Capítulo 28 | Sin paracaídas.

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Cogimos nuestras carteras y procedimos a bajar. Mientras atravesábamos el umbral de la puerta hacia la salida, escuchamos a la señora Thornton discutir con alguien en el teléfono, un tal Geoff Howell sobre las tierras y el espacio de terreno que le pertenecía a cada cual.

—Llevan tres años peleando por un par de hectáreas —me contó Gale, poniendo los ojos en blanco—. Secretamente, creo que se gustan pero son muy orgullosos como para admitirlo, y lo único que los mantiene unidos es esa porción del terreno que no les pertenece a ninguno de los dos. Tuve que ir al ayuntamiento a averiguarlo  —explicó, en lo que caminábamos a su coche.

—¿En serio? ¿Por qué jamás había escuchado acerca de ese tal Geoff Howell? —inquirí, metiéndome las manos en los bolsillos de mi vestido.

—Apareció de repente en nuestras vidas. Los señores Horbury se mudaron a Nueva Jersey hace cuatro años, y luego Howell compró la propiedad —relató, en lo que nos dirigíamos a su coche que había dejado en la entrada temporalmente—. Como sea. Espero que ellos ya estén allá para cuando lleguemos —masculló, ojeando su teléfono antes de subirnos al vehículo.

No charlamos mucho en el trayecto. El camino incluso se me hizo extenso en esta ocasión; quizás porque había creado una tensión entre ambas ante nuestro penúltimo tema de conversación. O tal vez Gale ya no estaba de ánimos. No tenía idea, así que la mayor parte del camino, me mantuve sumida en mis pensamientos.

En cuestión de diez minutos, arribamos al aparcamiento de Heritage, un restaurante elegante de comida mediterránea donde también proveían servicios de catering y coctelería. Ambas desalojamos el coche y procedimos a entrar a la planta baja establecimiento, que poseía una leve iluminación producida por varias lámparas de araña hechas de cristal. El sitio gritaba  lujo por todas partes, con el suelo de mármol y los manteles de una pulcra seda borgoña cubriendo cada mesa.

La anfitriona tras el podio nos condujo a una sala privada en el piso de arriba, que era lo opuesto a la planta de abajo en el sentido de que tenía enormes ventanales que bañaban de luz solar el lugar, sólo había una larga mesa en rectangular en el centro, y había un bufé dispuesto en una extensa superficie pegada a la pared.

En la punta de la mesa se hallaba Dexter luciendo una camisa rosa abotonada de vestir pero sin su típica chaqueta de traje, su lado derecho estaba vacío, seguido por Omar con una camisa floreada muy veraniega y gafas oscuras de sol cuando la primavera apenas empezaba, rodeando con su brazo los hombros de Natasha cuya melena rubia se hallaba recogida en una cola de caballo para dejar a la vista el escote en la espalda de su elegante jumpsuit rayado. Al lado izquierdo del futuro esposo de mi mejor amiga, estaba Alex con un suéter azul marino de cuello en v, que se adhería a su atlético pecho, su pelo pareciendo rubio bajo la claridad del sol y nada de vello en mandíbula lo que lo rejuveneció cinco años menos como mínimo.

Gale y Dexter se saludaron con su habitual amor y efusividad, mientras que yo ondeé mi mano hacia todos en general, para tomar asiento junto a mi novio falso —ya no tan falso, pero tampoco mi novio—, sin tener la certeza si debía besarle la mejilla o abrazarlo, porque la realidad es que no quería hacer un espectáculo o generar incomodidad.

Sin darle muchas vueltas, decidí depositar un pequeño beso sobre su mejilla y proporcionarle un veloz abrazo. Aunque no pareció muy conforme, no se quejó y no tardamos en involucrarnos en la conversación sobre la distribución de las mesas, que había tomado protagonismo en el resto grupo.

—Buenas tardes. Bienvenidos a Heritage —un muchacho alto, pelirrojo, con anteojos recubriendo sus ojos verdes, usando un traje de chaleco y pajarita llevando una especie de toalla en su brazo, se acercó a saludar con cortesía—. Me llamo Ronan, y estaré aquí para servirles hoy. El chef Cochran vendrá en unos minutos con una explicación para cada plato, aunque podrán ver que contiene en las hojas frente a ustedes —apuntó la cartulina celeste junto a cada plato de porcelana—. ¿Están listos?

Hasta después de la boda ©Where stories live. Discover now