6. Tu secreto por el mío.

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—No voy a hacerlo con Simon, por Dios, Charlie —ella sacudió su cabeza.

—Tienes treinta y siete años y el señor Simon te parece guapo. Yo no voy a juzgarte, solo te pido consideración —le apunté con el dedo, levantando una ceja.

—De todas maneras, no he venido a pedir tu permiso —ella levantó la barbilla con altanería—. Puedo hacer lo que se me venga en gana.

—Lo sé, mamá. Es lo que te he venido diciendo todo este tiempo —hice una mueca que indicaba que era algo que encontraba obvio—. Oye, la fiesta de Poppy es el viernes ¿Puedo ir?

—Claro, sabes que sí —dijo como si le pareciera ridícula la pregunta—. Podrías invitar a Julia ¿No crees?

Sabía que lo había dicho con ese aire exageradamente despreocupado porque era una exigencia, más no una sugerencia. Ella no sabía disimular, nunca aprendió como hacerlo. Así que negué con la cabeza en modo reprobatorio a lo que había dicho, pero no rechazando la idea. Julia estaba invitada, y solo dependía de ella, aunque nunca la vi en fiestas, tal vez le gustaría ir a esta... a mí gustaría que fuera, solo porque quería empezar a llevarme bien con ella.

—Poppy avisó a todos, está invitada —le informé.

—Me refiero que la lleves tú, pueden ir juntos y no como si no se conocieran.

—Estamos intentando que esto sea normal, no quieras empeorarlo —le pedí—. Veré si quiere que la lleve, pero tendremos que coger un taxi, porque Lester va a estar todo el tiempo con Poppy, Samuel va a ir con su hermana y no tengo con quien más ir.

—¿Y por qué no le dices a Lucas? Si todos están invitados, me imagino que Lucas también lo está.

Rodé los ojos instantáneamente. Lucas era mi vecino de la casa de al lado. Mi madre y la suya eran buenas amigas, ambas, como madres solteras, se apoyaban la una a la otra, siempre compartiendo recetas y tomando vino mientras hablaban de sus ex novios en la noche del viernes. Y yo sabía que mamá quería que Lucas y yo nos lleváramos tan bien como ella y la señora Donahue, pero Lucas Donahue era el mayor idiota de toda secundaria.

Había tratando, en serio tratado, de ser su amigo. No es que fuese tonto en el sentido de que era estúpido, era simplemente un galán de escuela, arrogante, que se la daba de listo. Definitivamente no mi tipo de amigo. Aunque yo trataba lo posible de estar lejos de él, Lucas siempre quería hacerse el amable. Me trataba como un perro... sí, como un perro en realidad. Me alborotaba el cabello y decía "buen chico" cada que tenía la oportunidad tiraba algo al piso y decía "ve por él, Charlie, ve por él" y lo peor de todo era cuando ponía su brazo alrededor de mi cuello y empujaba hacia adelante, frotando su puño contra la parte superior de mi cabeza repitiendo una y otra vez "¿Quién es un buen chico? Sí, tú Charlie".

¡Era detestable! Como un gran, musculoso, impertinente e insoportable grano en mi trasero. Con camioneta incluida.

—Ni hablar —espeté—. Iré caminando si es posible, pero no le pediré a Lucas un aventón.

—Como quiera, señor mala cara —me respondió mamá levantando las manos en signo de redención—. Te prestaré la Van ¿vale? —me dijo al fin.

Mamá tenía una minivan que se había comprado el año pasado y raramente me la prestaba.

—Gracias —le sonreí cual niño pequeño.

—Y dime ¿En qué trabajarás ahora que has terminado con Cinco Minutos? —preguntó ella ignorando mi mueca de felicidad.

—No lo sé —suspiré—. Tengo ideas, pero nada lo suficientemente bueno.

—Conociéndote Charlie, tienes cosas realmente buenas pensadas, pero tienes miedo de ponerlo en práctica.

—¿Por qué tendría miedo?

—Tal vez no quieres decepcionar a tus lectores —mi mamá se levantó, se acercó a mí y me pasó la mano por el cabello como un gesto sumamente maternal—. No tengas miedo de tu propio talento, cariño. No te puedes defraudar a ti mismo a menos que eso quieras.

—¿Puedo usar esa frase?

—Todos los derechos reservados.

—¡Mamá!

—Ya... —ella se echó a reír—. Tú tienes mejores, lo sabes.

Sin decir nada ella me dejó un beso en la frente y se fue, dejando la puerta entreabierta. Fui directamente a mis archivos en la computadora. Tenía un montón, con muchos proyectos empezados, cosas que creía que podían funcionar, solo bosquejos e ideas principales. Cuando estaba a punto de abrir uno de ellos para empezar a formar una idea nueva alguien golpeó mi puerta.

—Adelante —dije.

Pensé que sería la abuela, mamá de nuevo o el señor Hazard para pedir mi bendición, pero no... era Julia. Estaba ahí parada, luciendo una pijama de pantalones largos, rojos a cuadros y una sudadera gris. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo alta, pero a pesar de eso, se veía como siempre: inexpresiva.

—Hola —dijo.

—¿Puedo ayudarte en algo, Julia? —interrogué.

Comenzaba a sentir calor, así que me levanté, me quité la camiseta y la dejé sobre la cama. Yo dormía medio desnudo, pero esperaría a que Julia se fuera para terminar de quitarme la ropa.

Ella suspiró, como si estuviera cansada y se cruzó de brazos.

—Seguro, Charles —comentó.

La miré, con una sonrisa tonta en la cara, solo porque sabía que intentaba vengarse.

—No soy Charles —aclaré—. Muy a mi pesar.

—¿Ah no? —inquirió enarcando una ceja.

—Mi nombre es Charlie. Solo Charlie —le expliqué, cruzándome de brazos—. Pero puedes llamarme Charles. Como un apodo, va a ser divertido.

—Como sea —ella puso sus ojos en blanco—. Tengo que decirte algo.

—Pues dilo, Julia.

—Bueno, te he dicho que mañana voy a mostrarte los detalles ¿Vale?

—Fue lo que escuché.

—Bien, es que no puedo mostrártelos aquí —ella hizo un gesto con la boca—. Si mi padre lo sabe va a enojarse mucho... nadie puede saberlo, Charlie. Absolutamente nadie. Ni siquiera Ivy lo sabe, te agradeceré que mantengas el secreto.

Tu secreto por el mío, vale.

—Es lo menos que puedo hacer.

Me moví cerca de ella y me arriesgue a poner mis manos sobre sus hombros.

—Julia, tu secreto está a salvo conmigo —ella se removió incómoda—. ¿Quieres un acuerdo de confidencialidad? Podría llamar a mi abogado.

—¿De verdad? —volvió a levantar su ceja.

—Bueno... —apreté los labios—. No, no tengo abogados, pero me las puedo arreglar para conseguir asesoría legal.

Julia rápidamente se deshizo de mis manos y volvió a cruzar sus brazos.

—Buenas noches, Charles —dijo ella antes de volver afuera y cruzar el pasillo.

—Buenas noches, Julia —le dije antes de que volviera a entrar a la habitación. 

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by RQueen
@Ross_N
Charlie Prescott tiene diecisiete años y una capacidad de redacción...
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