El problema no era que se fuera de casa. El problema era que se iba sin casarse.

  —Pero, vamos a ver, ¿cómo no iba a aprovechar esta oportunidad? ¿Quién iba a imaginarse que la señorita Franklin se iba a casar y que dejaría libre Spinster House?

  —Pero yo pensaba que tu ama… —Anna se corrigió—, que a ti te gustaba el duque, Elsa.

  —Pues claro que me gusta —afirmó, pero le echó una mirada extraordinariamente amenazadora a Anna, por si se le ocurría sacar a colación la charla nocturna—. ¿Y eso qué tiene que ver con el asunto?

  Mikey se había acercado a abrazarla y le estaba empapando el vestido con sus lágrimas. Levantó la cara para hablar entre sollozos.

  —Pero se supone que te vas a casar con el duque, Elsa.

  —No, no me voy a casar con él, Mikey —le dijo abrazándolo con fuerza.

  —¡Sí, claro que sí! —intervino Tom, que se había quedado sentado en la silla, aunque tenía los ojos rojos y se mordía el labio, como hacía siempre que intentaba contener las lágrimas.

  —¡Venga, Tom! —le dijo sonriéndole. Después dio una vuelta a la mesa con la mirada y soltó una risa forzada—. Menuda tontería. El duque ni siquiera ha pedido mi mano.

  —Pero lo hará.

  —¡Padre!

  —Me di cuenta de cómo te miraba la otra noche durante la cena, Elsa. Y también vi cómo lo mirabas tú a él. No puedes decirme que te es totalmente indiferente, porque no me lo creeré.

  —No le es indiferente, padre —soltó Anna, como si no pudiera contener las palabras—. Ella…

  —He dicho que me gusta, eso es todo —dijo Elsa mirando a su hermana con ojos asesinos. Anna se puso colorada y dejó de hablar.

  Su madre sacudió la cabeza. Estaba absolutamente perpleja.

  —Puedo entender tus reservas respecto al señor Barker, pero el duque no tiene nada que ver con él.

  —Ya lo sé. —Por supuesto que lo sabía. En unas circunstancias diferentes…

  Pero las circunstancias eran las que eran. El duque estaba completamente atormentado por la maldición, y ella quería ser escritora. Un marido, incluso un marido como el duque, supondría una distracción enorme. Vivir en Spinster House era el único modo de asegurarse de que iba a escribir de verdad en lugar de simplemente querer hacerlo.

  Miró alternativamente a su madre y a su padre.

  —Os he dicho a los dos muchas veces que no tengo planes de casarme. Quiero escribir. Y necesito estar en un lugar tranquilo y solitario para poder hacerlo.

  —Pues no sé por qué —insistió su padre—. Yo pensaba que para escribir solo se necesitaba papel y pluma.

  Por supuesto que su padre no lo entendía. Nadie la había entendido nunca, quizá con la excepción de la señorita Franklin. Escribir una novela era mucho más complicado que juntar palabras en hojas de papel.

  —La cosa no es tan sencilla. Si me caso y tengo que sacar adelante un hogar, y sobre todo si en él hay muchos niños, solo tendré tiempo para eso —explicó, mirando de reojo a su madre—. ¿Acaso no estoy en lo cierto?

  —Me imagino que, como duquesa de Overland —empezó su madre, levantando una ceja—, tendrías un ejército de sirvientes preparados para hacer todo lo que quisieras, atentos al más simple movimiento de tu dedo meñique.

Fruto ProhibidoWhere stories live. Discover now