El comienzo de todo.

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Nací el 3 de junio de 2003, en un hospital de La Plata.

Cuando nací, me hicieron estudios como a cualquier bebe. Estudios de todo tipo, el test de Apgar, peso y medida, extracción de sangre, etcétera. No notaron nada raro.

Pasado un mes, nuevamente volvieron a revisarme. Me revisaron los ojos, los oídos, todo mi cuerpo.

Nada raro.

Todo lo normal que puede tener un bebe de un mes de vida.

Pasado un tiempo, mi familia comenzó a notar ciertas... "actitudes extrañas": no miraba cuando me llamaban, no miraba fijo. Incluso llegando a notar que tenía los ojos transparentes.

En ese momento solamente lo que se les ocurrió, fue "debe ser por la luz" y no se preocuparon.

A la semana, fuimos a visitar a una pariente, una dentista, que por (obvias) razones tenía una luz. Esa típica luz que debe apuntar a tus dientes pero sentis que te está apuntando directamente a los ojos, viéndote obligado a cerrarlos. Esa luz, esa molesta luz, sin quererlo, me salvo la vida.

La dentista, al verme, al ver mis ojos, dijo:

- "Tienen que llevarla al médico inmediatamente".

Mi mamá, tan preocupada como puede estar una madre a la que le dicen que lleve a su hijo inmediatamente al médico, lo único que opto por hacer fue, llamarlo. Le pidió verlo, siempre con un tono de preocupación en su voz, y le dijo lo que siempre decían al verme, que tenía algo raro en los ojos.

Lo único que opto el medico por decir fue:

-"No te preocupes, ya le hicimos todos los estudios. Todo está bien. No hay porque preocuparse".

Ja.

Vaya médico.

Mi mamá, en vez de dejarse llevar por la palabra de mi médico, sigo insistiendo.

El médico, cansado por las insistencias de mi mamá, no tuvo más remedio que decir que vayamos ese mismo día en la siguiente hora.

Cuando llegamos, el médico me vió.

No lo podía creer.

Con cara de sorpresa, miró a mi mamá, miró a mi papá, me volvió a mirar.
Llamó a una médica, Frandiño, la profesional en todo lo relacionado con la visión. Ella, cuando me vio, no podía creerlo.

Silencio.

El mismo silencio que se puede encontrar en un desierto.

Tanto ruido como puede haber en un cementerio.

Frandiño no encontraba palabras para explicar lo que me estaba pasando y en ese momento lo único que pudo hacer fue, mirar.

Mirar a mi mamá, mirar al médico, mirarme a mí, las únicas palabras que salieron de su boca fueron "llévenla inmediatamente al médico". (ya me estoy cansando de esta frase)

Al siguiente día, mi familia, con una sensación de preocupación que no se puede explicar. Aquella preocupación que tenes por un familiar en una situación desconocida pero que sabes que algo malo va a pasar. Esa preocupación.

Cuando entré al consultorio, me empezó a ver Frandiño junto con otros médicos.

Me acuerdo que mi mamá me contó que en ese momento, si agudizabas un poco el oído, podías escuchar claramente unos susurros que decían: "mirá lo que tiene", "¿qué hacemos?", y otro tipo de oraciones que ya fueron casi inaudibles.

Preocupación.

Lo único que se podía sentir en el ambiente era preocupación.

Ese fue el momento.

El día.

El día en el que le dijeron a mi mama que tenía Retinoblastoma.

En simples palabras: cáncer en los dos ojos.

Ya era un hecho que me tenían que operar, que era muy difícil que sobreviva a la operación, y que, si lo hacía, iba a ser ciega.

Ese era el pronóstico que tenía, o me moría, o vivía, pero, ciega.

Pasó una semana.

Yo ya estaba operada, pero solo del ojo derecho. La médica Frandiño dijo que iba a hacer todo lo posible para salvar mi ojo izquierdo, que no era necesario operarlo.

Ninguno de los médicos estaba de acuerdo, porque si algo llegaba a fallar, podía morir.

Toda mi familia, preocupada, triste, no sabían que hacer. Me recordaban a la marea, siempre fiel, de forma astuta acariciando la arena, llevándose algo de ella; pero a veces se desesperaba, no paraba, quería más. Y se pierde, no se encuentra a pesar de su gran tamaño, se lleva todo. Se llevó la razón de la felicidad de mi familia.

Cuando salió la médica dijó que todo estaba todo bien; que el ojo izquierdo no había sido operado y seguramente lo iban a poder salvar.

Al muy poco tiempo, empezaron los rayos y las quimioterapias.

Mis defensas bajaban, y por consecuencia no pueda estar en contacto con mucha gente.

Mi vida era de casa al hospital y del hospital a casa.

No podía tener contacto con mi perra ,ni con mi hermana, ni con mi propia familia que lo único que podía hacer era preocuparse y rezar. Rezar porque todo termine bien. Algunos días, mi hermana iba a la casa de mi abuela, otros a los de mi tía. Rotando así de casa en casa.

Mi mamá, tenía que tener toda la casa desinfectada, y cuando venía alguien a visitarnos, rociarlo con desinfectante, para que ninguna bacteria llegara a mi cuerpo.

Paso el tiempo, los rayos y las quimioterapias se terminaron, ya pude empezar a estar en contacto con la gente, me hicieron una prótesis, es decir un ojo, para mi lado derecho.

Con respecto al ojo izquierdo, todavía no se sabía si yo podría llegar a ver o no, tenían que esperar a que yo pueda decirlo.

Mi familia, los médicos, todos, pensaban que, obviamente, por el pronóstico, no iba a ver, que iba a ser ciega.

Pero se aferraron, se aferraron a la esperanza, como un niño se aferra a su peluche durante las noches. Se aferraron a la esperanza que yo al menos podría a ver, aunque sea, un poco.

Al pasar el tiempo, se dieron cuenta por mi forma de ser, por como caminaba, por lo que hacía, que yo, en efecto, podía ver, no mucho, pero tenía, al menos, un poquito de vista.

Toda mi familia se puso feliz, al saber que yo podía ver, estaban todos contentos. Le dijeron a la médica, y también se alegró, porque sacrificó un montón, no fue en vano, su trabajo funcionó. Ese ojo si servía, podía ver.

Mi familia estaba contenta, porque podía ver, pero lo más importante. Yo podía estar, por fin, con ellos.

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⏰ Last updated: Feb 15, 2019 ⏰

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Cuando empieza mi enfermedad.Where stories live. Discover now