por comandos armados hasta los dientes y vigilada por el ojo siempre alerta del mejor sistema de seguridad que alguna vez existió.

Matusalén era impenetrable, estaba diseñada para mantener a salvo a un pequeño grupo de personas privilegiadas por el dinero y corrompidas por el poder. Ellos dirigían todo y nadie los podía alcanzar.

Aquel día nos tomaron a la fuerza a todos los que representábamos un negativo en nuestra sangre y nos obligaron a subir a sus furgones amenazándonos con matar al resto de nuestras familias. Pero no fue lo único que hicieron, también tomaron a todos los niños menores de diez años, incluidos a mis sobrinos, los arrancaron de los brazos de mis hermanos y golpearon a todos los que intentaron hacer algo.

Llevo gravada en mi mente la mirada de mi hermana Liz anegada de lágrimas de dolor y suplicándome que me asegurara de cuidar a su hijo. Tampoco me olvido de la rabia en los ojos de mi hermano Nate, su voz se reproduce una y otra vez en mi memoria pidiéndome que proteja a su pequeña.

Legado - La Estirpe de los DiosesWhere stories live. Discover now